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Reportaje:TENIS | Masters Series de Madrid

Arranca el tren Nadal

El español juega pese a su lesión y se impone con algún apuro a Hanescu

Dos trenes destinados a encontrarse frente a frente arrancaron ayer su participación en el Masters Series de tenis de Madrid. En el vagón más lujoso y bonito, el del favorito, viaja Rafael Nadal, que lleva una tendinitis aguda en la maleta y ayer venció al rumano Hanescu (7-6 y 6-3). Su tren, sin embargo, no está en las mejores condiciones: consume demasiado combustible. "Rafa ha sido el que ha tenido la última palabra y ha decidido jugar", explicó ayer Toni Nadal, su tío y entrenador. "El problema es que esto no es como las pistas de tierra, en las que Rafa domina el ritmo y puede reservarse. Aquí, con una pista tan rápida, si te desconcentras un solo minuto se te va el partido", avisó.

El objetivo del rumano era que sufrieran las rodillas del balear. Por eso abusó de las dejadas

En el otro tren, el de los tapados con opciones al título, viajan varios pasajeros: en los vagones de clase turista va una legión de jugadores argentinos capitaneada por Mariano Puerta, que se niega a hablar del supuesto positivo por etilefrina del que le acusa el diario francés L'Equipe. En la clase business viaja el sueco Johansson, especialista en pista rápida. Y en el vagón VIP, siempre dispuesto a hacerse fotografías con las modelos, viaja hasra ayer el estadounidense Andy Roddick, número tres del mundo, que anoche debutó y perdió contra Karlovic (6-3, 6-7 y 6-7).

En Madrid, todo el mundo espera que el tren de Nadal llegue hasta la final. Antes de la estación de destino, sin embargo, hay cuatro paradas intermedias y algunos jefes de estación con malas pulgas. Como Hanescu, por ejemplo. Alguien le debió de decir al rumano que Nadal estaba tocado en una rodilla, que de buena mañana había visitado la clínica Montepríncipe para hacerse una ecografía y que había salido con mala cara. "El médico era prudente y estaba ahí lo de que Rafa jugara", admitió su entrenador. Hanescu, un tallo de 1,98 metros, decidió que tenía que hacer que Nadal se moviese. El objetivo: que sufrieran sus rodillas. Por eso abusó de las dejadas. Por eso hizo correr a Nadal de esquina a esquina, apoyado en su saque. Y por eso tembló el Madrid Arena, de cuyo techo se desprende en cada partido un poco de polvo, un trozo de plástico o un tornillo, siempre con una precisión mágica. Al techo sólo le interesan los puntos decisivos, los momentos de mayor tensión, aquéllos que separan la victoria de la derrota: un trozo de plástico interrumpió ayer momentáneamente a Nadal justo cuando empataba 4-4 el tie-break del primer set y servía para adelantarse.

Pero a Nadal no le altera que se caigan cosas del techo, perder su servicio nada más empezar o comenzar las muerte súbita perdiendo: acabó ganando con facilidad el segundo set, impulsado por los aplausos de un público entregado, que no llegó a llenar las gradas. "Al principio tenía miedo al apoyar", reconoció luego el mallorquín, acompañado por su familia durante el partido; "pero luego no me ha dolido nada. La rodilla no está de diez, según las pruebas. Pero no me voy a hacer más. Seguiré un tratamiento específico para que no se sobrecargue esa zona".

Al maltrecho tren de Nadal le quedan tres paradas antes de llegar a la final. En la próxima toca revisor amigo: Nadal jugará contra Robredo, que ganó 6-4, 3-6 y 6-1 a Moyá.

Televisión: C+D3 (11.30) y La 2 (15.50)

Orden de juego, hoy: Hrbaty-Karlovic, no antes de las 16.00. Nadal-Moyà o Robredo, no antes de las 20.00.

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