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Rusia amenaza con dejar de enviar gas a Georgia y Bielorrusia

Rusia no está dispuesta a continuar vendiendo su gas a precios que no son de mercado, política que ha decidido aplicar no sólo a los países vecinos con los cuales tiene problemas, como Georgia, sino también a Bielorrusia, que es su aliado y a cuyo régimen apoya, a pesar de que EE UU y Europa lo consideren la última dictadura del continente. Con esta política, Rusia busca defender sus intereses económicos y está dispuesta a cortar el abastecimiento a los mencionados países si éstos se niegan a pagar el precio que el monopolio estatal Gazprom considera justo.

La única forma de que Gazprom pueda rebajar los precios del combustible es si los países en cuestión se avienen a venderle activos en sus cadenas de distribución y comercialización del gas. En Bielorrusia, por ejemplo, querría obtener el 50% del Beltransgaz, compañía que también controla el gasoducto por donde pasan las exportaciones hacia Europa. Precisamente esta última circunstancia significa que, si Rusia cumple sus amenazas, el abastecimiento de gas hacia Polonia y Alemania podría verse afectado. El corte de los suministros de gas a Ucrania a principios de año tuvo efectos negativos para varios países europeos.

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El portavoz del monopolio ruso, Serguéi Kupriánov, declaró recientemente que no excluye que Gazprom se vea obligado a cortar los suministros a Bielorrusia, aunque agregó que "odiaría" tener que hacerlo. Hasta este año Rusia vendía los 1.000 metros cúbicos de gas a Bielorrusia por sólo 46,67 dólares (35,32 euros); ahora pide unos 200 dólares. Si Gazprom llega a un acuerdo y logra comprar el 50% de Beltransgaz, podría reducir ese precio a menos de 140 dólares.

Bielorrusia no puede argumentar que los nuevos precios están políticamente motivados, ya que el régimen autoritario de Alexandr Lukashenko cuenta con todo el apoyo del Kremlin.

El caso de Georgia, que sufre un bloqueo por parte de Rusia, es diferente y el régimen de Mijaíl Saakashvili denuncia que el aumento de 110 a 230 dólares los 1.000 metros cúbicos es el castigo del Kremlin por la política prooccidental de Tbilisi.

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