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Reportaje:TEATRO

Ruzante en tierra de Sancho

Javier Vallejo

Ángel Facio traslada a La Mancha cuatro piezas del italiano Angelo Beolco bajo el título de Desventuras conyugales de Bartolomé Morales, una comedia grotesca sobre la imposibilidad de ser pobre y bienamado.

Hay personajes que se apropian de la identidad de su creador hasta acabar suplantándole. A Cosme Pérez, el gracioso más célebre del Siglo de Oro, nadie lo recuerda sino por el nombre de Juan Rana, personaje que interpretó en más de setenta entremeses y comedias compuestas a su medida por Quiñones, Calderón, Lope... Cantinflas es mil veces más nombrado que su creador; Chaplin nunca consiguió desembarazarse del todo de Charlot... Algo parecido le sucedió a Angelo Beolco, administrador de Marco Alvise Cornaro, terrateniente de una dinastía cardenalicia asentada en Padua desde el papado de Alejandro Borgia. Beolco completó sus ingresos escribiendo comedias para Cornaro, y representándolas en su palacio. Ruzante, su protagonista, encarna el sentido común, la sensualidad primaria y los padecimientos del labrador paduano. Es un personaje copiado del natural, en la antípoda de los pastores arcádicos de Juan del Enzina, su contemporáneo. Beolco le hace hablar en pavano, dialecto de Padua: deja la lengua culta para sus antagonistas burgueses, deseosos de levantarle la moza. Ruzante anda siempre en líos: es veraz y grotesco, zafio y avispado. Un superviviente nato, relator de la vida desde abajo. Sus andanzas prefiguran la commedia dell'arte. En su discurso al recoger el Nobel, Dario Fo reivindica a Beolco como modelo. ¡Qué poco se le conoce en España! Se le ha puesto en escena en ocasiones contadas y no había manera de encontrar nada suyo en castellano. Un espectáculo de Ángel Facio, Desventuras conyugales de Bartolomé Morales, y el muy bien editado libro donde se recoge (Teatro Español, 2006) vienen a tapar el descosido.

Facio une cuatro comedias de Beolco, usando como hilo de seda algunas escenas de La moscheta, traslada la acción del cinquecento al XVIII, de Padua a La Mancha, y convierte la guerra entre Venecia y la Liga de Cambrai en la de Sucesión española. El resultado es sorpresivamente coherente. En su nuevo hábitat, Ruzante es Bartolo; su mujer, Juana, y el habla que usan, un manchego agramatical, poblado de frases hechas enormemente expresivas.

Refresca oír en escena, bien

traído y mejor pronunciado, el vocabulario recio y candeal que hasta hace dos días se escuchaba de La Alcarria en adelante. Sus intérpretes, procedentes la mayoría del desaparecido grupo conquense I Piau, saben lo que tienen entre lengua y paladar. Juan Carlos Castillejo, el protagonista, es una dinamo: una mula tirando del trillo dos horas, sin aflojar. En una función que hace equilibrios para no caer del lado de la farsa, Castillejo, Kowalski bufo, encara a su labrador sin fisuras, creyéndoselo a pie juntillas. Su personaje es el hazmerreír, pero él se lo oculta, lo mantiene inocente. Gloria Villalba, un hallazgo, está a su altura, con doble mérito. Castillejo y los chispeantes I Piau estrenaron la versión 1.0 de este montaje hace diez años: ella ha tenido que entrar de nuevas. Callo algún desequilibrio y celebro, como el resto del público, el epílogo celestial que Facio le pone a su invento, con Juana transfigurada en Virgen de la Leche y Bartolo, tazón en mano, entregado al goce eterno. Entre tanto teatro nouvelle cuisine, da gloria meterle un tiento a unas buenas migas manchegas.

Desventuras conyugales de Bartolomé Morales comienza una gira hoy en Mejorada del Campo (Madrid).

Juan Carlos Castillejo y Gloria Villalba, en 'Desventuras conyugales...'.
Juan Carlos Castillejo y Gloria Villalba, en 'Desventuras conyugales...'.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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