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Reportaje:

El golpe de Estado en Sevilla

El historiador Francisco Espinosa reedita ampliado el libro 'La justicia de Queipo'

El general Gonzalo Queipo de Llano fue uno de los personajes más célebres de la Guerra Civil. Partidario de la II República cuando ésta echó a andar, Queipo de Llano se unió a los golpistas en julio de 1936. El general fue la cabeza de la rebelión en Sevilla. Venerado por los franquistas y odiado por los republicanos, que lo consideraban no sólo represor, sino también traidor, Queipo de Llano es un personaje que nunca pierde actualidad. El historiador Francisco Espinosa (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954) acaba de reeditar La justicia de Queipo en la editorial Crítica. El libro fue publicado por primera vez hace cinco años. Esta segunda edición ha sido corregida, revisada y ampliada. El subtítulo del libro resume de forma nítida el asunto abordado: Violencia selectiva y terror fascista en la II División en 1936: Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz. El libro cuenta con un prólogo del historiador Paul Preston.

"Queipo se sitúa en 1931 a favor de la II República y en contra de la monarquía"

Espinosa tiene una opinión muy crítica sobre el general franquista. "Queipo es un hombre que se sitúa en 1931 a favor de la II República y en contra de la monarquía. La República le da un trato de privilegio. Era consuegro del presidente de la II República, Niceto Alcalá-Zamora. Llega a ser el jefe del gabinete militar de Alcalá-Zamora. Queipo era un hombre muy vehemente, un bocazas, no controlaba lo que decía. Lo echan del gabinete del presidente de la República. Y coge un odio y un rechazo muy fuertes hacia los dirigentes republicanos, que no le tratan mal porque lo nombran inspector general de carabineros", señala Espinosa.

Queipo estuvo al margen de la preparación del golpe de Estado de 1936 en sus primeros compases. "Se incorpora tarde. Sus primeros contactos con los golpistas son entre abril y mayo. Sólo sabe su destino en junio. Le dicen que le toca Sevilla. Mi libro desmitifica la leyenda de Queipo: eso de que le mandan al matadero, a Sevilla la Roja. Queipo llega a una ciudad que era una de las capitales de provincia más trabajadas por los golpistas y con una tradición en este sentido", comenta el historiador. "En Sevilla triunfó el golpe de Sanjurjo de 1932. Cuando se prepara el golpe en Sevilla, se hace con la experiencia de 1932. Una de las enseñanzas del golpe de 1932 fue que se cometió el error de permitir que la gente llegase al centro de la ciudad. La gente llegó a la plaza Nueva y se movió en contra del golpe. Eso había que evitarlo. En 1936, los golpistas establecen filtros a través de los cuales no permiten pasar a la gente", relata.

"Los golpistas cuentan con la misma red de cuarteles que en 1932 y, además, toman puntos clave y establecen ametralladoras para que no pase al centro la gente de Triana, la Macarena, Ciudad Jardín y otras barriadas obreras. Los golpistas conservan y protegen el centro histórico. El 19 de julio llegan moros y legionarios y garantizan el dominio del centro. El 20 de julio empieza el acoso a Triana, donde la gente sólo tenía escopetas de caza y pistolas", afirma el historiador.

Toda la documentación del libro procede del Antiguo Archivo de la Auditoría de Guerra de la II División. "He analizado los casos con la documentación que dejaron los vencedores. Mi idea es mostrar en qué consistió el golpe militar, cómo la gente corriente puede ser víctima de historias como ésta. Se trata, sobre todo, de casos de personas que no eran conocidas y que fueron absorbidas por la vorágine del golpe militar y desaparecieron. En Sevilla ocurrió exactamente lo mismo que en Chile y Argentina. Gente que un día desaparece", comenta.

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La ciudad fue ocupada en una semana. "Sevilla se convierte en una cárcel entera. Se convierten en prisiones los edificios militares, los patios grandes, incluso los cabarets. Entre julio de 1936 y febrero de 1937 tenemos constancia por los datos del cementerio de San Fernando de la desaparición de 3.026 personas. Ese recuento no tiene en cuenta que hay gente asesinada que se entierra en otros lugares. En la provincia de Sevilla desaparecieron más de 12.000 personas por el golpe militar. La represión republicana acabó con 450 personas en la provincia de Sevilla", dice Espinosa.

El historiador recalca que "el golpe estuvo controlado por los militares". "Falange siempre estuvo supeditada al elemento militar. Cuando los falangistas se extralimitaban lo pagaban. Incluso algún falangista llegó a ser fusilado. Los falangistas eran los que hacían el trabajo sucio. Cuando la extralimitación afectaba a guardias civiles y militares ya no era lo mismo. Se les protegía mucho más", añade.

El golpe de Estado trastocó todo el sistema de derechos construido a lo largo de décadas en España. "Cuando se produjo el golpe, la sociedad española funcionaba con unas rutinas civiles. Cuando aparecía un cadáver, se llamaba a un juez para levantar el cuerpo, se hacía público el caso para que identificasen el cadáver... Durante los primeros días tras el golpe, los jueces todavía llevaban a cabo la rutina. Los militares pararon todo esto. No querían que se hicieran fotos ni inscripciones en el registro", concluye Espinosa.

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