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El dinámico 'western' espacial 'Serenity' abre el Festival de Sitges

Comenzó ayer una extraña 38ª edición del Festival de Cine de Sitges; extraña porque se inicia en domingo y finalizará en lunes, pero extraña también por las películas elegidas para su inauguración. Una, Serenity, de Joss Whedon, es un dinámico western espacial que cae de lleno en la tipificación genérica que el festival ha elegido desde hace años, el cine fantástico, y con su apariencia de película futurista, su creación de un personaje poderoso (la niña-médium, mitad alucinada, mitad máquina de matar, a quien da vida una magnética adolescente, Summer Glau) e incluso su velada parábola política puede aspirar a ser recordada entre las correctas inauguraciones de los últimos años. La otra es un documental, extraño y considerablemente impactante, de Werner Herzog titulado Grizzly man.

Basada en una serie televisiva, Firefly, emitida por vez primera en 2002, Serenity cuenta, con las formas de la ciencia-ficción, pero con personajes más propios del western, la vida de un grupo de "fuera de la ley" que auxilia a una vidente y a su hermano, perseguidos por la implacable maquinaria de la ley, y enfrentados, además, a una mutación genética que ha hecho de un grupo de hombres horribles caníbales sanguinarios. Todo es muy dinámico en este filme que hace de la mezcla de referencias exteriores su mejor arma, y que deja incluso espacio para una moderada y educada parábola política que muestra cómo quienes se creen poseedores de la verdad no se detienen ante nada, aunque lo hagan en el nombre del Bien y de la seguridad de los ciudadanos... de ahí a George W. Bush y su justificación de la guerra de Irak hay sólo un paso.

Extraño e impactante

Es mucho más curiosa, en cambio, la propuesta que inauguró la segunda de las secciones oficiales del festival, denominada Noves Visions y reservada a las películas más jóvenes y rupturistas. Se eligió, en una pirueta que confirma que la organización del festival apuesta fuerte porque este año sea el del despegue de esta parte de la programación, por un extraño, considerablemente impactante documental del veterano Werner Herzog, Grizzly man, la historia de un naturalista que vivió 14 veranos de su vida entre osos salvajes, en Alaska, hasta que uno de ellos lo mató, a él y a su novia, y se merendó a ambos sin dejar apenas rastros.

Como siempre en su cine, Herzog bucea en busca de una personalidad extraña, y la encuentra en Timothy Treadwell, ex camarero, ex alcohólico y personalidad mediática en Estados Unidos, quien llevó a cabo una denodada campaña a favor de los osos pardos, los grizzlies del título... hasta que se lo comieron. ¿Visionario? ¿Loco? ¿O simplemente un ser humano incómodo entre otros humanos? Herzog no se pronuncia, pero da suficientes pistas como para que el espectador se forme su propio juicio, en un documental tan impactante como, a ratos, un tanto reiterativo, pero que despertó grandes adhesiones entre el público.

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