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Crónica:Fútbol | Décima jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Atlético se lava la cara

El equipo rojiblanco, con unos grandes Agüero y Jurado, remonta y apabulla a un apático Villarreal

Javier Aguirre, el entrenador del Atlético, decidió prescindir de su trístemente célebre trivote y alinear juntos a los delanteros Agüero y Fernando Torres. El estadio Vicente Calderón no se transformó en un feliz sambódromo. Pero casi. El equipo rojiblanco marcó tres goles. Un frenesí inédito en casa durante toda la temporada. Un exceso que, sin embargo, pudo haber llegado casi a las dos cifras. Y no es una exageración. La cantidad de ocasiones del conjunto madrileño fue escándalosa. Especialmente, en el segundo tiempo. Entonces, Jurado ya estaba en el césped. Y él sí sabe bailar la samba. Sobre todo, con Agüero. El Atlético pasó de los veinte tiros, de ellos doce que acertaron entre los tres palos.

ATLÉTICO DE MADRID 3 - VILLARREAL 1

Atlético: Leo Franco; Seitaridis, Zé Castro, Perea, Pernía; Galletti, Luccin, Maniche (Gabi, m. 89), Antonio López; Torres (Jurado, m. 48) y Agüero (Costinha, m. 85). No utilizados: Cuéllar; Valera, Azcárate y Bravo.

Villarreal: Barbosa; Javi Venta, Fuentes, Cygan, Arruabarrena (José Mari, m. 46); Cani (Josemi, m. 61) , Senna, Somoza (Josico, m. 69), Riquelme; Nihat y Forlán. No utilizados: Viera; Quique Álvarez, Peña y M. García.

Goles: 0-1. M. 13. Fuentes cabecea una falta botada por Riquelme. 1-1. M. 36. Zé Castro peina una falta sacada por Pernía. 2-1. M. 45. Torres, de penalti. 3-1. M. 69. Pase al hueco de Jurado y Agüero pica el balón sobre Barbosa.

Árbitro: Pérez Burrull. Amonestó a Luccin, Pernía, Agüero, Cani y Nihat. Expulsó con la tarjeta roja directa a José Mari en el minuto 71.

Unos 50.000 espectadores en el Calderón.

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El pequeño argentino completó su mejor partido desde que está en España. En realidad, tampoco ha jugado tantos. Primero, ejerció de ariete junto a un Torres algo más retrasado. Y lo hizo bien. Después, con espacios, se alió con el ex canterano del Madrid para arrollar al grupo de Pellegrini. Agüero, pese a ser más bien chiquitito, remató de cabeza. Regateó, se escapó en velocidad, aprovechó los barullos... El Calderón le despidió con gritos personalizados y muchos aplausos.

Mientras tanto, el Villarreal creía que su pieza clave iba a ser Riquelme. Pero era el portero, Barbosa. El argentino hizo seis paradas extraordinarias. Y algunas otras de menor mérito. Una de esas intervenciones rozó lo milagroso. Agüero, claro. Agüero, remató a menos de dos metros y a bocajarro. Barbosa tuvo que predecir el vuelo de la pelota. Ni el ojo ni el cerebro son tan rápidos.

El Villarreal, que empezó marcando, mostró rapidamente su propósito de plantear un encuentro contemplativo, de paso de plomo y reloj de arena. Le entregó la ganzúa a Riquelme y el resto de los futbolistas del equipo castellonense esperaron, sesteando un poco, a que el argentino abriese la puerta. Lo consiguió gracias a una falta desde la derecha que colocó en la frente de Fuentes. Misión cumplida a balón parado. La estrategia funcionaba: mover morosamente el balón en abanico de un lado a otro de los tres cuartos hasta provocar una falta. Ya resolvería Riquelme. Y resolvió. Pero nadie contaba con que el Atlético replicase empezando a jugar al fútbol con velocidad y desborde por primera vez en todo lo que se lleva de campeonato.

Fernando Torres, que había recibido 48 horas antes la noticia de que no figura por primera vez en una lista de la selección española desde que Luis Aragonés es su máximo responsable, mejoró sustancialmente sus actuaciones precedentes. Eso sí, casi siempre muy a su aire. El madrileño forzó con una bonita maniobra el penalti que él mismo transformó y conectó en varias ocasiones con Maniche, con quien parece, por algún motivo, tener cierta complicidad en el césped. Pero El Niño se fue a la ducha a los tres minutos del segundo periodo. Se perdió algunos de los mejores pasajes de su equipo en bastante tiempo.

Olvidado el asunto de los tres pivotes anclando al equipo en el subsuelo, Maniche y Luccin se repartieron las tareas con inteligencia. El francés, notable en el aspecto de oscurecer a Riquelme, se incorporó al rechace en el ataque y siempre dio una salida con cierto vuelo a la pelota. Lo que no pudo hacer, claro, fue resolver los malentendidos que, muy especialmente en el primer tiempo, se traían entre sí los dos centrales, Perea y el joven portugués Zé Castro.

El cuadro de Pellegrini cada vez era más pequeño. Estaba más inerme. No hacía nada. Parecían pocos, incluso antes de ser realmente menos que su rival por la expulsión de José Mari. Ni Nihat ni Forlán se acercaron ni remotamente a sus mejores versiones. El resto, directamente, casi no existio. Ni en la defensa ni en el ataque.

El Atlético dio por primera vez en mucho tiempo la impresión de elaborar las jugadas y de tener recursos. Incluido el de remontar un resultado adverso en un campo, el propio, que hasta hace muy poco acobardaba a casi todos los futbolistas de su plantilla.

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