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Reportaje:Tenis | Open de Australia

"Me he emocionado, ha sido increíble"

Nadal pasa a los cuartos de final tras un magnífico partido en el que superó en cinco agónicos sets al británico Murray

Rafa Nadal ya sabe cuánto cuesta ganar en Melbourne: Andy Murray, un británico prometedor, a ratos excelente, puso más que en peligro su aventura en el Open de tenis de Australia.

"No ha vencido a Federer seis veces por nada. Mentalmente, es muy fuerte", declara el prometedor escocés
"Lo tenía más perdido que ganado en diferentes fases", dice el español, que firmó su triunfo a las dos de la madrugada
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El español habría lamentado la derrota durante mucho tiempo: pocas veces se encontrará con un camino mejor para llegar a la final del primer torneo anual del Grand Slam. Ayer le tocó jugar contra Murray, de 19 años, que pronto estará entre los diez mejores del mundo. Mañana, en los cuartos de final, le espera el chileno Fernando González. Y en las semifinales, en su caso, el alemán Tommy Haas o el ruso Nikolay Davydenko. Cuatro jugadores excelentes, sin duda importantes, pero sin pedigrí y asequibles para su juego de choque y desgaste. La cuenta de Nadal al final del día refleja, sin embargo, lo que le costará completar el viaje: jugó un partido a cinco sets (6-7, 6-4, 4-6, 6-3 y 6-1), estuvo hasta las dos de la madrugada sobre la pista Rod Laver y afrontó tres horas y 51 minutos de juego.

Para empezar, Nadal perdió el duelo en la grada. Con el ambiente en contra, bajo un frío que pelaba, paradojas del cambio climático y del turno de noche, el manacorense encontró en Murray a un rival molesto e inteligente. Un perro, que dicen los tenistas. El escocés buscó puntos rápidos para que Nadal no entrara en calor. Le retó, ahora un golpe al fondo, luego una dejada, con la intención de que no cogiera el ritmo. Y le remató con un saque imponente, a años luz del mostrado por el balear, que estuvo fallón cuando buscó velocidad y lamentablemente lento cuando apostó por la fiabilidad.

A Murray, claro, le entrena Brad Gilbert. Y Gilbert, por cuyas manos han pasado el último John McEnroe y el mejor Andre Agassi, sabe un rato largo de tenis. Por eso Murray nunca abrió el grifo del peloteo. Por eso Nadal nunca encontró oportunidad de activar el molinillo de sus piernas. Y por eso el español no entró en ese punto de ebullición, de explosividad apasionada, que tan bien le sienta a su juego. En sus primeros tres sets, fue un partido sin alma. Y Nadal siempre ha preferido los calientes.

El juego de Nadal ha crecido en el torneo en la medida que lo han hecho la profundidad de sus tiros. Si no llega a las líneas, si no encuentra el fondo de la pista, su tenis es atacable. Se convierte, según confiesa Toni, su tío y entrenador, en un tenista "vulgar". Vive a la defensiva. Y no controla el ritmo. Los defectos de su juego, un saque más que mejorable y una volea en construcción, fueron explotados ayer por Murray, que hizo buena una nueva receta para complicar la vida al número dos del mundo: convertir toda la pista en una posibilidad, en una opción de ataque. Jugar sin un patrón repetitivo y, en consecuencia, con un esquema impredecible. Y no dejarse intimidar por la exhuberancia física de Nadal, que, de un tiempo a esta parte, no se sabe si a propósito o inconscientemente, espera a sus adversarios entre saltos y carreras, mirándoles a los ojos, como si en vez de sortear el saque estuviera esperando a que se iniciara un combate de boxeo. Con esas armas, el británico le arreó un meneo de aquí te espero al español.

Para que la pista no se inclinara a favor de Nadal, Murray, que se dolió a ratos de su costado derecho, utilizó una táctica tan vieja como el deporte. "Paciencia", se gritaba a sí mismo mientras esperaba los fallos del contrario. A Murray le acusan sus compañeros de no tener golpes ganadores, de no asumir riesgos. Anoche, sin embargo, demostró que es mucho más que una pared al otro lado de la pista. Tuvo golpes fantásticos. Unos, demoledores. Otros, profundos y desgarradores. Algunos, casi todas sus dejadas y una volea espectacular a contrapié y en el aire, inexplicables. Demostró una comprensión íntima de la esencia del juego. Carga con un cuerpo estirado y unos brazos en proceso de musculación, pero pega duro, corre que se las pela e intuye qué hay que hacer y dónde hay que hacerlo en cada momento. A veces, falla. Muchas veces, sobre todo ayer, acierta. Por algo es el único tenista, excepción hecha de Nadal, que ganó el año pasado al suizo Roger Federer, el número uno mundial.

"No estoy disgustado", dijo tras su derrota Murray; "siento que jugué muy bien y estoy contento de la forma como luché. Unos puntos aquí y allí pudieron generar un resultado diferente. Mi táctica ha sido buena, pero tuve un poco de mala suerte. Nadal, seguro, estará entre los mejores de la historia. No ha ganado a Federer seis veces por nada. Hoy ha sido mejor porque es un competidor muy duro y, mentalmente, muy fuerte".

A favor de Nadal corrió su corazón, su capacidad competitiva, su amor propio y su afán por agarrarse a los errores de Murray. El español vive para competir. Cuando no le llega con el tenis, que tiene mucho y bueno, pone adrenalina. Y con eso compensa errores, como el que le costó el primer set, cuando tuvo un punto para ganarlo. O supera miles de bolas de rotura, como ayer. O una situación desesperada, que le dejaba fuera de la competición, fracasado en su aproximación a la pista dura y con todo su exigente plan de preparación en entredicho. Sólo un tenista con sus deseos de victoria podía agitar el partido y cambiar la dirección del viento, que soplaba para Murray, al que sólo le faltó un punto de madurez, un hervor, para saber echarle el cierre al encuentro. El escocés tuvo en su mano la victoria. En ese momento se impuso Roland Garros, la Copa Davis, el peso del número dos, la experiencia de Nadal. A Murray le tembló el pulso. Y eso le costó el partido. Nadal no perdona los regalos.

"Lo tenía más perdido que ganado en diferentes fases", reconoció Nadal; "he estado todo el rato con el agua al cuello. Será de los partidos que recuerde porque llevaba tiempo sin ganar a un rival de tanto nivel. Con ese saque, Murray ganará torneo grandes. He luchado. Necesitaba una victoria así. No sé cuál fue la diferencia. Quizás, la experiencia, el saber que puedo hacerlo". "Hoy recojo los frutos de tanto trabajo. Me he emocionado un poco al final. Me ha hecho ilusión. Ha sido importante, muy duro, un partido de un nivel increíble", concluyó.

Rafa Nadal celebra en el suelo su victoria sobre Andy Murray.
Rafa Nadal celebra en el suelo su victoria sobre Andy Murray.ASSOCIATED PRESS

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