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Reportaje:FIN DE SEMANA

Destellos en un paisaje regular

Castillos, rapaces y humedales entre Turégano y Cantalejo

Recorrer la provincia de Segovia deja en el viajero la sensación de pasar de largo por lugares en los que debería parar. Todo depende del tiempo del que se disponga, pero si el plazo es un fin de semana, la manera de evitar la frustración es fijarse un itinerario férreo. Así que atravesamos Segovia, dejamos atrás el acueducto, cogemos la carretera de Valladolid, no entramos en Zamarramala, aunque a nuestros oídos llegan los ecos zarzueleros de esa alcaldesa que se elige por un día. Pero no nos dejamos arrastrar por los cantos de sirena, porque nuestro destino es Turégano y, desde la ventanilla del coche, vemos campos de trigo, gavillas y aves rapaces a la caza de culebras y ratoncillos. Ésta es una tierra de rapaces y, a 24 kilómetros, en las hoces del río Duratón, un laberinto encajonado, habita una de las reservas de buitre negro que quedan en nuestro país. Se los oye, se los ve volar, y los lugareños llevan a la zona la carroña de sus corrales para alimentar a esas aves que son un tesoro.

Frente a esa inmersión en lo esencial, Turégano es un reducto de civilización e historia. Toroda tuvo su origen en un castro prerromano, fue ciudad de romanos y árabes, debió su repoblación a Fernán González, y en su castillo, en 1428, se reconciliaron don Álvaro de Luna y el rey don Juan; allí se hospedó tres veces Fernando el Católico y permaneció preso Antonio Pérez, por orden de Felipe II, en un calabozo del que trató de escapar. El castillo tiene el aspecto blando, curvilíneo, casi orgánico, de esas construcciones que los niños hacen en la playa, apretando puñaditos de arena mezclados con agua que dejan caer poco a poco: su espadaña barroca es, sin embargo, nítida y destaca entre la piedra rosada.

Pero Turégano no es sólo su castillo: la plaza de España, con casitas de dos plantas, algunas de cuyas fachadas exhiben el típico esgrafiado segoviano, con sus soportales, está cuajada de terrazas y tiendas de comestibles; en la calle Real aparece el palacio de Miñano, en el que nació Francisco de Contreras, presidente de Castilla y comendador mayor de León; y está, sobre todo, la iglesia de Santiago, con su ábside románico (siglo XII), su talla de la Virgen del Burgo y su pila bautismal. Sobre su torre vemos un nido en el que conviven seis cigüeñas: sus tableteos son la música de fondo de estos parajes. En la misma plaza hay un pilón musgoso de la época de Carlos III con formas barrocas, extemporáneas. Muy cerca, la antigua sinagoga es el recuerdo de la aljama de los judíos turegovenses que, a finales del siglo XV, tributaban, junto con los de Segovia, 11.000 maravedíes: tras la expulsión no quedó nada, y hoy la antigua sinagoga no es más que una insulsa casita parroquial. Nos vamos de Turégano y aún nos queda por ver el Museo de los Ángeles, el jardín del Obispo, la ermita...

Por la 222 llegamos a Aguilafuente: en la plaza del Sínodo, la iglesia de Santa María de la Asunción exhibe un impresionante ábside mudéjar del siglo XII; en su interior estuvieron una vez guardadas las actas sinodales de Aguilafuente, el primer libro impreso por Juan Parix, una joya bibliográfica que hoy se encuentra en la catedral de Segovia. Muy cerca, en un lateral del Ayuntamiento, hay una exposición permanente del escultor local Florentino Trapero, y a su lado, la Casa Residencia del Obispo (siglo XVIII).

Un espectáculo insólito

Si usted mira un mapa de carreteras para buscar una que conecte Aguilafuente con Cantalejo, no la va a encontrar; sin embargo, existe una pista asfaltada, en muy buen estado, que une las dos localidades y nos permite contemplar un espectáculo insólito en la aparente sequedad de las tierras castellanas: las lagunas de Cantalejo. En coche se puede acceder a una de las más grandes, la de Navalayegua, y desde allí, por un camino de tierra, a las demás: la Cespedosa, Navalagrulla, la Cerrada... Es un paseo que dura algo más de dos horas. Existen en total 22 lagunas, pero algunas se secan dependiendo de las épocas del año. Son temporales, son mágicas, aparecen y desaparecen, y resultan tan inverosímiles en las llanuras de la tierra de Pinares como las mismas hoces del Duratón, una iluminación en la regularidad del paisaje. La desaparición de las lagunas tiene que ver con el manto freático, pero yo me quedo con la versión mágica.

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Los ornitólogos y los amantes de los pájaros se hallan en un paraíso de avifauna: grullas, abubillas, petirrojos, garzas, garcetas, milanos, azores, cigüeñas, abejarucos, ánades, avefrías... La transitoriedad de las grandes palabras de la historia, los pasos retumbantes sobre el pavimento del castillo de Turégano, se ha transformado en la permanencia de una naturaleza cambiante. Si la cuidamos.

Siguiendo esa misma pista alcanzamos Cantalejo, cabecera comarcal de esta tierra de Pinares. Su callejero exige una revisión, porque está habitado por fantasmas que espeluznan: José Antonio, Falange Española, Alcázar de Toledo, General Franco...; pese a ello, es un territorio nocturno y alevoso en el mejor sentido de la palabra: bares, restaurantes y pubs se apelotonan en sus calles, y el viajero tal vez no se sienta extrañado por encontrar los torreznos más maravillosos del mundo, pero sí por una animación que se prolonga hasta la madrugada en un entorno rural en el que no era previsible. Una curiosidad es que Cantalejo fue durante años centro de fabricación de trillos y de cribas, así como punto de comercialización de ganado mular: los tratantes desarrollaron un código lingüístico, la gacería, para llevar a cabo de tapadillo sus transacciones.

A cuatro kilómetros de Cantalejo, Fuenterrebollo es una magnífica entrada a pie, atravesando El Enebral, al parque de las hoces del Duratón; en dirección a Cerezo de Abajo tenemos la oportunidad de ver el castillo de Castilnovo... Pero ésas son otras historias y hoy tenemos que pasar de largo.

Marta Sanz fue finalista del Premio Nadal 2006 con su novela Susana y los viejos (Ediciones Destino).

GUÍA PRÁCTICA

Visitas

- Ermita de la Virgen del Pinar. De origen románico, se accede a ella por el camino de la ermita, en Cantalejo. Hablar con el párroco para visitarla.- Iglesia de Santa María la Mayor. En Fuentepelayo, de estilo gótico, a 4,4 kilómetros de Aguilafuente.

Dormir y comer

- La Casa Vieja (921 50 08 31). Plaza de Santiago, 7. Turégano. Habitación doble, de 75 a 85 euros más IVA. También tiene un restaurante recomendable (de 25 a 30 euros).- Casa Holgueras (921 50 00 28). En la plaza de Turégano. Especialidad en cordero asado. Unos 25 euros.- El Polvorín (921 52 01 17). Carretera de Segovia, 1.Cantalejo. La habitación doble, 36 euros. Menú del día en su restaurante, 7 euros.- Hostal Dora (921 52 23 96). Ramóny Cajal, 15. Cantalejo. La habitación doble, 38 euros más IVA.

Información

- www.segoviaturismo.es.- www.turismocastillayleon.com.- www.segoviayprovincia.com.- Ayuntamientos de Turégano (921 50 00 00) y Cantalejo (921 52 00 01).

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