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Entrevista:XABIER ZABALTZA PÉREZ-NIEVAS | Historiador

"La vida pública debería estar desnacionalizada"

Xabier Zabaltza Pérez-Nievas (Tudela, 1966), doctor en Historia por la Universidad Pública de Navarra, traductor y colaborador de diversas publicaciones, acaba de publicar Mater Vasconia. Lenguas, fueros y discursos nacionales en los países vascos (Editorial Hiria) donde aboga por una nueva visión del debate sobre la cuestión nacional vasca.

Pregunta. ¿Están agotados los actuales discursos sobre la "cuestión nacional" vasca?

Respuesta. En este país seguimos funcionando con tótemes, un sector de la población con el tótem de la autodeterminación y otro, con el tótem de la Constitución. Si se toman en términos absolutos no es posible el diálogo entre ambas referencias. ¿Por qué? Porque nos quedamos siempre en el nivel de los principios. No siempre ha sido así. Hubo un tiempo en que había pautas intermedias y era posible la comunicación entre ambas posturas.

"La solución es que haya individuos con múltiples identidades, culturales, lingüísticas o nacionales"

P. ¿A qué época hay que remontarse para encontrar ese tiempo?

R. Las naciones son productos de la historia. No han existido siempre y es imposible hablar de nación española o de nación vasca antes del siglo XIX. De hecho, los procesos de construcción nacional en España en su conjunto o en Vasconia en particular son casi coetáneos. Los discursos que buscan saber qué fue anterior, si el huevo o la gallina, Euskal Herria o España, no hacen sino marear la perdiz.

P. ¿El principio del fin de los estados-nación debe permitir superar los discursos clásicos?

R. ¿Qué sentido tendrá dentro de 30 años ser vasco o ser español? Vamos a vivir en una Europa más o menos unida y en un mundo globalizado en el que los puntos de referencia no van a ser exclusivamente locales, ni siquiera nacionales, sin olvidar la inmigración. Los nacionalismos, con Estado o sin él, no saben cómo abordarla. Y la inmigración supone un desafío para el mantenimiento de las identidades culturales y lingüísticas.

P. Plantea la necesidad de desnacionalizar la vida pública. ¿Qué significa ese concepto?

R. Hasta el siglo XVIII, los pueblos de Europa se desangraron en nombre de la religión. Los europeos nos matábamos por ser católicos, protestantes, ortodoxos o musulmanes. Hasta que llegó un momento en el que se dijo: "¡Ya vale de muertes! Vamos a circunscribir la cuestión religiosa al ámbito de la vida privada. La vida pública debe ser aconfesional". Mi teoría es que con las naciones debe ocurrir más o menos lo mismo. Durante los siglos XIX y XX, nos hemos matado en nombre de la nación, por ser alemanes, franceses, españoles o vascos. Esos sentimientos están muy bien, pero para la vida privada. La vida pública, hoy, debería estar desnacionalizada.

P. ¿Qué propone para ello?

R. Desde luego, no ayuda en nada colocar una bandera de no sé cuántos metros cuadrados en la Plaza de Colón de Madrid. Se trataría en una primera fase de que los símbolos nacionales pasasen a un segundo plano.

P. Su tesis es que la evolución de las identidades debe abordarse en términos históricos y no esencialistas.

R. Últimamente se ha puesto de moda, por ejemplo, justificar la existencia de una nación vasca remontándonos a los tiempos de Sancho el Mayor, como si hubiera sido el rey de todos los vascos. Lo de menos es que no sea cierto; es que además da exactamente igual, porque aun en el caso hipotético de que todos los territorios vascos hubiesen estado bajo su mando eso ocurrió hace mil años y no tiene nada que ver con la situación actual.

P. ¿En qué términos se definirá la identidad dentro de medio siglo? ¿Será la lengua un elemento de referencia?

R. La lengua y la cultura tienen una gran importancia y en este momento nos encontramos en una fase en la que el aprendizaje de idiomas resulta crucial. Creo que la solución es que haya individuos con múltiples identidades, culturales, lingüísticas o nacionales.

P. ¿Cómo condiciona todo ello la pervivencia de la violencia?

R. La violencia política ha viciado el debate nacional en nuestro país, muy especialmente en Navarra, donde antes de la aparición de ETA existía una identidad vasca bastante difusa, pero muy extendida. La mayoría de la población se identificaba como vasca en términos culturales. La aparición de ETA hizo que muchos navarros abjuraran de esa identidad vasca.

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