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Reportaje:

Un país de fantasmas

El periodista británico Giles Tremlett sostiene que el desacuerdo respecto a la historia es hoy la gran causa de las disputas en España

Javier Rodríguez Marcos

Como en el chiste: están un español y un inglés en un restaurante italiano y el ruido es tal que por un instante piensan en marcharse al museo del jamón, al otro lado de la calle. Al final callan las tragaperras, los platos y las cucharillas y se quedan. El inglés se llama Giles Tremlett y acaba de publicar España ante sus fantasmas (Siglo XXI), un libro que tiene tanto de viaje por la geografía como por la actualidad de un país en el que ha vivido prácticamente los últimos veinte años y en el que actualmente ejerce como corresponsal del diario británico The Guardian. El libro de Tremlett, publicado este mismo año en el Reino Unido con gran éxito y actualizado hasta el último momento para la versión española, se abre con una reflexión sobre el ruido como parte del aire que respiran los españoles y continúa con uno de los asuntos que más bulla parlamentaria sigue produciendo: la memoria histórica. Tremlett recuerda que en uno de los primeros entierros de víctimas procedentes de una fosa común había cuatro periodistas: uno del rotativo local, los respectivos de The New York Times y CNN y él mismo. "Eso da una idea de la importancia que la Guerra Civil tiene todavía para los extranjeros. Marcó a toda una generación", apunta el corresponsal, nacido en Plymouth hace 44 años.

"Hay que abrir las fosas y, a la vez, dejar en pie los monumentos del franquismo"

Una fosa común en un pueblo de Ávila, el Valle de los Caídos durante una misa en recuerdo de Franco, un prostíbulo en la autopista de Valencia, un paseo por las "malas calles" del flamenco sevillano y varias visitas al País Vasco, Cataluña y Galicia para medir la temperatura de los nacionalismos periféricos son algunas de las estaciones recorridas por un autor afincado en Madrid que ya ha renunciado a convertirse en un "seudoespañol" para disfrutar de su condición de "intruso integrado". Ese estatus, afirma, le permite sostener opiniones aparentemente contradictorias para un español: "Como antes se decía más Europa, yo ahora diría más historia. Y eso supone, por un lado, exhumar las fosas de la guerra y, por otro, dejar en su sitio los pocos monumentos del franquismo que queden en pie. Lo que hay que hacer es explicar qué pasó realmente porque la tendencia aquí ha sido nombrar a las víctimas pero no a los verdugos. Al final parece que todos eran demócratas y el único franquista era Franco. O que no había franquistas catalanes y vascos". Con todo, para el corresponsal británico, la posibilidad de que se reediten las dos Españas tiene poco futuro: "Me preocupa una división nueva, la que se está produciendo en torno al 11-M", una fecha respecto a la que vuelve a no casarse con nadie: "Yo no he visto ninguna prueba fiable de la intervención de ETA, pero tampoco creo que el Gobierno del PP diseñara una estrategia para culpar a los terroristas vascos. Simplemente, metieron la pata y gestionaron fatal el tema. Se les puede acusar de incompetencia, pero no de engaño". Como la memoria histórica, los atentados de Madrid alimentan uno de los fantasmas a los que alude el título de su libro: el desacuerdo sobre la historia. "Las polémicas sobre la República, la Guerra Civil, el franquismo o el Estatut parten de ese gran desacuerdo. Y para colmo, aparece Aznar hablando de la invasión árabe en el año 711". ¿Se trata de algo exclusivo de España? "Es la herencia de la dictadura. En el Reino Unido tenemos una narrativa histórica más aceptada. Está hecha de historia, mitos e historia mal contada, pero nos hace sentir cómodos. En España no existe esa comodidad". Con todo, Tremlett, que lleva dos décadas pateándose el país, afirma que a los ciudadanos de a pie les mueven motores distintos que la política. Y más poderosos: "El comercio, los medios de comunicación, la liga de fútbol... La política intenta moldear a la gente, pero la gente no se deja. Los españoles, por lo general, son maravillosos e imaginativos infractores de cualquier clase de normas". ¿Bilbao, Sevilla, Barcelona y Santiago se parecen más de lo que se diferencian? "Hay una pequeña globalización. Las distancias se han reducido y se ven los mismos programas de televisión. Esas ciudades se parecen cada vez más, y también se pelean cada vez más por aquello que las diferencias".

Guiri con enchufe

"Dondequiera que estén, los españoles saben apañárselas para acostarse tarde", afirma irónico Giles Tremlett, que, con desparpajo de corresponsal, señala que en España el último tabú informativo es la monarquía, "aunque gente como Buenafuente y Eva Hache empiezan a romper ese tabú". Dos españoles que se acuestan tarde. El periodista británico dedica uno de los capítulos de su libro a la corrupción, y lo hace predicando con un ejemplo: harto de que la compañía del gas le diese largas para una instalación, tiró de sus contactos como periodista. Acababa de cambiar la flema británica por un invento castizo: el enchufe. "Mi suegro, inglés, no daba crédito. Mi suegra, panameña, comentó: 'Todo el mundo es Panamá'. Yo fui a Oxford, y en el Reino Unido eso es un enchufe de por vida". Con enchufe o sin él, hace tiempo que Tremlett dejó de ser un guiri. Sus hijos son españoles y él espera ilusionado la riqueza que la inmigración -"el síntoma más evidente del éxito de España"- traerá a este país cuando sus miembros accedan a la cultura. Eso sí, avisa, la primera recesión económica, "que llegará antes o después", será la gran prueba: "Cuando los españoles se disputen el trabajo con los inmigrantes, veremos si son o no racistas".

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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