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Reportaje:LA TRANSICIÓN

Cuando Kissinger advertía sobre el PCE

Legalizar a los comunistas podía desestabilizar España, según el secretario de Estado

No ha mostrado tener la capacidad de los Borbones para la autodestrucción". Henry Kissinger, secretario de Estado de Estados Unidos entre 1973 y 1976, hizo esta reflexión laudatoria sobre Don Juan Carlos cuando el Rey llevaba menos de tres semanas en el trono al que se llegó tras la muerte de Francisco Franco en noviembre de 1975.

El 12 de diciembre de 1975, en una lluviosa tarde bruselense, Kissinger reunió en la residencia del embajador estadounidense en Bélgica a sus homólogos británico, James Callaghan, francés, Jean Sauvagnargues y alemán, Hans-Dietrich Genscher. El comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en Europa, el general Alexander Haig, que esperaba detrás de una puerta, se incorporó al coloquio cuando se abordó la situación en Europa del Este.

Don Juan Carlos "no ha mostrado tener la capacidad de los Borbones para la autodestrucción", comentó el jefe de la diplomacia norteamericana
Los socialistas españoles "quieren que todos los partidos sean libres, incluido el comunista. Juan Carlos no puede hacer eso", afirma Callaghan

Juntos repasaron la actualidad internacional y dedicaron unas palabras a la España posfranquista. El memorando de esa conversación ha sido desclasificado junto con otras muchas entrevistas mantenidas por Kissinger. Nada menos que 28.000 páginas de transcripciones desveladas por la Casa Blanca pueden ser consultadas en la página web del National Security Archives (www.nsarchive.org), una institución privada vinculada a la Universidad de George Washington.

Fue el francés Sauvagnargues, ministro de Exteriores del presidente Valéry Giscard d?Estaing entre 1974 y 1976, quien introdujo la discusión sobre España. "El Rey está maniatado por el aparato instalado por Franco", comentó. "Pero parece estar bastante decidido. Ha demostrado más determinación de la que yo me esperaba".

Kissinger asiente y recuerda que don Juan Carlos "ha cambiado a gran parte del gabinete" gubernamental tras la dimisión del anterior, una semana antes de la reunión bruselense,aunque ha mantenido a Carlos Arias Navarro, nombrado por Franco, como presidente del Gobierno. Hace después una broma sobre la rama de los Borbones de Francia. "¡He hecho un comentario antifrancés y no reaccionas!", afirma sorprendido dirigiéndose a Sauvagnargues.

"Los socialistas españoles han acogido cálidamente al nuevo Gobierno", apostilla el liberal Genscher, ministro entre 1974 y 1992, exagerando la reacción del PSOE y del Partido Socialista Popular, de Enrique Tierno Galván. "Tenemos que alentarlos, pero no empujarlos", añade resumiendo una opinión generalizada entre sus homólogos.

"He seguido esa línea", interviene el británico James Callaghan, ministro entre 1974 y 1976, "trazando una separación después del funeral de Franco y el comienzo de una nueva etapa". "Pero no ha funcionado", se queja. "He sido atacado en la conferencia del partido" laborista por ser blando con los herederos de Franco. "[Alan] Campbell [número dos del Foreign Office] me engañó", añade echando la culpa a su brazo derecho y provocando risas.

El problema de Gibraltar

"Tenemos problemas" con España, prosigue el secretario del Foreign Office. "Uno de ellos es Gibraltar. No tenemos ningún interés en Gibraltar, pero si alguien le pudiera decir [al Rey] que no haga comentarios que provocan a todo el mundo en el Reino Unido. De todos sus comentarios en el discurso de su coronación [el 27 de noviembre de 1975] ése fue el único que suscitó muchos aplausos", se lamenta Callaghan.

El jefe de la diplomacia británica, el más locuaz, recuerda que los socialistas españoles "quieren que todos los partidos sean libres, incluido el comunista. Juan Carlos no puede hacer eso. Su derecha no se lo dejará".

"¡Y puede que no sea compatible con la tranquilidad de España!", recalca Kissinger. Diecisiete meses después de esa conversación, el Partido Comunista de España (PCE), cuyo secretario general era Santiago Carrillo, fue legalizado y pudo participar en las primeras elecciones legislativas de junio de 1977.

Los partidos comunistas europeos, que entonces estaban optando por el eurocomunismo, obsesionan a Kissinger. Menciona con frecuencia a las autoridades chinas, que le aseguran que "el revisionismo [de los comunistas europeos] es una mera táctica soviética".

"En buena medida uno puede fiarse del enfoque chino", prosigue el secretario de Estado. "Sostienen que el PCE es más independiente de Moscú que los franceses y los italianos".

"La prueba del nueve consistirá, si llegan al poder democráticamente (...), en si permitirán una marcha atrás", se pregunta Kissinger. "Es difícil admitir para un partido comunista que la historia pueda retroceder y que los votos les echen del poder", concluye.

Genscher, que huyó de Alemania del Este a la República Federal, no se hace tantas preguntas. "No hay un solo partido comunista occidental que haya renunciado a su objetivo final", zanja la conversación. "Siguen queriendo imponer la dictadura del proletariado".

Henry Kissinger saluda al rey Juan Carlos I en una de sus visitas a España.
Henry Kissinger saluda al rey Juan Carlos I en una de sus visitas a España.

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