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Reportaje:

Un defensor para profesores desesperados

El sindicato ANPE crea un servicio de atención psicológica y jurídica para los maestros que se sienten amenazados

Carlos lleva semanas sin dormir. No puede más. Mañana tendrá clase con el 3ºA. Lo piensa y empiezan las taquicardias: le cuesta respirar. No será la primera vez que sufra un ataque de angustia cinco minutos antes de entrar en clase. Primero empezará un alumno -el de siempre- a insultarle. O sonará un móvil, o aprovecharán que está escribiendo en la pizarra para tirarle algo mojado con saliva. Luego seguirán los demás. Para ellos es como un juego. Llegarán los gritos: "¡Quién ha sido!", que sólo se contestarán con risitas.

Así, hasta que acabe esta batalla a la que se enfrenta dos veces por semana y que está minando su vocación. "¿Merece la pena haber hecho una oposición, haberme matado a estudiar para acabar atrapado en esto, sufriendo y sin hacer bien mi trabajo?", se pregunta.

Una maestra se quemó con un hierro al rojo vivo colocado por los alumnos en su mesa
El 72% de los profesores tiene una alta probabilidad de sufrir depresiones laborales

El caso de Carlos, que da un nombre falso porque tiene miedo, lo sufren cientos o miles de profesores de la Comunidad de Madrid que se consideran maltratados por sus alumnos. Un 72% de ellos tiene, por esta u otras razones, alta probabilidad de padecer depresiones laborales, según un estudio de la Fundación Jiménez-Díaz y el sindicato de enseñanza ANPE.

En el colegio que dirige Rocío, los profesores están acostumbrados a la tensión. Es un centro de primaria con un porcentaje alto de alumnos de un entorno desfavorecido. El 30% es de etnia gitana. "Ya nos hemos acostumbrado a que nos falten el respeto. No puedes darles clase porque primero tienes que enseñarles a ser personas", señala. La semana pasada un alumno de nueve años mordió a una profesora con saña. Muchos docentes vuelven a su despacho con pálidos, angustiados, agotados, tras salir de una mala clase.

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Es habitual que un chico interrumpa la clase para gritar a la profesora: "¡Vieja puta, cállate!", o "seño, ¿a qué te meto una hostia?". "Así es imposible seguir con la clase. Tienes que luchar con ellos, ser más ágil, verles venir... Es una fuente de estrés terrible. Imagínate que para llegar a tu puesto de trabajo tuvieras que hacer cada día una carrera de obstáculos. Resulta agotador", explica.

Ante los resultados de la encuesta y las reiteradas denuncias que recibían, el sindicato ANPE ha puesto en marcha un servicio de atención a los profesores que se encuentran desesperados, se sienten maltratados por los alumnos y no saben dónde acudir.

"Había que dar una respuesta inmediata porque los profesionales que sufren situaciones de acoso o violencia se encuentran indefensos. A veces, ni lo cuentan en su propia casa y están desesperados", explica Carmen Guaita, portavoz del sindicato ANPE.

El servicio es gratuito, anónimo y ofrece asesoramiento psicológico y, si es necesario, una visita. También asesoran jurídicamente a los maestros y median por ellos ante la Administración. Se trata de una experiencia pionera en España. En una semana de funcionamiento ha recibido más de 50 llamadas y ya se plantean reforzar el sistema.

La tensión en las aulas no es nada nuevo. Lo que no se detectaba con tanta frecuencia como ahora es el maltrato del alumno al profesor. María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Complutense y directora de un master en programas de prevención de violencia, explica que en la última década el profesorado, especialmente en la secundaria obligatoria, percibe con mayor intensidad "conductas de falta de respeto que pueden llegar al maltrato emocional del alumno hacia el profesor".

Díaz-Aguado detalla que estas conductas consisten en "interrumpir en medio de clase, ignorar al maestro, impedirle explicar la lección, contestarle mal...". "Reflejan", dice, "falta de respeto e incluso ridiculizan o intimidan al profesor. Se trata de un mal trato emocional". Entre los educadores genera frustración y, en algunos casos, degenera en depresiones o crisis de ansiedad. Muchos profesores tienen miedo a las posibles represalias de los alumnos y sienten vergüenza ante sus compañeros porque interpretan su problema como un fracaso profesional.

Aunque también se producen amenazas y agresiones, son "excepcionales". En el instituto de María se han acostumbrado a vivir como la "excepción" que confirma la regla. "Nos rayan los coches con insultos un par de veces al año, nos llaman de todo en la clase. Pero, además, nos tenemos que enfrentar con los padres que también nos amenazan. Estamos indefensos porque tenemos muy pocos recursos para castigar. Si tras una falta de respeto, los otros alumnos perciben que no se ha castigado al chico, es un triunfo para él. El sistema actual es muy burocrático, puede pasar un mes hasta que llega la expulsión del centro", explica.

Rocío coincide con María: "El abanico de castigos es muy limitado. Lo peor que le puedes hacer es echarle del colegio una semana. Lo pasará en la calle y volverá peor. Así que es peor el remedio que la enfermedad".

Los casos de amenazas y agresiones son minoritarios, aunque María ha visto como algún compañero ha sufrido agresiones premeditadas. "A una profesora le pusieron una plancha de hierro al rojo vivo en una mesa. Se quemó la mano. Encadenó la baja por el accidente con otra por depresión".

