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Entrevista:DANIEL BARENBOIM | Músico

"Hay que bajar la música del pedestal"

Jesús Ruiz Mantilla

El ritmo es un concepto de vida para Daniel Barenboim (Bueno Aires, 1942). Pero no es la única palabra del argot que él utiliza para poner en práctica otras cosas. Si como músico, este pianista, director de orquesta y agitador de conciencias, ha dado la vuelta y enriquecido a varios compositores, empezando por Mozart y terminando por Wagner, en su papel de referente social, Daniel Barenboim también tiene sus ambiciones: desmontar palabra a palabra las mentiras oficiales, las verdades preconcebidas y los prejuicios que han destruido durante años las vidas de miles de personas en Oriente Próximo y, como dice él, "bajar la música del pedestal", a la calle, a la batalla diaria.

Es lo que paso a paso espera conseguir al frente de la Orquesta West-Eastern Divan, el proyecto que empezó hace siete años con su íntimo amigo palestino, Eduard Said -que falleció en septiembre de 2003- en el que se les ocurrió, desafiando todos los tabúes, formar un grupo de árabes e israelíes que tocaran juntos y que hoy es una realidad incontestable que pone en solfa cualquier planteamiento de enfrentamiento. Mañana comienzan en Sevilla -donde la orquesta tiene su sede en el pueblo de Pilas y donde han ensayado desde el día 11- su gira por España, donde actuarán en Oviedo, Perelada y Almería antes de salir a Europa, América Latina y terminar con un concierto lleno de fuerza simbólica en Ramala, una ciudad de donde proceden varios músicos de la orquesta y que visitarán el 21 de agosto si la situación en la zona lo permite.

"Esto que hacemos con nuestra orquesta del West-Eastern Divan es imposible de hecho. Está contra la ley"
"La sede de Andalucía ha supuesto un gran cambio para la vida musical de la región. Un 20% de los músicos de la orquesta son andaluces"
"Está todo organizado y cerrado para actuar en Ramala. El Gobierno español nos ha proporcionado los pasaportes diplomáticos"
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Pregunta. ¿Todo preparado para ir a Ramala?

Respuesta. El concierto de Ramala se ha anunciado, la logística está bajo control, la sala reservada, va a retransmitirse en directo por televisión en el canal Arte.Está todo organizado y cerrado para actuar allí, el Gobierno español nos ha proporcionado los pasaportes diplomáticos para los músicos israelíes que no pueden acceder de otra forma, pero debemos tener en cuenta que el 15 de agosto es el día en que debe llevarse a cabo la retirada de Gaza. Esperemos que no se recrudezca la situación tanto como para no poder actuar.

P. De todas formas, es un concierto que levantará ampollas en ambas partes porque para ellos debe ser toda una provocación. ¿Cómo están los ánimos de los dos bandos en la zona?

R. A ambas partes les incomoda la idea, así que cada vez estoy más convencido de que se hará sin problemas. Los israelíes dicen que cómo es posible que vayamos a hacer música delante de familias que envían terroristas suicidas a atentar contra nosotros y los palestinos creen que cómo van a recibir a músicos judíos cuando es un país que sólo les envía tanques y soldados. Yo entiendo que se sientan incómodos porque iniciativas como la del West-Eastern Divan son cosas que muchos podrían organizar en sus entornos y no lo hacen.

P. ¿Qué van a interpretar allí? ¿Elige los programas en base a una idea simbólica?

R. Allí haremos la Sinfonía Concertante, de Mozart y la Quinta, de Chaikovski. Elegimos los programas por un criterio musical, cosas interesantes y divertidas pero que les hagan crecer como músicos. Ahora estamos ensayando para esta gira la Primera sinfonía, de Mahler, algo que en el 2000 hubiese sido impensable, pero el caso es que vayan mejorando.

P. Cuando Said y usted empezaron con el proyecto del Divan, ¿creían que iban a llegar tan lejos?

R. No, ni en la cantidad ni en la calidad. Fue una idea muy loca. Al principio pensamos en un taller para ocho o diez personas, algo de cámara con algún árabe y algún israelí. Nadie se puede imaginar la sorpresa que nos llevamos. La intención era empezar con más árabes que israelíes, porque en Israel sabíamos que había buenos músicos, conocíamos el nivel. La primera sorpresa llegó cuando se inscribieron 200 de todo medio oriente y al ver que algunos de ellos tenían un gran nivel.

