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Reportaje:Fútbol | A tres días del Mundial

Yo, robot

El gigante inglés Crouch se ha ganado al seleccionador y apunta a titular

Santiago Segurola

Al tradicional ariete inglés se le mide por los dientes que le faltan. Cuántos menos dientes tenga, más valorado es por la gente. La falta de dentadura se interpreta como una señal de coraje. No es para gente tibia el viejo fútbol inglés, con sus pelotazos al área, los cabezazos contra centrales de granito, los codazos en la boca y la sensación de que te juegas la vida en cada remate. Aunque en los últimos años se ha civilizado un tanto el juego, los hinchas ingleses adoran a sus arietes desdentados. ¡Qué tiempos aquellos en los que Joe Jordan, delantero centro del Leeds, mostraba una boca desprovista de dientes¡ Un ariete inglés es, por definición, un tipo con pinta de estibador, grande como un castillo, conmovedor en su terquedad y torpe de pies. Michael Owen no pertenece a esa raza. Peter Crouch podría ser el representante perfecto. Mide 2,01 metros, altura que le permite un récord: ningún internacional inglés ha alcanzado esa estatura. Más alto que nadie y delantero centro, se supone que estamos ante el genuino ariete británico. Pues no. A Crouch, jugador del Liverpool y casi seguro titular en la selección inglesa, no le falta ningún diente y no suele participar en los duros fregados del área. Para lo grande que es, se esconde como nadie: un gigante escurridizo.

Estuvo cuatro meses sin marcar con el Liverpool y daba pena verle, tan alto, tan flaco, tan inseguro...
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Crouch se ha convertido en una de las sensaciones del año. No porque juegue bien o marque muchos goles. Puede tirarse cuatro meses sin anotar ninguno, como le ha ocurrido en el Liverpool. Se convirtió en el personaje perfecto para los chistes de los aficionados. Daba pena verle, tan alto, tan flaco, tan inseguro. Por fin, el 3 de diciembre del pasado año, le marcó dos tantos al Wigan y comenzó una nueva época en su vida. Defendido por Rafa Benítez y apreciado por Sven Eriksson, Crouch marcó 13 goles durante la temporada y comenzó a jugar en la selección en medio del escepticismo general. Sin ninguna cualidad que le distinguiera, lo mejor de Crouch era una cierta habilidad, sobre todo para controlar la pelota y pasarla con bastante inteligencia. Es decir, lo contrario de lo que parece. Pero los jugadores también se mueven por tópicos. En la selección inglesa le ven tan alto que todos se animan a enviarle pelotazos, justo lo que no conviene a Crouch. Ahora comienzan a olvidarse de su estatura y la cosa rinde beneficios. Crouch marcó un tanto a Hungría hace dos semanas y consiguió un hat trick en la goleada frente a Jamaica. El estallido goleador ha silenciado a los críticos, que eran casi todos los aficionados y periodistas, que se desesperaron con su actuación en la final entre el Liverpool y el West Ham.

Todo el mundo habla de Crouch. No hay más remedio. Y encima se ha vuelto ocurrente. Hace pocos días, fue el personaje más parodiado de Inglaterra tras las imágenes que se ofrecieron de la fiesta organizada por los Beckham. A Crouch se le vio bailando. Mal, muy mal. Un gigante sin coordinación, ni sentido del ritmo. Material para las incandescentes páginas de los tabloides. Pero el hombre se lo tomó con humor. Tras marcar el gol a los húngaros, Peter Crouch celebró el tanto con el baile del robot, a la manera de los años ochenta. Todos consideraron que se trataba de su respuesta a los chistes sobre su torpeza. Lo hizo tan bien que su popularidad ha despegado como un cohete. Es el hombre de moda. Ayer llegó al balneario de Baden Baden, donde antes se alojaban los ricos y algunos poetas desesperados, con sus compañeros de selección. Se les despidió de Inglaterra con el particular boato de un país que todavía confunde a su selección con los regimientos de fusileros reales. Crouch, que ha sido un nómada del fútbol -Queen's Park Rangers, Porsmouth, Aston Villa, Norwich, Southampton y Liverpool-, se ha convertido en una estrella, probablemente fugaz. Mientras Brasil tiene a Ronaldo y Adriano, Inglaterra tiene a un delantero que para muchos es carne de Segunda. Para otros, es un jugador menospreciado que se mueve con inteligencia y complica la vida a los defensas. Un gigante sutil. Por eso conserva todos los dientes.

Crouch, ayer a su llegada al aeropuerto alemán de Baden-Baden.
Crouch, ayer a su llegada al aeropuerto alemán de Baden-Baden.REUTERS

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