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Crítica:POP | Joaquín Sabina
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sabina, en plan Sabina

La pregunta que morbosamente flotaba por entre las gradas del recinto no podía ser otra que "¿cantará hoy?". No es que se desconfiara del ídolo, sino que Sabina es ya de por sí mucho Sabina, y en Madrid, el Sabina elevado a la enésima potencia. De momento, salió. Unos minutos más tarde de cuando estaba anunciado, pero el artista irrumpió en el escenario unos compases después de que sus compañeros de viaje -el guitarrista Antonio de Diego, el bajista Pancho Varona y el batería Pedro Barceló- comenzaran a tocar Amo el amor de los marineros. Detrás, en el ciclorama, un barquito iba -o venía- desde dos paisajes urbanos imposibles; de ésos con rascacielos que se doblan. Aparecía el artista ataviado con levita, bombín y bastón. En la mano, una maleta con etiquetas de los más lejanos países. Del brazo llevaba a Olga Román, ataviada en plan señora con glamour. Nada más irrumpir en el escenario el cantante de Úbeda, la emoción estalló en el recinto, estableciendo un nivel de emoción que se mantendría álgido a lo largo de todo el concierto, para explotar en una cascada de entusiasmo dos horas después, en los bises.

Joaquín Sabina

Joaquín Sabina (voz y guitarra), Antonio García de Diego (teclados, guitarras, coros, armónica), Pancho Varona (bajo, guitarra y coros), Olga Román (teclado, guitarra y coros) y Pedro Barceló (batería). Palacio de Congresos. Madrid, del 20 a 22 de diciembre.

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La voz

Para Joaquín Sabina, lo de calentar la garganta debe tener otro tipo de connotaciones más sensuales y menos técnico-vocales. Porque se lanzó a tumba abierta, y en las dos primeras canciones su garganta crujió como la madera de ese barco pintado detrás de él, y que él presentó como el que lo llevaba de viaje desde Roquetas de Mar, pasando por Barcelona, y con gatillazo incluido en Gijón, hasta llegar a la ciudad de Madrid que, en sus propias palabras, siempre es "el mejor puerto de España".

Sabina y Madrid formaron una unión que se tensaba a los acordes de hermosas canciones, nuevas y viejas. Entre las recién llegadas, Pájaros de Portugal volvía a situar a Sabina en su papel de cronista, de compositor de canciones hechas con la materia de lo que le entra por los ojos y por los oídos. De entre las viejas, Calle Melancolía volvió a ser durante unos minutos lugar de paso, en el que se cruzaban el intérprete y su público.

Pese a la pereza de garganta inicial, el cantante se fue entonando y, con guitarra o sin ella, fue sacándole punta y partido a canciones como La rubia de la cuarta fila o Mes de abril, temas que sirvieron para que le diera la alternativa como intérpretes a su eterno compinche, Pancho Varona, y a la encantadora y extraordinaria vocalista Olga Román. Dos temas sirvieron para que el maestro descansara y se lanzara a tumba abierta entre un ramillete de canciones, de las cuales hay que destacar necesariamente la cálida interpretación de Joaquín y Olga del tema Magdalena. En forma de popurrí, Joaquín reunió de una sola ráfaga Soledad, Peor para el sol y Contigo, para escoger el camino que, a través del rock movido de Resumiendo, le llevaría a hacer parada final en Atocha. Este punto marcó el final del concierto en términos del amor sincero que Joaquín, sin lugar a dudas, profesa a esta ciudad y ella le devuelve. Sabina se retiraba en medio de aplausos y, haciendo la cuenta, había cantado más que bien 15 canciones. Era éste un buen balance que sin duda se vio mejorado con la interpretación, primero a cargo de Antonio García de Diego, del tema A la orilla de la chimenea. Acto seguido, Peces de ciudad y Princesa fueron las canciones escogidas para intentar marcharse. Pero al final no hubo modo: la gente siguió aplaudiendo y gritando el nombre de Joaquín, hasta que éste volvió al escenario para regalar a sus seguidores 19 días y 500 noches, Noches de boda e Y nos dieron las diez. Un final de concierto a la altura del ídolo, con Sabina haciendo estupendamente de Sabina y todo el mundo celebrando su regreso a la arena del directo. Hay que felicitarse, porque ese barquito que estuvo toda la actuación detrás de él pasó por Madrid para seguir su camino.

Sabina, durante el concierto de ayer en Madrid.
Sabina, durante el concierto de ayer en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ
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