Taxistas del aeropuerto

Ahora viajo más porque cuesta menos. El otro día el vuelo de vuelta de Canarias fueron treinta y dos euros. Lo que no me puedo permitir es coger un taxi en el aeropuerto, porque son veinte más, así que me siento y espero a que pase el autobus. Eso sí, con el permiso de los taxistas. El 16 de abril, sábado de feria, el último autobús que cubre la linea Aeropuerto-Sevilla llegó con diez minutos de retraso, a las 23:40. Enseguida se acercaron cuatro o cinco taxistas para intimidar sin rodeos al conductor. "Que les estaba quitando los clientes," decían, señalando el reloj. El conductor, naturalmente asustado, cerró la puerta y dejó al resto de la cola en tierra. Imagínense la cara de perplejidad de los pasajeros y la estupefacción de los que se quedaron abajo. Yo fui de los ocho afortunados que pudieron subir. La historia con la que el pobre conductor se excusaba ante nosotros es ya sabida, que "no quería que le calentaran la boca." Es otra historia más de violencia, de pitadas, de bravuconería por parte de un grupillo bien localizado. Dan mal servicio y peor imagen de un aeropuerto. Sevilla no se los merece. Ni en la feria ni a diario.