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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fiesta internacional

El de ayer, en la Fiesta Nacional del 12 de octubre, fue un desfile que reflejó muy bien la creciente dimensión exterior de España. La participación de 125 militares de los 18 países que asistirán a la cumbre de Salamanca, que se inicia mañana, ha dejado en el cajón de la historia el rancio concepto de Hispanidad en favor del de Iberoamérica, una realidad, alejada de la retórica, que interesa a todos en España y a la que hay que dar forma y proyección. Sólo Cuba declinó la invitación al desfile; afortunadamente, conviene añadir, pues hubiera sido bochornoso ver pasar a soldados de una dictadura junto a los de tantas democracias.

Tampoco hubo esta vez bandera de Estados Unidos, pero ya sin polémica, superado el malentendido del año anterior. A diferencia de lo ocurrido entonces, el nuevo enviado diplomático de Washington asistió cordialmente a la parada militar. Fue el de ayer en el paseo de la Castellana no sólo un desfile de normalidad internacional, sino también un homenaje a los 17 soldados españoles muertos en el accidente del helicóptero en Afganistán el 25 de agosto, y en general a todos los caídos en las operaciones de paz en las que participa España.

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Pero, pese a su nombre, en esta Fiesta Nacional lo que predominó fue el debate interno. La normalidad exterior no se corresponde con el actual convulso panorama político. Como es tradición, estuvieron presentes todos los presidentes de las Comunidades Autónomas, con la excepción del lehendakari. Es de lamentar, por incongruente, la ausencia de dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya y de Izquierda Unida, los dos grupos sobre los que se apoya el Gobierno para su mayoría parlamentaria. La participación por segunda vez consecutiva de Pasqual Maragall establece una nueva normalidad frente al habitual abstencionismo de su predecesor, Jordi Pujol.

Inevitablemente, el tema del día, de las conversaciones políticas y sociales que siguieron al desfile en la recepción en el Palacio Real, fue la propuesta de nuevo Estatuto de Cataluña, aprobada por el Parlamento catalán, y que tiene que ser ahora sometido a la discusión del Congreso. Pese a algunos abucheos con los que fue recibido y despedido Zapatero, la conmemoración dio oportunidad a que políticos de partidos enfrentados por esa y otras cuestiones, e incluso de sectores rivales de un mismo partido (lo que tiene más mérito), confraternizaran y debatieran en paz. Por ejemplo, largamente, Rubalcaba y Rajoy. Es de esperar que no, o no sólo, para reiterar sus diferencias sino para tantear posibles salidas a un problema creado por los políticos. Pero no deja de ser paradójico que una fiesta convertida este año, por la presencia iberoamericana, en internacional, se viera dominada por lo demasiado nacional.

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