P. Lo peor de todo han sido y siguen siendo las trabas políticas.

R. Esto que hacemos es imposible, de hecho. Está contra la ley. Hay países que no permiten el contacto entre unos y otros y al principio teníamos miedo que de se utilizaran represalias contra algunos de ellos. Por eso no dábamos nombres de muchos chicos. Incluso, en un DVD que hemos grabado sobre la orquesta preguntábamos antes de rodar quién quería salir y quién no. Pero hoy todo el mundo sabe lo que hacemos, todos conocen esta orquesta y ningún país puede fingir que no existe. Lo que estamos consiguiendo es un paso porque yo soy de los que creo que no es que el mundo esté cambiando es que hay que cambiarlo.

P. Dice que no está haciendo política con este proyecto, pero ¿en qué consiste la política entonces si no es otra cosa que entenderse entre sí para lograr cosas juntos?

R. Éste es un proyecto pionero que demuestra al mundo las posibilidades que ofrece la música, si quisiera hacer política utilizaría un espacio político. Esto esto no, esto consiste en aprender a través de la música.

P. ¿Facilitar el entendimiento?

R. No, no sólo eso. Ambas partes trabajan para conocerse e intercatuar juntos, además del entendimiento hay una práctica, un resultado, ése es el funtamento del West-Eastern Divan, pero, en este caso, sin el ismo.

P. ¿Por qué la música es tan efectiva en este caso?

R. Es el único arte válido para un proyecto así, esto no valdría con escritores ni con pintores. Facilita el diálogo entre ellos. Por eso, para hacer más cosas juntos, tienen que pasar por una experiencia musical antes. Sólo la música marca un tiempo objetivo, es decir, un plazo. La partitura señala la igualdad y enseña la realidad del otro. Cada instrumento debe integrarse en un todo que es la orquesta y todos dependen de los de al lado para conseguir el resultado que se persigue. Cuando un músico árabe tiene que interpretar un solo en la orquesta, los israelíes le miran atentamente y desean que le salga bien porque cuenta el resultado final y así es la primera vez que muchos de ellos han tenido un sentimiento de admiración hacia lo que hace el otro. Lo mires por donde lo mires, todo es positivo en este caso, dentro de la orquesta se ayudan y se admiran para que todo salga bien.

P. Un trabajo por el bien común.

R. Un lugar donde aprenden respeto mutuo y donde se dan cuenta de que sí es posible trabajar juntos. Tenemos que aplicar los principios de la revolución francesa y además por el orden en que están formulados. No es casual, porque la libertad es la condición primera para que después haya igualdad y las dos son fundamentales para que todo termine, si Dios quiere, en fraternidad.

P. Muchos en su país le han atacado por llevar a cabo este proyecto y por sus visitas a Ramala, donde ha colaborado activamente en la educación de niños palestinos. ¿Qué les irrita?

R. En Israel, muchos me critican porque piensan que hago esto para promocionarme, por relaciones públicas, pero, en mi caso, ir a Ramala no ha sido un chiste. No me he quedado en Berlín a escribir artículos, voy allí, aunque no garanticen mi seguridad y lo hago. Lo que yo sostengo es que debemos tener la voluntad y ser capaces de aceptar que existe una visión y un relato palestino de los hechos. Yo no comparto todo lo que defienden, pero si no hago el esfuerzo de comprender su visión de las cosas nunca voy a entenderme con ellos.

P. La sede de Pilas, en Sevilla, les ha ahorrado esa vida nómada que empezó en Weimar y siguió en Chicago. Además que la orquesta se quedara en Andalucía era un deseo de Said. ¿Ha dado resultado?

R. Desde luego, además ha supuesto un gran cambio para la vida musical de Andalucía. Un 20% de los músicos de la orquesta son andaluces y hemos creado una Academia de Estudios Orquestales con base aquí. Son cosas que hacen que se hable de otra forma sobre la música en la región.

P. La semana pasada interpretó la Novena de Beethoven en la Plaza Mayor de Madrid. Muchos critican que la calle no es lugar para escuchar este tipo de obras, ¿cómo les convencemos?

R. Es esencial que se hagan este tipo de conciertos. No todos los días, seamos sinceros, pero hay que dar a las personas que no van a los auditorios la oportunidad de ser tocados por la música. Hay que bajarla del pedestal.

Daniel Barenboim, ayer en Pilas (Sevilla).
Daniel Barenboim, ayer en Pilas (Sevilla).PABLO JULIÁ
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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