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Reportaje:

Los detectives van a la moda

Investigadores privados colaboran en la lucha de las grandes marcas de lujo contra las imitaciones

Para cuando Loewe enseñó al mundo este verano la reedición del mítico bolso Amazona para celebrar su 160º aniversario, a 700 euros la pieza, algún listo ya estaba fusilándolo en ese mismo momento para venderlo después a 20 euros (imitación de andar por casa), a 200 (bastante más presentable) o cerca de 500 si hablamos de piel. En las imitaciones, cómo no, también hay niveles. Todas las grandes marcas que uno pueda imaginar, Louis Vuitton, Chanel, Hermès, Dior, Gucci, Burberry, Rolex... ven todos los días cómo sus objetos de lujo son copiados hasta la saciedad. Y tiene algo de gracia o, si se prefiere, de paradoja: varias casas consultadas admiten que el hecho de que su marca sea imitada también es "sinónimo de éxito". Lo cual no quita que luego la lucha contra este fenómeno sea a muerte.

"Tratamos de investigar toda la cadena, cuanto más alto de la pirámide, mejor", dice un detective
Vuitton tiene en París un departamento dedicado exclusivamente a combatir las imitaciones
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El actor que huele a éxito

Todas las firmas han recurrido en los últimos años a prestigiosos despachos de abogados y de detectives privados, que a su vez mantienen mucha fluidez con la policía, que admite estar "desbordada". Vuitton, una de las más copiadas y por ende una de las más peleonas, recurre desde el año 2000 a investigadores privados, según fuentes policiales y judiciales. La propia firma reconoce que aplica una política de "tolerancia cero", que se traduce en que cuenta en París con un departamento dedicado sólo a la falsificación, con 40 personas desplegadas en las principales zonas de actividad: París, Tokio, Seúl, Hong Kong, Shanghai, Nueva York y Buenos Aires. Otra gran marca, que prefiere el anonimato, revela que en Londres una docena de personas trabajan en la búsqueda de falsificaciones las 24 horas del día.

Damián Fuentes, jefe de la sección de Delitos contra la Propiedad de la Comisaría General de la Policía Judicial, es todo un experto internacional en esta materia, en la que ha invertido ocho años desde que estalló el fenómeno, a finales de los noventa. Su despacho está forrado de diplomas, de fotografías con algún actor, como con Juan Luis Galiardo entregándole alguna placa. Dice que ahora se percibe un "repunte" del fenómeno, y relata de principio a fin cómo un objeto de minorías acaba arrasando en la calle. La primera fase es la captación de la información, que normalmente se produce en las pasarelas. "Las marcas están invirtiendo ahora mucho dinero en registrar los modelos, porque a veces los imitadores incluso se adelantan en la salida. El infractor se aprovecha del éxito del producto, pero sin invertir en I+D".

Después llega el intermediario. Su función es ponerse en contacto con un punto de fabricación, generalmente en el sureste asiático. Y se va directamente a China. Allí, bajo la apariencia de un gran hotel, se esconde un muestrario a lo bestia. Cada habitación es un escaparate donde elegir. Entonces encarga por ejemplo un chanel a su medida, al gusto del país consumidor. Cadena dorada o plateada; en piel blanca, negra; anagrama dorado... Y también efectúa los pagos.

Sociedad instrumental

Entonces aparece el importador masivo, que trae la mercancía a España. Normalmente lo hace a través de las aduanas cuya vigilancia no suele ser muy difícil de vulnerar por falta de medios materiales y humanos. En esta fase, el infractor importa a nombre de una sociedad instrumental cuyo administrador es un testaferro, explica el inspector Fuentes. "Además, para darle un plus de seguridad", añade, "cuando en la aduana de Valencia, por ejemplo, les paran para revisar uno de los contenedores, el resto prueban a llevárselo a otro puerto, como Rotterdam o Nápoles, y últimamente a Grecia vía Atenas". Y de ahí, si son grandes cantidades, llegan por carretera; si son pequeñas dosis, la mensajería lo distribuye en partidas de 20 a 200 kilos. En ambos casos, el destino de la mercancía son grandes naves industriales. Hasta hace poco, el Polígono Cobo Calleja (Fuenlabrada), el mayor de Europa, recibía toda la partida de una vez. Pero éste ya está quemado. Ahora prefieren polígonos alejados de las "zonas calientes", como Toledo. Todo este proceso vale para el chanel que se importa enterito, porque también se puede traer por piezas. Por un lado, las telas cortadas; por otro, los herrajes, las cremalleras... En cuanto al montaje, la policía admite que Alicante cuenta con una larga tradición.

