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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gesto inamistoso

La denegación de las licencias americanas para componentes esenciales de los 12 aviones de transporte y patrulla marítima que España se ha comprometido a vender a Venezuela es un gesto escasamente amistoso hacia nuestro país por parte de Washington. No cuadra con el deseo de que "no afecte adversamente a las excelentes relaciones" que la Administración Bush, a través de la nota de su embajador en Madrid, asegura mantener con el Gobierno de Zapatero.

EE UU alega que los aviones "tienen el potencial de complicar la situación" con la que el Gobierno venezolano contribuye no sólo a socavar "sistemáticamente" las instituciones democráticas, sino también a alentar "una inestabilidad regional". Alguna razón puede asistirle a Washington para hacer presión sobre Chávez, pero no en el trasero de España y menos por unos aparatos que ni son mercancías estratégicas, ni están sometidos a embargo, ni suponen un riesgo para los vecinos de Venezuela. EE UU mantiene con regímenes de la misma o peor calificación democrática relaciones comerciales e incluso de otro tipo mucho más intensas. Hay además tecnología alternativa y Caracas podría comprar este tipo de aviones en otros países. Éste es un veto cínico que daña más a la industria española que al régimen venezolano. La Administración Bush parece olvidar que en 2004 le suministró a Chávez armas, incluido material antidisturbios y granadas lacrimógenas, por valor de 24,6 millones de dólares.

El contrato suscrito con Venezuela suma 1.700 millones de euros, de los que sólo 500 millones corresponde a la venta de aviones; los 1.200 millones restantes obedecen a la fabricación de ocho buques de patrullaje por la empresa pública Navantia. Esta operación, que garantiza al astillero público varios años de trabajo, no está afectada por ninguna limitación. El Gobierno español debe intentar respetar el acuerdo firmado con Caracas también en el caso de los aviones, aunque la negativa de la licencia estadounidense puede hacerlo inviable por razones de coste.

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No hay duda de que la decisión de Washington, que también ha vetado una venta de aviones de Brasil a Caracas, ha sido de orden político. España ha sido en este caso objeto del encontronazo entre Caracas y Washington, en vez de servir de puente entre ambos. Es necesario que Madrid intente recuperar ese papel, aunque no será fácil lograrlo, especialmente cuando la Administración Bush está lanzándose a una guerra fría con América Latina que alimenta la espiral de antiamericanismo en la zona.

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