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En defensa de la creación de un observatorio internacional

El proceso iniciado el 26 y el 27 de noviembre en Berlín para "darle un alma a Europa", continuado ayer y hoy en París con sus "encuentros por la Europa de la Cultura", debe desembocar en octubre de este año, en el marco de la 33ª Conferencia Internacional de la Unesco, en una reunión en la que, si las cosas no se tuercen, se ratificará una Convención para la protección y promoción de la diversidad de los contenidos culturales y las expresiones artísticas. Se trata, en definitiva, de que los bienes culturales escapen a la única disciplina de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y a la lógica implacable del mercado, que lo sueña todo en inglés y elaborado por unas pocas sociedades.

La participación española en las discusiones previas a la citada convención ha contado con la colaboración intensa de la Conselleria de Cultura de la Generalitat Catalana junto a los representantes de los ministerios de Cultura y Exteriores.

Para Caterina Mieras, consejera del Gobierno de Maragall, es "muy importante que nuestra delegación refleje y defienda la pluralidad existente en el contexto del Estado español".

En espera de la creación de una OMC exclusiva para la cultura, Mieras defiende la de un "observatorio internacional de la cultura que siga la aplicación de la convención en el mundo". Ese observatorio tendría como misión evitar que el texto de la convención quede como una mera declaración de intenciones que nadie tiene la obligación de aplicar, tendencia muy arraigada en el mundo anglosajón que desde su superioridad comercial estima contraproducente cualquier tentativa de regulación del sector cultural. Quebec ha presentado su candidatura para ser sede de ese observatorio apoyándose en el hecho de que, en la actualidad, Montreal ya acoge el Instituto de Estadística de la Unesco.

Sistema jurídico

Mieras -y el conjunto de la delegación peninsular- quisiera esa puesta en pie de "un sistema jurídico internacional en materia de cultura que corriese paralelo al derecho comercial internacional". En ese sistema no sólo tendrían personalidad jurídica los Estados, sino también "las administraciones infraestatales", lo que sería una manera de respetar los intereses y las atribuciones que tienen en diversos países -Alemania, Canadá, España, por sólo citar esos tres ejemplos- las regiones, los Estados federados o confederados o las llamadas "naciones sin Estado".

La consejera catalana insistió en que "no se trata únicamente de proteger, sino también de regular en positivo, es decir, de poder promover determinadas políticas culturales".

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