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Borges, los libros y las mujeres

Cuando aún era un adolescente, Alberto Manguel fue lector de Borges. Esa relación duró dos años. De aquellas sesiones Manguel recuerda: "Le conocí a mediados de los años sesenta cuando ya era ciego. A los 13 años empecé a estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires y durante ese tiempo trabajé en una librería angloalemana. Borges venía allí a comprar sus libros y me pidió que fuese a leerle. Descubrí los autores que le gustaban y descubrí cómo leer. Era el lector más extraordinario que he conocido en mi vida. Yo no lo sabía entonces, pero lo sé ahora. Cuando él quedó ciego, en los años cincuenta, decidió que no escribiría más prosa. En cambio, aún podía componer poemas como si fueran música y luego dictarlos. Pero en la época en que le conocí volvió a escribir cuentos y le interesaba ver el trabajo de los grandes cuentistas. Para ello le leí a Kipling, a Henry James, a Chesterton. Yo leía y él decía: '¡Ah, qué interesante ese verbo, él lo va a usar después, pero con otro sentido, va a ver que es el mismo verbo', así varios ejemplos referidas tanto a las palabras como a las pausas. Ésa era la forma que tenía de leer. Yo era sólo una voz anónima que le servía como sus ojos". Después, frente al retrato de Bioy Casares y Silvina Ocampo, Manguel recuerda a Estela Canto, la que fuera el amor de Borges: "Una mujer apasionada e impetuosa. Cuando Borges le pidió que se casase con él, ella le contestó: 'Bueno, Borges, yo soy una mujer que he leído a Bernard Shaw y, por lo tanto, no nos casamos si no nos acostamos primero'. Borges se aterró y ahí acabó el compromiso".

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