¿Y cuándo entra en escena el detective? Puede ser en cualquier momento. Dice que se llama Fernando y tira por tierra todos los tópicos. No se parece en nada a Sam Spade, aunque como él acabe persiguiendo un objeto falso. Tiene 30 años, no fuma, de beber pide agua, y en lugar de gabardina lleva una chupa de cuero y una pequeña bandolera. Ha realizado los tres cursos exigidos en el Instituto de Criminología y tiene licencia homologada por el Ministerio del Interior. Desde el año 2000, con la Ley de Enjuiciamiento Criminal, sus informes son pruebas en un juicio. Eso sí, Fernando es bastante hermético, como reza el mito. Le contrata una marca o un despacho y trata de ser "el ojo y el oído del cliente". A veces se pone en acción las ventas de una tienda se hunden. Casi seguro que alrededor hay una manta, y él tiene que averiguar dónde. O un almacén. "Hay que investigar cualquier elemento de la cadena, y cuanto más alto de la pirámide, mejor". A veces, cuenta, está en un mercadillo, enfoca el zum, y de pronto alguien que le ve se le acerca gritando. "Si se pone violento, lo mejor es irte".

Delitos separados

Considera que el fenómeno de las falsificaciones "está muy extendido" porque cree que "la gente no tiene conciencia de que es un delito". Así es. Según la Asociación Nacional para la Defensa de la Marca (Andema, que cuenta entre sus asociados a Burberry, Nike, Saint Laurent, Hugo Boss, Vuitton, Inditex y un largo etcétera), en España hay "bastante impunidad, es más eficaz una inspección de la Agencia Tributaria que una denuncia contra la propiedad industrial", dice una portavoz.

En España, frente al criterio anglosajón, los delitos contra la propiedad industrial y la intelectual están separados. Y mientras el segundo no hace falta registrar la obra para ser su autor (lo es desde el momento en que la crea), en el delito contra la propiedad industrial (marcas, patentes..., el que afecta a las falsificaciones) hasta que no se inscriba una marca no existe autor. Desde Andema advierten de que esta diferenciación "favorece la impunidad, porque pocos jueces ven grave un delito contra la propiedad industrial, mientras que en un robo sí ven delito. Por eso se suele recurrir a la vía civil, a la demanda por daños y perjuicios, lo cual es muy difícil de calcular pues se trata de un daño moral". Y éste ¿cómo se calcula?

De India a La Moraleja

En las falsificaciones hay clases. Una: la más burda, que se vende en la manta. Un vuitton de 800 euros se puede conseguir a 20. Dos: bastante mejor, dirigida a un público más restringido. El vuitton sube a 150 euros. Y la mejor: imitan hasta las medidas de seguridad y con una calidad cuando menos idéntica a la original. El precio, 500 euros. "Son tan perfectas que requieren potentes microscopios para detectar la falsedad", dice el inspector Fuentes. ¿Dónde se venden? "La red es como la del Tupperware", explica. Es decir, en casas de alto poder adquisitivo. No hace mucho, la policía desmontó una red en la cual vendía los bolsos una residente de la muy exclusiva urbanización de La Moraleja. A ésta se los había distribuido una vecina de la localidad de Getxo (Vizcaya), que los había traído directamente de India. Este país, según la policía, "viene pegando fuerte" en este negocio. En todo caso, cuando se habla de falsificaciones se habla de grandes redes de delincuencia que mueven cifras millonarias. Tanto que la policía se atreve a asegurar que en China la falsificación ha sido un factor clave en su despegue económico.

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