_
_
_
_
_
Tribuna:Elecciones en México
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

2 de julio: los votos tienen la palabra

¿Qué se juega México en las elecciones presidenciales del próximo domingo? Podría sonar a un lugar común decir que el futuro, pero es cierto y no es poca cosa. Los mexicanos asistiremos a una elección en la que decidiremos qué proyecto de país queremos para los próximos 20 años. En efecto, la singularidad de los comicios dominicales reside en que por primera vez estamos ante dos proyectos que representan dos maneras muy distintas de hacer políticas públicas, dos rumbos diferentes, dos formas de ver el mundo, dos visiones distintas: una que ve al futuro -la de Calderón- y otra con la mirada anclada en el pasado.

México decidirá entre una economía abierta y competitiva o políticas económicas retrógradas que encerrarán al país en una concha. Este domingo se juega la entrada al poder de una generación nueva, fresca, con ideas, con imaginación para el desarrollo pleno del país -que es lo que representa Calderón- o el estancamiento y el regreso de los políticos de siempre en una versión populista y paternalista que poco puede hacer para sacar resolver de manera eficaz e integral los problemas que enfrenta el país.

Calderón es un hombre con ideas claras que ha propuesto ver y asumir el reto de construir el futuro

México tiene ante sí enormes retos. Un país con millones en la miseria, con un desarrollo desigual. Un país moderno, en pleno progreso, con uso de tecnologías de vanguardia y, por otro lado, a la vuelta de esa modernidad, está el México rezagado, el que sigue con sus niños sin escuela, con alimentos escasos, con servicios de salud insuficientes. Un México donde el progreso no es siquiera una promesa. Muchos se ha avanzado durante el Gobierno de Fox en la materia -sobre todo en el alcance de programas sociales-, pero el reto sigue pendiente. Ése es el México que sigue doliendo y que necesita planes y programas que ayuden a terminar con la marginación secular en la que está sumido, y lo primero es evitar que estos mexicanos sean usados como carne de cañón electoral.

México no puede dividirse por un discurso maniqueo entre ricos y pobres, entre buenos y malos. Bordar discursos en torno a esta división puede ser efectista, pero termina, efectivamente, dividiendo. Las necesidades, las carencias de millones de mexicanos, no se solucionarán con discursos lacrimosos ni con dádivas en efectivo; se solucionarán con políticas públicas responsables, de largo plazo y que tengan una visión de conjunto. México decidirá entre las consignas y las ideas, entre el activismo ramplón y la propuesta de fondo. Se decidirá también si la soberanía es ser dueños de un terreno que nadie puede tocar o si es el hacer uso de esos recursos naturales para beneficiar a los mexicanos.

Calderón es un hombre de 43 años que ha dado en esta campaña electoral sorpresa tras sorpresa. Tan sólo hace un par de meses se encontraba 10 puntos por debajo del candidato López Obrador, que encabezó las encuestas de preferencia electoral por más de dos años. Calderón tiene ahora amplias posibilidades de ganar la contienda.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Hombre de conocimiento y experiencia política, Calderón ha sido presidente de su partido (PAN), legislador en diversas ocasiones, y fue ministro de energía en el Gabinete del presidente Fox. Calderón representa la fuerza de la juventud, los avances de la modernidad en un país de jóvenes; representa el conocimiento técnico de la economía y el compromiso social con los millones de pobres.

Hace apenas un año, Calderón participaba en las elecciones primarias de su partido. La clase política y los medios valoraban sus virtudes como político, pero no le daban posibilidades de ganar en una elección en tres etapas en las que competía contra el poderoso ministro del interior. Calderón ganó desde la primera etapa. Es un hombre que se crece ante el reto, que sabe desafiar los números y a los favoritos; está acostumbrado a venir de atrás, alcanzar y ganar. Lo hizo de esa manera en las primarias de su partido y lo hizo también en esta campaña constitucional por la presidencia.

Poseedor de una habilidad innegable para debatir, Calderón es un hombre con ideas claras que ha propuesto ver y asumir el reto de construir el futuro, de traer a México el mundo y de insertar a México de una forma más dinámica en el mundo. Ver hacia delante, aprovechar la geografía para sacar lo mejor de nuestra relación con el vecino del norte; generar empleos en México, atraer inversión a México, desarrollar al propio país en lugar de estar viendo cómo los empleos de los jóvenes mexicanos se van a China o a otros países con oferta de mano de obra. Ése ha sido el eje de su campaña.

Calderón es el hombre nuevo en la política mexicana. Ni es improvisado, ni fruto de la mercadotecnia: es el que representa un México que no desea perder lo logrado, un México que sabe innovar. Es un México distinto que quiere una generación distinta en el poder. De los tres candidatos principales, es el único que no ha estado en el PRI: lo combatió de frente durante los años del priismo gobernante y autoritario, y lo combate ahora en la versión reciclada que representa López Obrador. Mientras el candidato de la indefinible izquierda mexicana va recogiendo en su andar lo peor del priismo histórico, Calderón suma voluntades de jóvenes del campo, de las ciudades. A un liderazgo que se creía invencible por propios y extraños se le enfrentó una opción fresca, con imaginación, la de un México que ve el futuro como oportunidad y no como amenaza, la de un México que ve el pasado como un trampolín y no como un punto de regreso. Ése es el México que representa Calderón.

Así pues, México llega al domingo en las elecciones más competidas de su historia. Veremos si somos capaces de hacer de nuestra maravillosa patria un lugar de desarrollo armónico para todos o si regresamos al México triste y devaluado -política, social y económicamente- de hace 30 años. Los votos tienen la palabra.

Juan Ignacio Zavala es miembro del Comité de Campaña de Felipe Calderón, candidato del Partido de Acción Nacional (PAN).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_