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Reportaje:

Evangelista de una religión que dura 90 minutos

Juan Villoro recibe mañana el Premio Vázquez Montalbán

Juan Villoro (México, 1956) recibirá mañana el Premio Manuel Vázquez Montalbán de periodismo deportivo. Novelista y ensayista reconocido, Villoro también practica la crónica futbolística en sus variantes reflexivas, evocativas y militantes, recogidas en las recopilaciones de ensayos y artículos Once de la tribu (Aguilar, 1995) y Dios es redondo (Anagrama, 2006). Su peculiar visión del fútbol, que combina la erudición, el sentido del humor, el buen gusto literario y la entrevista sin prisas, ha convencido a un jurado que, en el acta del fallo, destacó "su excepcional ingenio y originalidad en combinar diferentes géneros y aspectos de la cultura popular, así como su gran capacidad de seducción". Seducido por tantos cumplidos, Villoro regresa a Barcelona, la ciudad en la que nació su padre y en la que descubrió el potencial mitológico del Barça, tan presente en la obra de Manuel Vázquez Montalbán al que, con fraternal respecto, Villoro acierta a calificar de culé ejemplar. Al recibir el premio, Villoro leerá un texto titulado El mar interrumpido que incluye esta sincera declaración de intenciones: "Escoger un equipo es una forma de decidir el destino. Hay estoicos que deben su temple a apoyar a un club impredecible y masoquistas que se quejan de que los suyos no pierdan lo suficiente".

"Llegar a la parte secreta de la pasión es una especificidad literaria"

Pregunta. Vázquez Montalbán consideraba el fútbol como una religión laica. En su discurso de aceptación, usted se refiere a los escritores como evangelistas de este mundo.

Respuesta. Son los evangelistas de una religión que dura 90 minutos. El fútbol depende de milagros y de tener fe contra la evidencia, pero carece de noción del más allá: su cielo y su infierno se cumplen en la cancha. Vázquez Montalbán apunta en esa dirección con su título Una religión en busca de un Dios. Ese dios transitorio y simple es la pelota. Por eso mi libro se llama Dios es redondo.

P. ¿Qué sensación le produce recibir un premio en la ciudad en la que nació su padre, dedicado al periodismo deportivo?

R. Es algo muy especial. Tengo la sensación de llegar de lejos para jugar de local en Barcelona. ¿Hay mejor forma de definir la hospitalidad?

P. Existen diferentes maneras de interpretar el fútbol: al ataque, al contrataque, defensivamente, anárquicamente. ¿Se pueden aplicar estos modelos a quienes escriben sobre fútbol?

R. En cierta forma. Los periodistas deportivos deben estar muy atentos a los datos y las condiciones técnicas del juego. En ese sentido se acercan a un equipo de alto rendimiento, que busca resultados. Pasolini dijo que el Brasil de 1970 jugaba fútbol de poesía y me parece que esta opinión es reversible: los poetas que se ocupan del juego son como cracks brasileños que buscan lo imposible. En lo que a mí toca, quiero mantener viva mi condición de aficionado. No soy un especialista sino un narrador que explora las emociones de los otros y las suyas.

P. Escribió que los formatos literarios breves describen mejor el fútbol que las novelas y que el fútbol incluye, en una sola representación, elementos de épica, de tragedia y de comedia. ¿Sigue ocurriendo lo mismo?

R. El fútbol contiene sus propias tragedias y mitologías: un derby Real Madrid-Barcelona llega narrado por todo lo que ha sucedido antes. Por eso creo que el fútbol se presta más para recrear lo ya sucedido a través de la crónica o para encontrarle misterios marginales en el cuento. Hay buenas novelas de fútbol, pero es difícil que un clásico renueve el género porque el novelista tiene poco que inventarle a ese mundo. Es complicado escribir En busca del tiempo perdido y al mismo tiempo seguir la cronología de una liga.

P. Históricamente, la misión del relato futbolístico fue monopolio de las radios y de las crónicas escritas. Con la televisión, el papel de los dos medios menos hegemónicos tuvo que adaptarse a las nuevas circunstancias visuales del espectáculo. ¿Cuál es el papel del escritor?

R. El escritor cuenta la vida privada de los goles. Cuando la pelota llega a la red, se desatan emociones que no siempre tienen que ver con la cancha. Un gol cae en favor de un equipo y en contra de otro, pero puede afectar un destino individual de muchos modos: vengar una afrenta, comprobar una superstición, compensar una desgracia. Llegar a la parte secreta de la pasión es una especificidad literaria que no puede ser captada por la televisión.

P. En Once de la tribu hablaba usted, tomando como referencia una canción de Lucio Dalla, del papel de la radio y de la capacidad del aficionado para idear los partidos. ¿No cree que, pese a la evidencia televisiva, el aficionado sigue necesitando esa interpretación añadida?

R. En cualquier tertulia, los momentos misteriosos que ocurrieron en la cancha exigen horas y horas de palabras. Es la fascinación que ejerce la última jugada de Zidane. Para acabar de confundirnos, nos regaló un gesto inexplicable, que podemos contar de mil modos sin descifrarlo. El gol fantasma de Wembley cautivó de la misma forma. Científicos de Oxford quisieron demostrar que sí había entrado a la portería y una toma rescatada por la televisión alemana mostraba que no. Lo mejor para la imaginación es que se mantenga como un gol suspendido.

El escritor Juan Villoro, en el paseo de Gràcia de Barcelona.
El escritor Juan Villoro, en el paseo de Gràcia de Barcelona.JOAN SÁNCHEZ
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