_
_
_
_
_
Reportaje:LA CARRERA OLÍMPICA

Sobraron manos

Miles de personas colaboran para desplegar la mayor bandera del mundo

Al final, sobraron manos. El espíritu olímpico se le metió ayer en el cuerpo a miles de personas en el paseo de la Castellana y todos querían formar parte de la fiesta. Todos querían contribuir a desplegar la bandera más grande del mundo para demostrar de lo que es capaz Madrid para hacerse con los Juegos Olímpicos de 2012.

Dentro de un camión situado en la plaza del Doctor Gregorio Marañón esperaban los 21.000 metros cuadrados de tela que más tarde se desplegaron hasta la plaza de la Lealtad. Más de tres toneladas de peso que necesitaban de muchas manos para desplegarse. La candidatura olímpica había movilizado por Internet a 1.000 voluntarios para que arrimaran el hombro. Se presentaron muchos más. A las cuatro de la tarde en la plaza de Colón, los organizadores repartieron 1.500 gorras y camisetas como uniforme para los voluntarios congregados. Los dirigieron hacia el lugar en el que esperaba la bandera y allí, unas dos horas antes del comienzo de la fiesta, les ofrecieron un bocadillo de jamón serrano y un refresco. Les dividieron en cinco grupos y se dieron instrucciones precisas para que todo saliera a la perfección.

Madrid se quedó sin cielo, al menos para los niños que hicieron el recorrido bajo la tela
Más información
Madrid ansía ser olímpica

La tela, con el logotipo repetido de la candidatura, era como una serpiente que poco a poco iba cubriendo la parte central de la Castellana. Una serpiente encantada. Atrajo como un imán a miles de personas que querían formar parte de ese símbolo, de las ganas que tiene Madrid de organizar los Juegos Olímpicos dentro de siete años.

De pronto, Madrid se quedó sin cielo. Al menos para los cientos de niños y no tan niños que disfrutaron haciendo el recorrido de la bandera debajo de ella. Entre la tela y el suelo se montó una verdadera fiesta. Patinadores, cientos de personas con máquinas de fotos, periodistas, cámaras de televisión, todos agachados para obtener esa curiosa imagen o para sentirse dentro del túnel de la pasión olímpica.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

A ambos lados de la bandera, -de 6,4 metros de ancho y ribeteada con el logotipo de unos conocidos grandes almacenes- se sumaban cada vez más manos. Gente de todas las nacionalidades, de todas las edades, de todos los rincones de España, colaboraron para batir un récord.

En muy pocas ocasiones la gigantesca enseña tocó el asfalto y en los momentos en los que la procesión se detenía, los mástiles humanos se esforzaban en hacer que el tejido se moviera como una ola. Y aquello se parecía al mar que no tiene Madrid. "Un parón. La ola, la ola", se gritaban de un lado al otro del enorme estandarte.

La imagen era emocionante. Un helicóptero de Telemadrid sobrevoló la Castellana, arriba y abajo para captar esa imagen única que se tuvo desde el cielo de una ciudad volcada en conseguir el sueño olímpico. A ras de suelo, a más de uno le dio por la filosofía rápida: "Ojalá se juntaran tantas manos también para otras cosas". Otros, ponderaban el civismo con el que se desarrolló todo el acto.

A los voluntarios se les explicó que una vez desplegada la bandera otros voluntarios armados con unas tijeras cortarían en trozos la bandera cada 200 metros. Sólo esto salió mal. Espontáneamente, cuando la enseña llegó a su destino, los ciudadanos la plegaron como el que dobla una sábana y terminó hecha un rollo que se fue depositando poco a poco en un contenedor del Selur. Pero al final de la serpiente, los hubo que insistieron en quedarse con un recuerdo. Rompieron los últimos metros de la bandera. También sobraron esas manos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_