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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Minucias escatológicas

José Hernández expone óleos y dibujos en los que la pesadilla se mezcla con el género del bodegón, con alusiones históricas y un elogio de la descomposición.

JOSÉ HERNÁNDEZ

'Sueño y vigilia'

Galería Leandro Navarro

Amor de Dios, 1. Madrid

Hasta el 20 de febrero

Con minuciosa precisión José Hernández (Tánger, 1944) dibuja y pinta cuerpos y figuras que se presentan ante el espectador con pavorosa realidad. Sin embargo, nada de lo que se puede ver en sus cuadros es real o corresponde al mundo de las criaturas reales, sino que parecen ser imágenes generadas durante el sueño o la alucinación, fragmentos de cuerpos nunca vistos que surgen en el transcurso de una pesadilla obsesiva que se hace presente en reiteradas apariciones. ¿Qué hay, pues, de real en estos cuadros? Al menos dos cosas: la convicción con que estas figuras son representadas y la precisa definición gráfica de formas, siluetas, contornos, texturas y apariencias de materialidad. Esta refinada técnica de representar lo corpóreo es empleada por Hernández para escenificar algo que sólo puede cobrar cuerpo en su imaginación.

Pero lo irreal disfruta también de diversas categorías por lo que hay que hacer un esfuerzo por determinar a cuál de ellas pertenecen estas fantasías, pudiendo situarlas dentro del género "escatología" en el doble sentido de ser imágenes de una vida de ultratumba y de ser cosas excrementicias, ya que estos seres, extraños huesos de los que cuelgan jirones de carne, parecen encontrarse vivos, aunque en un avanzado estado de descomposición.

Se trata de descoyuntados miembros que asoman tras una puerta o ventana, que parecen querer adelantarse, intentando atrapar algo, y ocupar un espacio, respondiendo a una coreografiada pesadilla alejada de los tópicos trucos empleados por los surrealistas.

Obviamente el surrealismo ha cruzado por las obras de Hernández, pero algunos óleos, que hacen referencia al tiempo, muestran explícitamente otra influencia más profunda, la de los pintores barrocos españoles de bodegones, como Sánchez Cotán, que cuelgan de una desnuda ventana, con la severidad de lo eterno, los frutos más modestos que se pueden servir en el refectorio.

Pero en los cuadros de Hernández el tiempo ha hecho ya su aparición ajando la piel de lo vivo y consumiendo la carne. Pero no parece destilarse de estas pinturas una lectura moral, como la que proponen las vanitas contrarreformistas, sino más bien una voluntad actual de provocar en el espectador sensaciones no deseadas (el sobresalto del horror o el susto ante lo inesperado), que también intentan conseguir artistas posmodernos tan festejados como Damien Hirst, pero Hernández no necesita recurrir a complejas construcciones para conseguirlo, le basta con deleitarse en la representación del detrito que es recreado por él utilizando técnicas del virtuosismo preciosista que fue ideado para representar la belleza y lozanía de lo vivo.

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