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EL DEBATE SOBRE EL DÉFICIT SANITARIO
Columna
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Callejón con salida

Tras más de dos horas y media de "amable" reunión en el Palacio de la Moncloa, escuchamos decir al presidente del Partido Popular: "No he averiguado para qué me ha convocado Zapatero". La frase figuraba entre los recursos del prontuario de Mariano Rajoy para estas ocasiones, que ya se han prodigado cuatro veces desde que el actual jefe del Ejecutivo asumiera la presidencia a comienzos de mayo de 2004. Cualquier observador hubiera podido anticiparla sin dificultad después de atender los pronunciamientos preparatorios a base de escepticismo que venía brindando el líder de la oposición a lo largo del pasado fin de semana.

Se conocía el orden del día de la conversación anunciada con asuntos como el modelo de Estado, la financiación sanitaria, el terrorismo y las reformas educativas y también la secuencia temporal de los próximos encuentros que incluyen la cita con el lehendakari vasco Juan José Ibarretxe, fijada para el miércoles 7, y la Conferencia de Presidentes de comunidades autónomas, que se celebrará el sábado siguiente, 10 de septiembre, en el Senado.

El presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, ha administrado otra dosis de talante al ofrecer diálogo institucional permanente sobre estos grandes temas y Rajoy ha constatado sus diferencias y ha confirmado sus preocupaciones, tantas como las que confesaba antes de entrar en La Moncloa.

Importa señalar el ritmo y la duración de estos encuentros, inusual cuando gobernaba Aznar, quien sólo recibió tres veces a Zapatero desde que éste ganó la secretaría general del PSOE en el congreso de julio de 2000 hasta las elecciones generales de marzo de 2004. También es interesante comprobar la preponderancia que tiene el Gobierno para marcar el tono de la vida política. Porque, como enseguida se verá, la actitud de Rajoy quedará pronto anegada por la falta de respuesta a ese mismo nivel de desaire y así volverá a prevalecer el talante en el que nos movemos y somos. El esquematismo al que se atiene de modo mecánico Rajoy le ha privado de nuevo de los elementos básicos de conexión necesarios para impactar en los tendidos y centrar la atención del respetable. Y a esa limitación ha querido aludir la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, cuando ha reclamado un plazo para observar si el líder de la oposición gana un margen de autonomía dentro de su propio partido.

El caso es que a la dirigencia del Partido Popular, y en particular al equipo que en la sede de Génova más directamente asiste a Mariano Rajoy, podrían serle de aplicación mutatis mutandi las mismas reflexiones que en un magnífico libro conmemorativo del centenario de la Unión de Criadores de Toros de Lidia formula Jaime Sebastián de Erice, secretario general de la institución. Escribe nuestro autor que muy cerca de nosotros una parte significativa de la crianza del toro ha estado más dirigida a satisfacer las exigencias del callejón que las exigencias del público. Hasta que corrijamos -añade- este error de planteamiento, vamos a estar pagando sus consecuencias. Porque la Fiesta sin respaldo social, sin baños de multitudes, es mucho más vulnerable a los ataques externos. En su opinión, no podemos evadirnos de una realidad, el movimiento antitaurino es cada vez más numeroso y está mejor organizado y por eso es necesaria una acción cohesionada que rebase a los del callejón y conecte de modo suficiente con el público.

Un partido como el Partido Popular debería ser una necesidad para España y para ello tendría que configurarse como alternativa de Gobierno. En esa línea, la primera tarea sería la de salir de ese callejón sin salida en el que le han metido el secretario general, Ángel Acebes, y el portavoz parlamentario del grupo, Eduardo Zaplana, entre otros miembros del coro ronco que anda empeñado en cantar la partitura única de los ayatolás de FAES y de las JONS. Su actitud tozuda de triunfalistas de la catástrofe, basada en el pronóstico de la inmediata caducidad de Zapatero, se ha probado ya inservible. Esperar hasta febrero es un derroche absurdo. Claro que, como dice Sebastián de Erice, "nunca podremos asegurar que los toros embistan". Veremos.

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