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Reportaje:

El fuego de todos los veranos

El Gobierno y las Comunidades ultiman las medidas para reducir el número de incendios tras la tragedia del año pasado en Guadalajara

Ha vuelto. Como la canción del verano, los torneos de pretemporada, la ola de calor o el turismo de masas... el fuego ha regresado un año más para dejar los bosques españoles llenos de calvas y movilizar a todos los profesionales encargados de su extinción.

Pero este verano es diferente. O al menos, debería serlo. La tragedia del incendio de Guadalajara, el 16 de julio de 2005, que se originó en una barbacoa de piedra situada en la Cueva de los Casares y se llevó por delante 11 vidas humanas y 13.000 hectáreas de bosque, obligó a que las administraciones autonómicas y la central tomasen medidas con vistas al futuro como prohibir las barbacoas en el campo, quemar rastrojos o circular con vehículos a motor por caminos y pistas forestales.

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Antes de que muchas de esas soluciones entren en vigor y cuando algunas comunidades todavía no han presentado sus planes para prevenir los incendios este verano, el fuego ha arrasado ya cientos de hectáreas de bosque en Asturias, Ávila y Andalucía. ¿Se han aprendido entonces las lecciones de aquella tragedia?

La respuesta, a tenor de las cifras facilitadas por el Ministerio de Medio Ambiente es que sí. A falta de los datos del mes de mayo, el número de siniestros entre el 1 de enero y el 30 de abril de 2006 es de 3.309, mientras que en el mismo período del año pasado fue de 10.347. En total, la superficie quemada por los incendios en esos cuatro meses de 2005 fue de 37.300 hectáreas. En las misma franja de tiempo de este año tan sólo se han quemado 15.645. Pese a los datos, las autoridades se resisten a mostrarse optimistas. El director general de Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente, José Luis Herranz insiste en la necesidad de ser cautelosos. "Es cierto que en los primeros meses de este año la cifra de incendios, así como la superficie quemada es mucho menor que el año pasado, pero lo importante aquí es que no se quemen los bosques y todos sabemos que un solo fuego puede arrasar miles de hectáreas y arruinar todos los esfuerzos que se están haciendo", señala.

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Esos esfuerzos se basan, sobre todo, en un presupuesto de 70 millones de euros aportados por el gobierno central que se suma al dispuesto por cada una de las comunidades autónomas, en 250 aeronaves utilizadas para la extinción y en un aumento de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF), nueve grupos distribuidos por todo el territorio. Además, más de la mitad del territorio, el 56,6% ha sido declarado Zona de Alto Riesgo.

Todo eso sobre el papel. La realidad, según denuncian algunos grupos ecologistas es muy diferente sobre el terreno. En el interior de su coche, Concha Velasco extiende un enorme mapa de la zona de los ríos Alberche y Cofio, un área arbolada de 82.000 hectáreas que pertenece a la Comunidad de Madrid, pero que está pegada a otros bosques que pertenecen a Ávila. "Esta zona se quema todos los años y no parece que este año se vaya a resolver", denuncia esta mujer, vecina de la zona, que junto con otras 40 personas ha fundado la asociación Sierra Oeste Desarrollo S.o.s.tenible encargada de vigilar el bosque durante todo el verano. "Nos pasamos el tiempo con los móviles encendidos, aportando información a la Guardia Civil y persiguiendo que las cosas se hagan bien para preservar este entorno y nuestras casas", señala.

Ella y otros miembros de la asociación aseguran que uno de los problemas que afectan a la zona es su situación. Aseguran que las lindes no están siempre claras y que los ayuntamientos y las comunidades esperan demasiado para colaborar en la extinción de los incendios. "A veces se pierde un tiempo precioso esperando a que el fuego traspase claramente la frontera: Que si esa es tu zona, que si es la mía... y mientras el fuego quemándolo todo".

Ése era hasta hace un tiempo el problema con Portugal. La zona limítrofe entre Extremadura y el país vecino solía ser pasto de las llamas cada verano, muchas veces, por las dificultades que tenían los retenes españoles para adentrarse en territorio luso y cooperar con los bomberos portugueses. La Junta de Extremadura expresó hace unos días su intención de firmar un nuevo protocolo de actuación para ampliar los 5 kilómetros de actuación dentro del territorio portugués y llegar a los 10 o 15 kilómetros.

Pero a veces no es cuestión de fronteras, sino de dejadez o de falta de concienciación. Y en ese aspecto, Concha es pesimista. El primer fuego que se ha declarado en su zona este año, demuestra, según ella, que las cosas no van por buen camino. El incendio afectó a los términos municipales abulenses de El Tiemblo, El Barraco y Cebreros y quemó 111 hectáreas. Lo peor, según la asociación, que el fuego surgió de la chispa de una máquina que se utilizaba en los trabajos de una carretera. Y aún peor, que el fuego se originó a escasos metros del pantano de El Burguillo, un enorme embalse con miles de litros cúbicos de agua que no sirvieron para apagar el incendio antes de que se propagase.

Concha y los demás miembros de la asociación aseguran que muchos no les ven bien en la zona porque se dedican a promover medidas impopulares. "Si denunciamos que hay barbacoas y la Guardia Civil las quita, la gente se mete con nosotros y los alcaldes dicen que estamos en contra del turismo", explica. Pero para otros muchos, esa labor es necesaria.

María Ángeles Nieto, responsable de incendios de la organización Ecologistas en Acción señala la necesidad de insistir en las denuncias y de que éstas no caigan en saco rato. "A nosotros nos llegan denuncias de agentes forestales que nos dicen que se les ignora cada vez que señalan malos hábitos de conducta para proteger al bosque del fuego. Se necesita un compromiso mucho mayor de las comunidades y eso no se está haciendo", concluye.

Dos bomberos ayudan a extinguir un incendio registrado la semana pasada en la provincia de Ávila.
Dos bomberos ayudan a extinguir un incendio registrado la semana pasada en la provincia de Ávila.EFE

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