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Columna
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Pilares

Las instituciones son los pilares de la sociedad y la vida ciudadana. La trascendencia económica es indiscutible y la misión de aportar consistencia y estabilidad al panorama político es un factor que, en muchos casos, ha merecido diferentes interpretaciones.

Desde hace dos décadas los agentes económicos valencianos se han quejado de la insuficiencia en las infraestructuras de la Comunidad Valenciana para afrontar, con garantías, los retos económicos.

Temas ampliamente debatidos del calibre del imprescindible comercio exterior, la innovación, la investigación, los servicios avanzados y la prescripción empresarial, las relaciones con la Unión Europea o con la Organización Mundial de Comercio, son aspectos que, difícilmente, se pueden olvidar desde el aislamiento y la acción individual y francotiradora. Aislados no se puede abordar la competitividad internacional ni alcanzar a quienes, desde otras zonas de España, nos llevan un considerable adelanto.

Los valencianos no disponemos de los capitales necesarios ni de las técnicas avanzadas que requiere nuestra puesta a punto en materia económica y empresarial. Disponemos de fórmulas capitalistas con raíces rurales y ancladas en el pasado.

Las organizaciones empresariales, que ya adquieren consistencia institucional, se abren paso en circunstancias adversas. Desde 1977, se puede hablar, sin exagerar, de un continuismo positivo en la existencia de organizaciones empresariales plenipotenciarias e independientes. En el apartado del blindaje que requieren las asociaciones empresariales para presumir de independencia, los poderes políticos de todo signo han intervenido y no precisamente para salvaguardar la libertad y la autonomía de estos colectivos. Y los políticos, unos más y otros también, se han equivocado cuando pretenden utilizar las organizaciones empresariales en defensa de sus intereses ideológicos y electorales.

Los empresarios valencianos han dispuesto de resortes institucionales notorios, activos y eficientes cuando la economía autonómica ha dado señales de salud que van más allá de que cuatro oportunistas, algún especulador y otros bufanúbols i trencaperilles sean capaces de medrar al calor del poder advenedizo.

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La economía valenciana tuvo una época de esplendor en el entorno de finales del siglo XIX, antes de la guerra de Cuba en 1898. En Valencia se crearon importantes empresas por acciones y la actividad, que hoy llamamos versátil, se desarrolló hasta el descalabro de Cuba en las inmediaciones de la plaza de Rodrigo Botet de Valencia. El grupo del Marqués de Campo -ya recibe el calificativo de asociación-, se abrió paso, tal como relató con detalle Ernest Lluch. El grupo del Marqués de Campo invirtió, estableció alianzas internas y externas, introdujo el ferrocarril, modernizó la ciudad de Valencia y expandió el comercio, fundamentalmente, con el ferrocarril como medio de transporte favorito, junto a la modalidad marítima, desde los principales puertos activos del litoral autonómico.

Los expertos en estos temas afirman que la calidad institucional y el crecimiento económico se desarrollan juntos. Una sociedad madura y con expectativas de futuro, tiene organizaciones, entidades e instituciones de carácter empresarial, fuertes y con solera. Los agentes económicos han de disponer de normas reconocidas que regulan la actividad, y no pueden prescindir de la eficacia y transparencia de las administraciones públicas.

Las políticas macroeconómicas seguidas por los gobiernos forman parte del marco institucional, donde destacan las normas de juego en donde los empresarios ineludiblemente tienen que actuar. Influyen en el quehacer económico, la inflación, el endeudamiento público, el tipo de cambio y los tipos de interés, porque dan lugar a distracciones que entorpecen la inversión productiva y la apertura de mercados exteriores. En todas estas materias y en otras ligadas a la Unión Europea y al comercio internacional, a menudo nos encontramos con favoritismos que presionan para que sea posible que los grupos dirigentes desvíen rentas a su favor.

Las instituciones económico-empresariales son, o deberían ser, pilares sólidos, firmes y modernos para un entramado económico que no debe dormirse en los laureles de una actividad efímera que, en cualquier momento puede cambiar o entrar en crisis por factores impredecibles. Las organizaciones empresariales han configurado el desarrollo económico valenciano, y si esas entidades no existieran tendríamos que inventarlas de nuevo. Sin esos pilares la economía valenciana, sería diferente o eventualmente no existiría.

En materia económica estamos en la órbita de la Unión Europea y de la OCDE No podemos pasar de ellos porque somos parte de un mismo conjunto. Cada día las decisiones individuales son más incomprendidas y todas ellas han de concentrarse en los valores sociales de la mayoría.

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