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Reportaje:Semana Santa trágica en las carreteras

Pumarín llora a los 'scouts'

El barrio gijonés donde residían los escolares muertos en el accidente de tráfico vivió ayer su jornada más triste

Pedro Zuazua

El barrio de Pumarín, en Gijón, se despertó ayer triste, como las portadas de los periódicos. En los alrededores de la parroquia de San Miguel, a la que pertenecía el grupo de scouts que iba en el autobús siniestrado, se formaban pequeños grupos de personas que hablaban en voz baja. Algunos, con lágrimas en los ojos. Un cartel anunciaba que mañana -por hoy-, en señal de luto, no habría clase en el colegio San Miguel.

Muchas cámaras y pocas ganas de hablar. Poco a poco, iban llegando scouts con su característico pañuelo al cuello. Abrazos, más lágrimas y algo de indignación por una supuesta información de un programa de televisión que había asegurado que los monitores que viajaban con los niños eran menores de edad. Inés Fernández, coordinadora de los Scouts de Asturias, ofreció una improvisada rueda de prensa. Con entereza, dio el parte de heridos, y aseguró que ahora lo más importante es "prestar ayuda psicológica a los niños, porque muchos vieron a sus compañeros atrapados en el interior del autobús". La concejal de Educación del Ayuntamiento de Gijón, Carmen Rúa, leía un bando del consistorio en el que se decretaban dos día de luto oficial. Allí, en la puerta de la iglesia, esperaban el domingo algunos de los padres del grupo de scouts de San Miguel. Venían de pasar unas jornadas de convivencia en La Vecilla (León), pero el autobús nunca llegó a su destino. En torno a las seis y media de la tarde, a tan sólo 40 kilómetros de Gijón, se produjo el accidente.

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Saturio Castro, de 44 años, llegó al lugar dos minutos después del accidente, e inmediatamente se puso a ayudar. No pudo dormir en toda la noche del domingo al lunes, y ayer se mostraba nervioso al hablar del accidente. "La imagen era terrible, había niños sangrando por la cabeza". Él fue uno de los primeros en entrar en el autobús después del accidente: "Había asientos tirados y pudimos ver que había heridos dentro y también a alguno de los fallecidos". Dice que una de las cosas que más le impactó fue "la entereza de un chaval que estaba atrapado entre el autobús y el quitamiedos, tenía una mano que, literalmente, le colgaba de los tendones y él sólo pedía que le quitáramos el quitamiedos de la espalda". Tuvo tiempo para ver al conductor, que tenía una herida en la cabeza. "Decía que estaba bien, y me preguntó si era muy grande la herida". También fue testigo de una conversación entre una niña que decía haber perdido el ojo y una mujer que la tenía en sus brazos. "Ella le dijo que cerrara el ojo que tenía bien, le enseñó cinco dedos, la niña los vio y se quedó más tranquila".

La casualidad hizo que algunos de los padres de los niños fueran justo detrás del autobús. Aroa, de 7 años, fue trasladada por su padre al hospital Vital Álvarez-Buylla de Mieres, en donde le fue extirpado el bazo y se le atendió de las lesiones que presentaba en los pulmones. De Mieres fue trasladada al Hospital Central de Asturias, en donde continúa en estado "muy grave". "La mayoría tenía golpes en la cabeza, les hicimos un escáner para descartar lesiones cerebrales", recuerda el doctor Rafael García, que les atendió en Mieres. Llegaban después las horas más duras. La Guardia Civil leía, en la puerta de la iglesia, la lista de heridos. Por la noche, los paneles electrónicos de las carreteras asturianas recordaban los 105 muertos de la Semana Santa de 2005. El barrio de Pumarín no olvidará nunca de la fatídica tarde del 16 de abril.

Una de las jóvenes accidentadas se abraza a un familiar en presencia de su madre tras salir del hospital de Mieres.
Una de las jóvenes accidentadas se abraza a un familiar en presencia de su madre tras salir del hospital de Mieres.EFE
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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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