_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Educación

Sobre la postura de la Iglesia católica española respecto de la enseñanza de la religión en las escuelas, poco hay que añadir a lo que ya se ha dicho. Entre otras razones, porque la religión cuya enseñanza se reclama -es decir, la religión católica, apostólica y romana- pierde peso específico en España y lleva camino de convertirse en una secta, o una secta de sectas, como la nación de naciones, frente a otras religiones de ámbito mundial e incluso frente a religiones novedosas de fabricación casera, de poco calado filosófico pero mucho ascendiente, encarnadas en unos predicadores energéticos que inspiran y reconfortan a las masas, aunque a los no iniciados nos parezca que se les va la olla.

En fin, es la modernidad y la globalización, y contra ellas no prevalece nada; ni siquiera la Iglesia católica española, especializada en prevalecer.

Sólo queda, pues, decirle adiós y agradecerle los servicios prestados. Porque durante varios siglos la Iglesia tuvo en España el monopolio de la educación y de sus aulas salió la clase dirigente más inculta, perezosa e incompetente del hemisferio occidental. Gracias a esto, este país no se ha visto libre de terribles episodios de violencia y de odio, pero sí de la perturbadora lucha de clases. La historia reciente de los países adelantados está presidida por la disconformidad de la clase trabajadora con la conducta del patrono y del Estado. Sin ir más lejos, estos días arde Francia por el supuesto incumplimiento de la función estabilizadora y justiciera del Gobierno.

Nada de esto ha sucedido en España, donde el pueblo llano a veces se ha irritado con los desplantes del señorito, pero nunca ha pedido responsabilidades a la clase dominante. Si hay crisis económica, se excusan y compadecen los desaciertos de la patronal, y del Estado sólo se espera un empleo fijo en el que encuentren acomodo la ineptitud y la holgazanería que una educación de sotana ha estampado en el genio de la raza o en los genes de la especie.

Por esto es de justicia que ahora, al verse amenazada, la Iglesia católica saque en protesta a la calle a dos millones de personas. O a 100.000, según si la persona que hizo el cómputo aprendió a sumar en un colegio de curas o en la escuela laica de su barrio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_