Llegar tarde
Hace más de dos meses compré unas entradas para asistir el 20 de diciembre a la actuación de los Chicos del Coro en el Madrid Arena de la Casa de Campo. Llegado el día, como había previsto, salí de San Sebastián de los Reyes hacia la gala a las 19.00, aunque el evento empezaba a las 21.00 y el trayecto total es de 22 kilómetros; es decir, salí con dos horas de antelación en previsión de un tráfico lento. Pero Madrid era un atasco increíble en mitad de calles cortadas y un infierno en obras.
Rodé a seis kilómetros por hora, y después de... ¡más de tres horas! llegué a las diez y cuarto de la noche, desesperado, pensando que sólo asistiría a la despedida de la actuación. Pero no: el inicio tuvo que esperar más de 50 minutos sobre su hora prevista esperando a los espectadores que, masivamente, estaban atrapados en Madrid. Una señora tardó dos horas desde la avenida de la Reina Victoria; otra familia, dos y media desde Moratalaz. Y así todos.
En el demencial viaje sólo encontré a tres policías municipales en Príncipe Pío; por toda la ciudad, los obreros hacían y deshacían el tráfico según las necesidades de las obras, señalizando nada, mal y con mucho peligro. Yo compré mis entradas con 70 días de anticipación, ¿es que el Ayuntamiento no puede prever el día anterior que allí se iban a concentrar 8.000 personas a la misma hora y haber facilitado accesos.
