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Entrevista:ADRIANO GONZÁLEZ-REGUERAL | Representante de UNICEF en Haití

"Aquí hay 300.000 huérfanos de sida"

Adriano González-Regueral (Portbou, 1952) era hasta hace unos meses el único representante español en Unicef en Haití. Hombre afable, de conversación vertiginosa y fuertes convicciones, representa a esta organización de Naciones Unidas en Haití desde julio de 2005. Durante 15 años luchó por los derechos de los niños en África. En Irak coordinó programas de emergencia y en Latinoamérica defendió a los más pobres, los indígenas. Ahora desarrolla programas de vacunación y educación en Haití, el país menos desarrollado del hemisferio occidental. Pide un zumo de melocotón del que se olvida un buen rato y habla de un país que está "a una hora y media de Miami, en el que los niños aún se mueren de enfermedades evitables con vacunación".

"Hay ya 7.500 niños que necesitan tratamiento contra el sida, y sólo llegamos a 200"
"Hay zonas donde no podemos entrar a vacunar porque hay tiros y bombas"
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Pregunta. ¿Qué fue lo primero que se encontró al llegar a Haití?

Respuesta. Lo primero que me encontré nada más bajar del avión es al oficial de seguridad de Unicef esperando para decirme que habían secuestrado al padre de uno de nuestros empleados nacionales de logística. Lo segundo, que habían ametrallado la casa de una mujer haitiana a altura de hombre. Ése fue el recibimiento, que indica que las condiciones de trabajo allí, sobre todo para los nacionales, son muy duras. Es muy difícil obtener permiso para trabajar en las zonas más conflictivas. A pesar de eso ha habido presencia efectiva de Unicef desde hace 40 años.

P. ¿Qué idea traía en la cabeza cuando llegó?

R. Yo tenía la suerte de haber estado antes en Haití, un mes en 2004, para dar apoyo a las acciones de emergencia después del ciclón Jeanne, pero me faltaba mucho por ver y por aprender. Lo único que sabía es que debes tener mucho juego de cintura.

P. ¿Cuál es su labor allí?

R Desarrollar diversos programas, como el de educación, el de salud y el de protección. El de educación tiene dos componentes: la vuelta a la escuela para los niños que han dejado de ir por razones de violencia o pobreza. Y dar material a todos los niños que tenemos en la escuela, más de 70.000. Al mismo tiempo, estamos trabajando con el Banco Mundial y con el Ministerio de Educación, para hacer un programa a escala amplia de vuelta al cole. Mandar a todos los niños al cole de aquí a 2015, costaría 78 millones de dólares más de lo que se da cada año.

P. ¿Y el programa de salud?

R. Es, principalmente el de vacunación. En Cité Soleil, el barrio más duro de la capital, Puerto Príncipe, hicimos antes de las elecciones de marzo una campaña en la que se vacunó a todos los niños y mujeres en edad de procrear. Se vacunaron 23.000 niños y una cantidad mayor de mujeres de esa zona, y hubo gente que vino desde otros barrios.

P. Eso es una buena cifra.

R. Sí. El problema es llegar a todas partes. La cobertura sanitaria es de sólo el 20%. Intentamos reforzar el sistema público, pero apoyamos también a los privados para tener centros fijos de vacunación, porque lo más importante es que una madre con su niño o niña lo pueda vacunar inmediatamente.

P. ¿Y la protección?

R. El círculo violencia-pobreza en el que están los niños complica los problemas existentes y los hace aún más vulnerables.

P. ¿De qué modo?

R. Está el caso de los niños con VIH/SIDA, que sufren una exclusión en el ámbito familiar. Hay 300.000 huérfanos de sida. Esto supone el 20% de los niños menores de 18 años. Hay unos 7.500 niños que necesitarían ya tratamiento de retrovirales contra el sida

y sólo estamos llegando a 200. Otros 2.800 niños están en la calle, y hay 175.000, mínimo, de criaditos y criaditas. Niños que están en situación de esclavitud doméstica. Los padres se los dan a una familia, para que estudien. Pero el hecho es que los niños no estudian y sufren maltrato y abuso sexual. Y al menos otros 2.000 son traficados a la República Dominicana cada año. Otros 1.000 niños están en grupos armados...

P. ¿Hay algo peor?

R. La violencia. Es lo que impide que haya inversión, hace que el capital que se genera salga, que la gente piense en emigrar...

P. ¿Cómo se trabaja en un sitio así?

R. Es muy difícil. Haití está a hora y media de Miami en avión, y podría señalarle zonas donde no podemos entrar a vacunar porque hay tiros y bombas, y los niños se están muriendo de enfermedades evitables

P. ¿De qué forma se lucha contra eso?

R. Trabajando en red, con estructuras de gobierno. Con Educación, Asuntos Sociales, Salud y con muchas ONG. Lo que intentamos es poner a todo el mundo en red. Nosotros organizamos, damos apoyo técnico y económico. Además, en Unicef todos los fondos que tenemos es porque la gente nos los quiere dar, no hay ningún dinero que entre regularmente.

P. Y ahora, ¿cómo se siente?

R. Cansado. Pero también siento que se ha abierto una ventana auténtica de oportunidades: se han logrado elecciones democráticas, hay un Parlamento representativo y un Gobierno en el que el pueblo se reconoce y que dice que quiere hacer cosas. Cuando llegué había un Gobierno interino, mucha desazón social y una violencia mucho mayor. Se ha mejorado pero tampoco es para echar cohetes, aún queda mucho por hacer.

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