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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Corrosión de las instituciones

Enrique Gil Calvo

De un tiempo a esta parte, el mercado del ensayo sociológico aparece con frecuencia dominado por el best seller apocalíptico, que eleva su voz de alarma contra los nuevos males sin cuento que amenazan con socavar los cimientos de la sociedad posindustrial. Pero, entre la usual hojarasca de panfletos catastrofistas, a veces brillan con luz propia algunas obras especialmente notables. Para muestra, he aquí dos botones relacionados entre sí, pues sus respectivos autores, auténticas celebridades en la materia, se citan profusamente el uno al otro. Y ambos recurren a un género literario muy frecuentado, cuyo nudo argumental se basa en la fórmula del paraíso perdido y la caída original: nuestra sociedad se las prometía muy felices cuando de pronto todo se torció por culpa de su codiciosa ambición. La primera matriz de este relato fue acuñada por Marx y Engels en el Manifiesto comunista, cuando registraron notarialmente el derrumbe de la sociedad tradicional arrasada por la modernidad capitalista con una célebre jaculatoria: "Todo lo sólido se desvanece en el aire". Pero hoy se sigue el mismo esquema para denunciar los perversos efectos generados por la irrupción de la llamada globalización, con todas sus secuelas liquidadoras de las instituciones previas.

VIDA LÍQUIDA

Zygmunt Bauman

Traducción de Albino Santos Mosquera

Paidós. Barcelona, 2006

206 páginas. 12 euros

LA CULTURA DEL NUEVO CAPITALISMO

Richard Sennett

Traducción de Marco Aurelio Galmarini

Anagrama. Barcelona, 2006

187 páginas. 15 euros

Zygmunt Bauman es un sociólogo polaco naturalizado inglés que se dio a conocer con un célebre ensayo, Modernidad y Holocausto (Sequitur, 1997), inspirado en Hannah Arendt, donde hacía derivar el totalitarismo genocida del desarrollismo modernizador. Así inició una carrera de éxitos editoriales que alcanzaría la cúspide con su obra La modernidad líquida (FCE, 2002), en la que analizaba los efectos corrosivos de un capitalismo globalizado que está disolviendo ineluctablemente la anterior solidez de la sociedad industrial. ¿Y cuál es el pecado original que precipitó su caída?: la venalidad o afán de lucro, que ha llevado primero a privatizar y después a consumir las instituciones públicas que vertebraban nuestra sociedad, hasta el punto de liquidarlas y dilapidarlas. Y a partir de su acierto, Bauman ha proseguido extendiendo su fórmula de la liquidez a otras obras posteriores, como Amor líquido (FCE, 2005) y ahora esta Vida líquida, un mosaico de ensayos breves donde rastrea la liquidación del individualismo, la celebridad, la cultura y el arte, el espacio público, el consumismo o la formación continua. La paradoja es que Bauman tiende a caer en la misma liquidación de la solidez que tan acerbamente critica, como sucede por ejemplo con su denuncia de la sociedad del miedo (en su texto sobre el espacio público), cuyo principal efecto es enseñarnos a temerla mucho más todavía.

El prestigio de Richard Sen

nett es más antiguo. Este introductor de Michel Foucault en EE UU alcanzó notoriedad en los setenta con obras como El declive del hombre público (Península, 1978) y Narcisismo y cultura moderna (Kairós, 1980). Pero mucho tiempo después obtuvo el Premio Amalfi de los sociólogos europeos con su libro La corrosión del carácter (Anagrama, 2000), donde analizaba los devastadores efectos de la precariedad laboral sobre la identidad personal. Pues bien, en esta refundición de tres conferencias en Yale también sigue la misma senda de aquel libro, pero esta vez su propósito es algo más amplio. Ya no se trata sólo de analizar cómo el trabajo flexible disuelve la continuidad de las biografías, sino de analizar también como disuelve la continuidad de las instituciones.

Y aquí hay mucho de melancolía generacional, pues ese mismo fue el programa contracultural de la Nueva Izquierda en la que el joven Richard Sennett participó durante los años sesenta: la anhelada corrosión de las instituciones. Pues bien, allí donde la Nueva Izquierda fracasó, el capitalismo ha triunfado sin querer en la misma empresa, acabando por disolver todas las instituciones que antaño sujetaban a las personas a la estructura social. Y para ello este libro analiza primero el modo en que las burocracias disuelven su estructura interna acabando por consumirse a sí mismas. Después analiza el modo en que la meritocracia disuelve su razón de ser, que era la gratificación aplazada, pues ahora se recompensa a las personas no por sus hechos probados sino por su capacidad potencial, imposible de probar. Y por fin analiza el modo en que la capacidad de consumo está disolviendo la vida pública, al convertir al ciudadano activo en perpetuo consumidor impaciente. En fin, una catarata de ideas brillantes, apenas desarrolladas, pero que recuerdan al mejor Hirschman, tan citado (y mal traducido) en este libro.

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