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54º Festival de San Sebastián

Un retrato de la nueva "esclavitud" de la mano de sus protagonistas

Maribel Marín Yarza

Ai Qin Lin no ha trabajado de mariscadora, ni estaba en la bahía inglesa de Morecambe el 5 de febrero de 2004 cuando 23 ilegales chinos murieron mientras rastreaban la arena en busca de berberechos. Pero ha sufrido en propia carne el drama de la esclavitud moderna, la inmigración ilegal, y tiene dotes para la interpretación. Por eso la eligió Nick Broomfield para protagonizar Ghosts, película a caballo entre la realidad y la ficción. "He interpretado lo que sentí en la vida real. Como la protagonista soy madre soltera y soñaba con viajar a Inglaterra para mejorar la vida de mi familia. También, como ella, sobreviví con trabajos basura y tardé años en volver a China".

Broomfield dio con ella gracias a un cura de la iglesia china que ayuda a los inmigrantes a lograr permisos para trabajar en Londres. Le ofreció un primer papel que la joven rechazó, pero cuando la volvió a entrevistar para el personaje protagonista Ai Qin Li se decidió a hacer una incursión puntual en el mundo del cine. Igual que Zhan Yu, dueño de un restaurante, y Zhe Wei, que inicialmente trabajaba como investigador para recabar datos que dieran coherencia a la película.

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El cineasta se ha rodeado así de un reparto no profesional. Ha preferido cargar el filme de experiencias vitales que de maestría interpretativa. "Quería utilizar sus emociones para recrear el drama de la esclavitud moderna", explicó ayer. "Mi propósito era realizar una película que fuera lo más verdadera o real posible". La casa en la que viven hacinados los protagonistas de la película no es un montaje; es la vivienda de un grupo de inmigrantes chinos. Y el beso que Ai Qin Lin le da a su hijo en la pantalla después de años también es real.

Agitar el debate

"Espero que la película sirva para agitar el debate sobre la inmigración. Hay gente que desconoce lo que está sucediendo a un kilómetro de su casa", dijo ayer el director. "También aspiro a que sea un reconocimiento de la codependencia; tenemos a tres millones de inmigrantes", continuó. "Hablar de inmigración es hablar en términos de globalización, Banco Mundial y grandes multinacionales. Por eso no hay una solución fácil. Lo primero sería suprimir la palabra ilegal pegada a la de inmigrante. Y luego, el consumidor, que es el último eslabón de la cadena que comienza con la mano de obra barata, debería sentirse implicado. Pero hasta que no haya una legislación no hay nada que hacer".

Broomfield carga contra las mafias y las empresas de alimentación en la película. En la vida real, también contra el Gobierno británico que "se ha negado a asumir cualquier responsabilidad" tras la tragedia de Morecambe. Las familias de los fallecidos aún están pagando las deudas que los inmigrantes contrajeron antes de su fatal viaje al Reino Unido.

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