_
_
_
_
_
ESTILO DE VIDA

El perfecto cliché británico

Jeremy Hackett creó en 1983 una marca de ropa masculina a la que dio su apellido y que se convirtió en un símbolo del clasicismo inglés. Hoy se reinventa a sí mismo como Mr. Classic, un irónico columnista de moda y protocolo, y edita un libro que recopila sus mejores artículos

Hay sándwiches de pepino, 10 clases de té y cócteles a base de Pimm's. Se echan carreras de sacos y se corre con cucharas en la boca sosteniendo huevos duros. Las periodistas de moda, casi todas chicas, se relajan en las mantas dispuestas sobre el césped. Los modelos, casi todos chicos, llevan, o bien perfectos trajes, o bien impolutos polos de rugby. En el universo Hackett no hay nada fuera de su sitio, y la presentación a la prensa española de su colección de invierno no iba a ser menos.

La marca vende clasicismo británico y tiene su tienda insignia en la mítica Sloane Street, pero desde junio de 2005 Hackett es propiedad del grupo de inversión Torreal. Por eso, esta fiesta importa y hace acto de presencia en ella Juan Abelló, el señor que posee la mitad de Pepe Jeans y que compró por unos 22 millones de euros (según calculó The Times) Hackett al grupo de lujo suizo Richemont. Pero el verdadero Sombrerero Loco de este tea party es Jeremy Hackett, fundador de la casa en 1983. Nuestro anfitrión, 52 años, lleva la mitad de su vida vistiendo a los caballeros. Sus armas son el tweed y el gusto por el detalle. Su imaginario está poblado por hombres hermosos que cazan el zorro y conducen Bentleys con cestas de picnic atadas al capó. Sus nueve tiendas propias en Londres, la de París y la de Madrid (además de sus puntos de venta en centros como Harvey Nichols, Selfridges y El Corte Inglés) pertenecen a un tiempo en que el cliente era lo primero y se le explicaba la razón de ser de la costura de un dobladillo. "Hoy en día todo tiene que hacerse deprisa. Tan pronto como sales de la tienda, lo que te llevas se ha pasado de moda. No hay ningún sentido de continuidad ni de marca. No da tiempo a disfrutar de las cosas ni a sacarles todo el partido. Zara renueva su línea de producto cada dos semanas. Seguro que funciona, pero no es para mí", dice el diseñador.

Más información
Barcelona será la única sede de la feria de moda Bread & Butter

Todo en Hackett huele a alta alcurnia, pero el inventor del asunto se crió en un orfelinato y recuerda perfectamente la primera vez que sus padres adoptivos, una pareja de clase media de la ciudad portuaria de Bristol, le llevaron de compras: "Tenía seis años. Nunca había pisado una tienda. En el hospicio sólo teníamos ropa de segunda mano, por fin pude estrenar algo. Nunca nadie me había preguntado: '¿Qué te gusta más, esto o esto otro? Elige'. Escogí una camisa crema, pantalones cortos de cuadros escoceses y una pajarita a juego", explica Hackett, que conserva en su corbata el gusto por el estampado tartan.

De adolescente se hizo 'mod'. "No tanto por la música como por la ropa. Me encantaba la estética sobria de sus trajes ajustados, sin fruslerías. También tenía una escúter, pero sin espejos". Su interés por la moda le llevó a trabajar en una sastrería, "doblando jerséis todo el día", cuando dejó el colegio. A los 19 años se fue a Londres y trabajó en tiendas de caballero en King's Road y Saville Road. Un día, rebuscando en el mercadillo de Portobello se encontró con Ashley Lloyd-Jennings, otro cazador de joyas textiles. "Lo que más me puede gustar es una ganga", dice Hackett. "En cuestión de estilo el presupuesto no importa, lo básico es tener buen ojo. Yo era el tipo listo que encontraba un traje por 10 libras y lo vendía por 100. La exclusividad es encontrar una maleta de los años treinta en un rastrillo por un par de libras; no te cruzarás con nadie que tenga una igual". Con su nuevo socio, se dedicó a exportar piezas clásicas británicas a una tienda de París. Botas de montar, trajes sastre, sombreros de copa, paraguas… todo de segunda mano: "Ahora lo llaman retro o vintage porque creen que segunda mano no es glamuroso, que la gente lo relaciona con ser pobre". La pareja abrió una tienda en Londres para revender sus hallazgos, y con el tiempo crearon sus propias colecciones, inspiradas en aquello que encontraban.

Hackett se ha convertido en un símbolo para gente muy dispar. Los lánguidos muchachos de su imaginería han hecho de ella una marca de culto en el mundo gay, pero también fue adoptada durante una temporada por los hooligans ingleses. De hecho, la marca cambió en 2000 el logo de sus polos, retirando la cruz de San Jorge, la bandera nacional inglesa, prenda insignia de la hinchada.

Hoy, Jeremy Hackett es asesor de la em-

presa que lleva su apellido. Asiste a reuniones, da consejos, pero no toma decisiones. Se ha reinventado a sí mismo como columnista, aunque admite que "nunca había escrito nada antes, salvo, quizá, alguna nota de agradecimiento". Su crónica dominical en The Independent on Sunday, firmada por Mr. Classic, es un delicioso e irónico comentario sobre moda y protocolo para gentlemen de hoy día. Aconseja sobre cosas como qué llevar en una citación judicial (los zapatos deben estar limpios, pero no demasiado, ya que "hay que parecer digno y respetuoso, con un punto justo de resentimiento"), o cómo ponerse una camisa floreada (sin planchar, arremangada y con una camiseta debajo). Tiene momentos petardos ("el calentamiento global está teniendo unos efectos desastrosos en mi armario") y tiernas anécdotas personales, como cuando estuvo ingresado unos días y las enfermeras le votaron como el paciente mejor vestido de la planta (llevó seis pijamas). En una de sus columnas recuerda cómo en una fiesta de postín la estrella fue un elegante caballero que apareció en chaqué y con chancletas. ¿Se atrevería él a tanto? "Me temo que no tengo unos pies atractivos", bromea Hackett. "Pero las reglas están ahí para romperlas". Confiesa que el armario de su casa es un auténtico desastre. Un lugar donde nada está en su sitio. Hackett vuelve a sonreír: "Por muy en serio que parezca que me tomo todo esto, en realidad no lo hago".

De la guerra a las perchas

La historia de la moda clásica masculina está indisolublemente ligada a los uniformes militares. En su columna semanal en The Independent on Sunday, Jeremy Hackett se extiende en curiosas explicaciones sobre el origen guerrero de piezas de vestir tales como el cardigan, el saco de la Marina o las chaquetas cruzadas. Botones, solapas o cinturones responden en su origen a necesidades concretas de los soldados. "A los hombres nos gusta llevar uniforme", admite Hackett, "la pieza clave de un armario masculino es la chaqueta azul. Los hombres somos así de aburridos. Pero en el fondo es como el little black dress de las chicas. Un vestidito negro también es un uniforme. La moda en general lo es".

El libro 'Mr. Classic', que recopila las columnas de Jeremy Hackett en 'The Independent on Sunday', está a la venta en la tienda Hackett de Madrid (Jorge Juan, 7).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_