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Columna
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Ilusión

Es tarea de los políticos ilusionar a la ciudadanía, darle ánimos, esperanzas, algún estímulo. Forjar proyectos colectivos, que gusten. Incluso planes de actuación concretos, ofertar mejoras perceptibles, ideas de convivencia... Que el vecindario tenga algo a lo que agarrarse para confiar en el futuro y la impresión de que está en buenas manos y los mandos saben a dónde nos llevan.

En el País Vasco el mecanismo funciona más o menos así, pero de forma rara. No es que nuestros próceres se olviden de la ilusión. Al contrario: las palabras ilusión e ilusionante forman parte del vocabulario básico de la política vasca, particularmente de la gubernamental. Vivimos sin descanso "momentos ilusionantes", nos lanzan una y otra vez "mensajes ilusionantes", nuestro "panorama es ilusionante", nos gobiernan con un "programa de futuro ilusionante para esta sociedad", pues estamos en un "tiempo ilusionante" donde, desde un "ilusionante escenario", en el que habrá un "debate apasionado e ilusionante", emprendemos un "camino ilusionante". Pero la ilusión que nos anuncian es en estado puro, se convierte en una especie de sortilegio que, según sus mentores, acompaña a todas las gestas del Gobierno; no digamos las del lehendakari, incapaz de acometer empresa que no esté impregnada de ilusión. La ilusión con que se nos jalea se asemeja más bien a una actitud anímica deslavazada, reiterativa, machacona, sin parangón pero también en bruto, sin asideros perceptibles ni pruebas a las que se remita. Se nos asegura sin remisión ni pausa que vivimos una "época ilusionante", pero no pasa de ser una declaración de principios. Una efusión ideológica, por decirlo así.

De ahí el contraste inmenso entre la imagen que difunden nuestros dirigentes y las realidades cotidianas, azotadas más bien por una suerte de desazón. Llevamos casi una década oyendo lo de la etapa ilusionante que tenemos la dicha de vivir y no está claro que la profusión del enunciado se corresponda con la percepción de la ciudadanía, a la que no se lo nota ni eufórica ni entusiasta. Sin duda anhela que se terminen las pesadillas que nos han trastocado nuestra vida, y, tal y como andamos, probablemente ambiciona que la cosa pública deje de interferir en la vida nuestra de cada día. Quizás no que nos lleven al paraíso, sino que al menos no nos la estropeen una y otra vez. ¿Puede verse "con ilusión" el final de la pesadilla? Pues sí y no: está el alivio, la ilusión por llegar a ser alguna vez normales, pero no es seguro que sea eso la "ilusionante etapa" que nos evocan, que sugiere prodigios y no es eso.

Estos meses el nacionalismo gobernante asocia el fin del terrorismo con ilusiones de futuro, pero en los últimos años "la ilusión de los vascos", en su versión, se ha equiparado más bien con el logro de sus ambiciones ideológicas. De ahí que el Plan de imperecedera memoria fuese "un compromiso de ilusión y esperanza", y que hace un par de años (cuando avanzaba imparable) se augurase que el otoño iba a ser "apasionante, ilusionante, intenso" y que cuando se cerró 1998, en pleno Lizarra, se concluyera que "el año pasado [fue] especialmente ilusionante". Las ilusiones han solido equiparse con proyectos de exclusión de media sociedad vasca y el reino de una de las partes. Una ilusión desilusionante.

La ilusión que se nos brinda tiende a identificarse con la voluntad, con la fortaleza de las creencias. Así que no está claro que la ilusión de nuestros ilusionistas sea "esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo", como define el Diccionario de la Lengua. Hay otra acepción, la primera: "Ilusión: Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugerido por la imaginación o causado por engaño de los sentidos".

Quizás sea lo último. El otro día el presidente del Athletic venía a decir que el momento actual del equipo es de los más ilusionantes de la historia... ¿Ilusión o quimera? Más bien propaganda. La ilusión se predica en este caso tras superar por los pelos la peor temporada jamás conocida, despedir en un santiamén a un entrenador recién confirmado, jubilarse uno de los jugadores históricos... La ilusión puede desembocar en un mero anhelo. O en eslogan publicitario. La ilusión de los vascos.

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