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Reportaje:

Los radicales se abren paso

El triunfo de los integristas de Hamás en las municipales desata el nerviosismo ante las elecciones legislativas palestinas de enero

Sólo Hamás mantiene la calma. La contundente victoria del movimiento fundamentalista palestino en las elecciones municipales celebradas el 14 de diciembre en tres de las más populosas ciudades de Cisjordania ha provocado reacciones plenas de desasosiego y preocupación, cuando no estupor. A seis semanas de los cruciales comicios legislativos, la incertidumbre se ha apoderado de la clase política palestina al tiempo que la presión militar y política de Israel, también en periodo preelectoral, se acrecienta.

Estados Unidos y la UE, que consideran al movimiento fundamentalista una organización terrorista, han reaccionado ante el desafío de Hamás. Washington rechaza negociar con los islamistas aunque triunfen y Bruselas amenaza con suspender las ayudas. Nadie atisba la salida del laberinto. La única propuesta, el aplazamiento de las elecciones, tiene adeptos en las filas de Al Fatah, que no esconde su pavor a perder el poder. Sin embargo, el riesgo de esta alternativa es inmenso: quizá una tercera Intifada, que esta vez tendría un doble objetivo: Israel y la Autoridad Nacional Palestina.

Al Fatah, el partido gobernante, ve peligrar su liderazgo de más de cuatro décadas
Nadie esperaba que las principales ciudades de Cisjordania cayeran en manos de Hamás

El partido gobernante, desprestigiado y dividido, ve peligrar por primera vez su indiscutido liderazgo de más de cuatro décadas. El Congreso de EE UU aprobó el viernes una resolución que aboga sin tapujos por impedir la participación de Hamás en la cita electoral del 25 de enero. El Gobierno de George W. Bush no se opone, aunque subraya que no negociará con esta organización en el caso de que ganen en las urnas. La UE, que ofrece cierto margen, ha exigido al movimiento islamista que renuncie a la violencia y que reconozca al Estado hebreo.

Para Israel, plantear la negociación con una victoriosa Hamás -cuya carta fundacional fija como meta la destrucción del Estado hebreo- es herejía, pero tampoco concede el mínimo respiro al presidente palestino, Mahmud Abbas. Lo mismo le sucedió a Yasir Arafat, pese a cumplir con las exigencias de Washington en 1988: la renuncia al terrorismo y el reconocimiento de Israel. Al Fatah sólo vislumbra una escapatoria. Alguno de sus dirigentes exige el aplazamiento de los comicios legislativos, por las buenas o a la brava.

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En las calles de Gaza los simpatizantes de Hamás están exultantes. "Los militantes de Al Fatah dicen que sus pésimos resultados en las municipales se deben a sus disputas internas. Pero no es sólo eso. En varias ciudades de la franja ya impugnaron los comicios porque perdieron. Y perderán cuando se celebren en la ciudad de Gaza y en Jan Yunis", comenta por teléfono desde el campo de refugiados de Yabalia un residente fiel al Movimiento de Resistencia Islámica.

Lo que nadie esperaba es que Nablus, la capital económica de Cisjordania, con 180.000 habitantes, El Bireh y Yenín cayeran en manos de los fundamentalistas. Y menos aún con semejante estrépito. Hamás superó con creces el 70% de los votos en las dos primeras poblaciones y superó el 50% en Yenín. De los 2,3 millones de personas que viven en los municipios donde han tenido lugar los comicios locales, 1,1 millones ya son gobernadas por Ayuntamientos de Hamás. En Al Fatah no se disimula el nerviosismo.

Un diputado palestino del recién escindido partido gobernante que prefirió ocultar su identidad ha comentado la única opción para escapar del atolladero. "Hay fuertes presiones para que Abbas aplace las elecciones. Las divergencias en Al Fatah debilitan nuestra posición frente a Hamás y refuerzan la sensación de que vamos a perder". Azam Ahmed, también legislador, se agarra al clavo ardiendo de un argumento manido para justificar la suspensión: "La paralización del proceso de paz con Israel". Mientras, el portavoz del Gobierno palestino, Nabil Abu Rudeine, insiste una y otra vez en que "no se aplazarán". Temeroso de una reedición de la Intifada e indignado por las intromisiones del Congreso de EE UU, el diputado Kadura Fares, impulsor de la escisión, agregó a una emisora israelí: "Ni se impedirá participar a Hamás, ni se aplazarán las elecciones porque contradice nuestras leyes y porque no vamos a decidir nuestro destino en función de las resoluciones del Congreso de Washington".

Definitivamente no habrá lista única del partido oficial. Al Fatah acordó el pasado domingo que no hay acuerdo. La vieja guardia, los fieles a Arafat, y los menos maduros, encabezados por el carismático Maruan Barguti, encarcelado en una prisión israelí, se presentarán con candidaturas diferentes. Al menos evitarán que un día sí y otro también sus partidarios quemen centros electorales y desafíen a tiros a las autoridades.

La UE, por boca de su Alto Representante para la Política Exterior, Javier Solana, que visitó el domingo al presidente Abbas en Ramala, no es tan rotunda como el Congreso estadounidense. "Todos los partidos políticos tienen derecho a presentarse, pero existe un código de conducta que todos deben aceptar... Las facciones palestinas deben renunciar a la violencia y reconocer el Estado de Israel", afirmó Solana. Y, en referencia a las cuantiosas ayudas financieras que la Autoridad Palestina recibe de la UE, advirtió: "Es muy difícil que los partidos que no condenan la violencia puedan ser socios en el futuro". Y en Hamás, tranquilos.

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