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CIENCIA FICCIÓN
Columna
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Cuando fumar era un estilo de vida

"TÓCALA, SAM". BASTA oír la frase para que cualquiera, cinéfilo o no, recuerde el mítico filme Casablanca (1942). Basado en la obra Everybody goes to Rick's, de Murray Burnett y Joan Alison, iba a ser en principio una historia, como muchas de la época, de propaganda antinazi. La mano del director de origen húngaro Michael Curtiz y la pareja protagonista la convertirían en obra maestra. El Marruecos francés en plena II Guerra Mundial es un lugar donde "los afortunados con dinero, influencias o suerte obtenían visados para Lisboa. La antesala del nuevo mundo. Pero los otros esperaban en Casablanca, esperaban...". Claro que la espera podía deberse al incorrecto emplazamiento de la ciudad de Casablanca que se muestra en un mapa al principio del filme: no se halla tan al norte. La ciudad señalada coincide más con Tánger.

A algunos directores la geografía no parece dárseles muy bien (¿qué costará mirar un mapa?). El Rick's Café Américain es el punto de encuentro de las azarosas vidas de personajes como el capitán francés Louis Renault; el dirigente de la resistencia Victor Laszlo; Sam, el pianista; Rick Blaine (Humphrey Bogart), un exiliado norteamericano curtido en causas perdidas (guerra civil española incluida), e Ilsa (Ingrid Bergman), esposa de Victor. Borracheras, tintineo de copas, bullicio, tensión entre nacionalidades, encuentros furtivos, música (La marsellesa o la universal As time goes by)... Un cóctel perfecto cuyo nexo de unión es esa atmósfera (valga el doble sentido) densa que sólo el humo del tabaco puede crear. Un humo tan espeso que dificulta la visión de la fauna de nazis, turistas en la inopia, arribistas de todo tipo y ladronzuelos de poca monta que pueblan el local. ¿Qué sería de este filme y de otros muchos del género negro sin un ambiente tabaquil como el de estos garitos o la sempiterna bruma que envuelve a los personajes dándoles un aspecto impreciso?

Aunque últimamente los malos son los únicos con patente de corso para fumar en las películas, está por ver cómo resuelve la industria cinematográfica la cuestión (¿fue el teniente Kojak con sus chupa-chups un adelantado?). Mientras las vemos venir, vamos a servirnos del cigarrillo para comentar alguno de los aspectos físicos asociados con el (vicio de) fumar.

Ciertos sólidos, como el carbón o la picadura de tabaco, y líquidos, como la gasolina, son inflamables. Sin embargo, no arden hasta que han sido convertidos en un vapor o gas. Son los vapores los que arden puesto que sólo ellos se pueden mezclar con el oxígeno del aire. La combustión es una reacción química entre el oxígeno y un gas inflamable. Para lograr este proceso de mezcla debe calentarse una pequeña porción del material combustible lo suficiente como para que pueda evaporarse. Una vez el vapor comienza a arder, el propio calor generado por la reacción de combustión evapora más combustible y mantiene el proceso en marcha hasta que se consume todo el combustible (se acaba el pitillo) o se apaga por una acción externa (se presiona el cigarrillo contra el cenicero). Siempre y cuando, claro, exista un suministro de oxígeno.

Combustibles como el metano de un horno de gas, que ya es un vapor, pueden arder con más facilidad: basta una simple chispa. Los encendedores de butano y los hornos de gas propano contienen estos elementos químicos en estado líquido, bajo presión. Al ser liberados y disminuir ésta, pasan a estado gaseoso y se mezclan con facilidad con el aire. La cerilla encendida o la llama del encendedor que se acerca al pitillo o al cigarro habano tiene por misión evaporar el material combustible, el tabaco, para facilitar su mezcla con el oxígeno del aire e iniciar la reacción de combustión. Las chupadas que el fumador da sirven para aumentar el flujo de aire y mantener el proceso.

El humo producido al quemar tabaco, de manera directa por la aspiración del fumador (corriente principal) o colateral (corriente secundaria), es un aerosol formado por una fase gaseosa que contiene en suspensión partículas diminutas de tamaño inferior a la micra. Entre los varios miles de componentes identificados se encuentran gases como el monóxido de carbono, el anhídrido carbónico, el amoníaco y el óxido de nitrógeno. En la fase de partículas están la nicotina, el agua y ciertos alquitranes. Eso sí, siempre nos quedará París.

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