_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chalaneo atómico

La expectación despertada por la cuarta ronda de conversaciones sobre el desarme nuclear norcoreano, tras 13 meses de parálisis, no tiene por el momento concreción, aparte el optimismo con que los seis interlocutores han iniciado su encuentro en Pekín. Es cierto que Bush ha suavizado su retórica belicista respecto de Pyongyang, descartando absolutamente cualquier intención de ataque, uno de los motivos básicos por los que Kim Jong-il ha reanudado el diálogo. Pero, por el momento, el líder comunista, maestro de la dilación y la ambigüedad, se deja querer y objeta que sus interlocutores pretendan que Pyongyang mueva ficha primero; es decir, que las zanahorias de Washington y Seúl estén supeditadas a la verificación del desmantelamiento de su programa atómico.

Lo que se discute en Pekín -por parte de las dos Coreas, EE UU, Japón, Rusia y China- es básicamente la propuesta de EE UU de hace un año, rechazada entonces por Pyongyang: garantías de seguridad estadounidenses y ayuda económica a cambio de la renuncia al arma final. Pero el tono de la Casa Blanca, la disposición de Washington a hablar bilateralmente en el marco del diálogo a seis y el audaz proyecto surcoreano de suministrar 2.000 megavatios anuales a su vecino en bancarrota representan un claro giro respecto de la absoluta intransigencia de Bush a finales de 2002, cuando estalló la crisis al acusar EE UU al régimen norcoreano de desarrollar un programa militar secreto de enriquecimiento de uranio. Tras el nuevo ambiente hay meses de diplomacia callada y coordinada, orquestada básicamente por la secretaria de Estado Rice y con un papel relevante tanto de China, aliado clave de Pyongyang, como de Seúl.

La cuestión sigue siendo si esta nueva cita conseguirá algo diferente de las anteriores fracasadas. Kim Jong-il pretende concesiones previas para congelar en una primera fase su programa nuclear; y garantías de normalización con EE UU, ayuda económica ingente y renuncia formal a cualquier amenaza militar a cambio del desarme atómico efectivo del Estado más opaco del mundo. El gran obstáculo sigue siendo que el arsenal nuclear norcoreano -que se da por hecho, pese a que no se conoce ningún ensayo del mismo- es el único activo estratégico del régimen estalinista y, a través de la alta tensión con EE UU, la palanca básica de la supervivencia política del dictador.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_