El voto o la multa
Una mujer sonríe, feliz, en medio de una multitud de caras largas. Acaba de montar un negocio en las inmediaciones del consulado de Ecuador en Madrid y le va de maravilla. Es un negocio clandestino, pero eso no es inconveniente; sus clientes saben qué esconde en el carrito de bebé que arrastra tapado con una manta: "Dame unos tortelinis", "¿tienes galletas?". Seguramente pensó que los cientos de ecuatorianos que esperan durante horas a la puerta del consulado, tendrían hambre en algún momento. Acertó.