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Reportaje:

Con la vida no se juega

Más de 4.000 andaluces se prohíben a sí mismos el acceso a los casinos y otros 6.000 a los bingos

Juan Luis Súarez tenía sólo 19 años cuando cruzó por vez primera la puerta de un bingo. Hoy, 30 años después, recuerda aquella experiencia: "Esa primera vez, perdí 1.000 pesetas". Esa cifra se multiplicó durante más de una década. Años perdidos entre números coreados por megafonía, cartones rotos y bombos en movimiento. Juan Luis sufría ludopatía o adicción a los juegos de azar. Este negocio genera millones de euros cada año. Según la Consejería de Gobernación, en 2004 sólo entre casinos, bingos y máquinas tragaperras, se movieron 2.236 millones de euros.

La ludopatía es una enfermedad psicológica -asociada en muchas ocasiones con otras adicciones como el alcoholismo o el tabaquismo- cuyas consecuencias son demoledoras. "En mi caso, el juego por poco me destruye a mí y a mi familia", señala Juan Luis.

"Si buscas ayuda, te ayudo; si no, te vas", le dijo a Juan Luis Suárez su mujer

Juan Luis Suárez comenzó a recuperarse el día que escuchó el ultimátum de su mujer: "Si buscas ayuda, te ayudo; si no, te vas", le dijo. Finalmente, logró abandonar su adicción y al cabo de unos años se convirtió en el presidente de la Federación Andaluza de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fajer), con sede en Granada, la misma organización con la que había superado su enfermedad.

Lo primero que se les pide a quienes se acercan a Fajer en busca de ayuda es que se inscriban en la lista de personas con el acceso voluntariamente prohibido en casinos y bingos, creada por la Junta en 2000. En Andalucía, según la última estadística de Gobernación de 2004, 4.478 personas están inscritas en la lista de prohibidos en casinos, y 6.953 lo están en la de los bingos. "Una vez apuntados, empezamos a trabajar en su rehabilitación", señala Suárez.

Las asociaciones de afectados por la ludopatía, como Fajer suelen ofrecer tratamiento psicológico, legal y social. Porque la enfermedad hacen mella en casi todos los aspectos de la vida, desde la familia, a las amistades o el trabajo.

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La terapia psicológica, que requiere de la ayuda constante de los familiares, contempla tres fases. "Lo primero que hacemos es tratar de motivarles lo más posible para sacarles del pozo", explica la psicóloga Susana Fernández que lleva siete años trabajando con jugadores en la asociación granadina. Fernández ha encontrado un patrón: cuanto más profundo se ha caído en la pesadilla del juego, más motivación se encuentra de los pacientes y sus familias. "Aunque entonces, la terapia es más larga y compleja. Si no se ha tocado fondo, la motivación es menor, pero la terapia es más sencilla y corta", explica.

El segundo escalón es el del control de los estímulos. "Pedimos a los pacientes que durantes seis meses no lleven dinero en los bolsillos, ni tarjetas de crédito; y que se mantengan alejados de los bares. Para ello, la colaboración de los familiares y los amigos es crucial". Y es que en los bares es donde suelen estar las máquinas tragaperras, una de las tentaciones más habituales. "Calculamos que en Andalucía hay unas 38.000. Lo tienen todo para generar adicción: son baratas, se encuentran en sitios agradables y la respuesta en ellas es inmediata", dice Juan Luis Suárez. "Por esta razón, pedimos que no se permita su presencia en los bares y se las restrinja a los salones de juego. Y por supuesto, que éstos tengan un control de acceso estricto, con un registro de personas prohibidas como en los casinos y los bingos", señala Suárez.

Como último paso de la terapia, se busca el autocontrol del jugador. "Les enseñamos a conocerse mejor y a saber cómo son sus síntomas. También trabajamos con su autoestima y les hacemos ver que no son culpables, pero sí responsables. Por eso les decimos que han de afrontar las consecuencias de sus actos, como el pago de las deudas que hayan contraído", dice la psicóloga Fernández.

El perfil de los adictos al juego es, según la especialista, el de un hombre de uno 40 años, casado y con trabajo estable. Pero el porcentaje de mujeres es "importante". El grado de recuperación tras el tratamiento es muy alto. "Las recaídas son del 30%, pero después de la terapia no llegan al 0,5%", destaca Fernández. Es entonces cuando uno, en palabras de Juan Luis Suárez, empieza a "jugar a vivir".

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