Cuando un profesor marca el número del defensor, al otro lado de la línea se encuentra a Inmaculada Suárez, profesora y psicóloga: "Necesitan contar su problema, algunos están fatal. Necesitan que les digan que no son culpables que demuestren que no tienen miedo, porque si les notan débiles, se cebarán más en ellos".

Las llamadas no sólo corresponden a centros escolares públicos o a entornos con riesgo de exclusión social. También sufren maltrato los profesores de los centros privados. En algunos casos, además, se sienten desprotegidos porque la dirección del centro prefiere no enfrentarse a las familias.

Karl Meier fue profesor de alemán en un centro elitista de Madrid. "Sólo por pedirles que apagaran el móvil o que colaboraran en clase, me llegaron a amenazar de muerte, con pegarme palizas e incluso me pincharon las ruedas del coche. Eran una panda de niños mimados que contaban con la protección del director que no quería enfrentarse a las familias que pagaban unos 400 euros al mes. Un alumno se tiró al suelo y me denunció ante la dirección diciendo que le había agredido", asegura este profesor, que fue despedido "por falta de disciplina".

Para los sindicatos CC OO y UGT, esta tensión escolar es una preocupación constante. Francisco García, portavoz de CC OO, anunció que su organización presentará en enero una propuesta de plan regional para mejorar la convivencia: "La administración educativa debe poner medidas sobre la mesa para mejorar la convivencia. Hay que intervenir antes de que exista el problema", aseguró.

Dentro de ese plan proponen que el centro tenga normas de convivencia pactadas democráticamente; sanciones ágiles y efectivas; comisiones de convivencia; más medios y más profesionales que puedan vigilar esos planes.

Fernando Moreno, responsable del sector de Enseñanza Pública de UGT, cree que el problema va más allá de la atención psicológica al profesor: "Debe plantearse un cambio radical de las escuelas. Eliminar los centros enormes, ingobernables, reducir las ratios por clase y un reparto equitativo de los alumnos con dificultades". Mercedes Díaz, portavoz de la Federación de Asociaciones de Padres Francisco Giner de los Ríos, recordó en el acuerdo educativo firmado en marzo que recogía la creación de un plan para la convivencia que aún no se ha puesto en marcha. "Hay conflictos en los centros educativos igual que en la sociedad. La mejor manera de resolverlos es con un plan integral en los centros". Sin embargo, aclara que se trata de una cuestión más sociológica que escolar. "Hay nuevos problemas y hay que adaptarse a la nueva situación", explicó.

El consejero de Educación, Luis Peral, explicó que hay un decreto de convivencia en los centros que prevé las respuestas a dar en estas situaciones. Peral se comprometió a "revisar las normas de convivencia". "Nos preocupa que los profesores sean acosados o que reciban amenazas. Reforzaremos el respeto en las aulas y si es necesario cambiar la normativa, lo haremos". También recordó que Educación tiene un seguro de responsabilidad civil y patrimonial que asiste jurídicamente a los profesionales.

Todos coinciden en que este teléfono era necesario aunque no debe ser la única solución para un problema de raíces profundas. Hasta que lleguen otras soluciones el teléfono del Defensor del Profesor seguirá escuchando. "No nos rendiremos. Ésta es nuestra profesión que está llena de alicientes. Porque a pesar de todo, enseñar a un niño a leer es mágico", concluye Rocío.

Más información: 915 22 08 27 y www.defensordelprofesor.com

En manos de pequeños tiranos

"¿Qué está pasándoles a los chicos para que acaben convertidos en pequeños tiranos y torturadores de maestros?". La especialista María José Díaz-Aguado responde a esta pregunta que un maestro impotente le hacía al Defensor del Profesor: "El 20% de los chicos a los que hemos encuestado reconoce haber hablado mal a los profesores, pero los alumnos que llevan a cabo estos comportamientos dicen y creen que han sufrido estas faltas de respeto por parte de otros profesores, que les han ignorado, que no les han dejado participar o les han ridiculizado", asegura Díaz-Aguado. Además, la catedrática explica que estos alumnos con frecuencia también maltratan a sus compañeros. "En esta conducta inadecuada subyace que los niños se sienten mal en la escuela y sienten rencor hacia el profesorado y justifican la violencia y el maltrato interpretando la relación como un dominio-sumisión. Ésta es una de las cosas más serias que hay que erradicar

y sustituirla por valores democráticos para que rechacen la violencia incluida contra la autoridad".

Además, el niño acosador, para esta especialista, ha llegado a esta situación por dos posibles motivos: "Unos tienen modelos adultos que usan la violencia con ellos que tratan de dominar al niño de forma autoritaria de someterle. En segundo lugar, los adultos cada vez más tienen dificultades para poner límites y los niños han aprendido a someterles. Y los adultos han reforzado a esos pequeños tiranos consintiéndolo. El niño aprende a dominar y le dejan dominar".

Otras veces, según Díaz-Aguado, hay una mezcla de estos dos problemas. Adultos que no ponen límites y cuando es demasiado tarde intentan poner límites autoritarios. No han establecido relaciones donde el niño entienda las consecuencias de su comportamiento o asumir responsabilidades coherentes.

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