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Tribuna:POLÍTICA CULTURAL
Tribuna
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La decoración de la cultura

La autora critica que la gestión del PP ha generado un "divorcio" con la cultura real y se ha sustentado en el "despilfarro" y la "inconsistencia"

Decía Platón en su obra El mito de la caverna que "no se ignora la cultura y el conocimiento, sino que se la desprecia o decora". Y esto mismo es lo que el PP ha venido haciendo en su gestión cultural: Decorar la cultura.

Cuando Zaplana accedió al poder, miró a su alrededor, y vio que le faltaba arroparse del mundo de la cultura. Y lo hizo como supo y quiso, sin ningún pudor: a base de talonario. A partir de ahí, estableció sus objetivos: la cultura real no da fotos y es costosa de atender, cuidar y promocionar; resultaba mucho más rentable para su liderazgo personal, gastar el dinero en promoción, en proyectos megalómanos y en giras por todo el mundo de dudosa rentabilidad y eficacia cultural. Y ahora pagamos los platos rotos de una gestión sustentada en el despilfarro y la inconsistencia de un proyecto.

Durante estos años, la gestión del PP ha estado liderada por personalismos y por las ocurrencias de los responsables de turno, caracterizada por la megalomanía y los aires de grandeza. Si vemos el recorrido cultural del PP en los años de gobierno, deberíamos medir la cultura por su espectacularidad y sus medidas, no por su contenido: el objetivo del PP consistía en hacer "lo más grande", no lo más útil. Cada proyecto cultural, sea pequeño o grande, debe ir acompañado de un ¿por qué?, y un ¿para qué? Donde reside el problema es que cualquier cosa resulta cara si no sirve para nada.

El ejemplo más significativo lo tenemos en el Palau de les Arts. La realización de este edificio no ha venido acompañada de un ¿por qué? ni un ¿para qué? Había que hacer un palacio de la ópera en Valencia: de acuerdo. Pero la pregunta es: ¿era necesario hacer el palacio más grande de toda Europa? Porque al mismo tiempo que esta infraestructura se elevaba, nadie ha sabido proyectar ni programar su contenido. Veamos algunos ejemplos: Valencia es de las pocas ciudades que hoy no disponen de temporada de ópera y no parece que el PP se haya preocupado de cultivar este género; habría que dotar el palacio de una orquesta, pero hoy no hay dinero para su formación; se conciben esperanzas entre los profesionales artísticos, y hoy todos ven con estupor que el magnífico continente no tiene contenido.

La paradoja de lo vivido estos años ha producido un divorcio entre la cultura real y la cultura de escaparate. Mientras que no hay dinero para cumplir las leyes aprobadas (Ley de la Música, Ley del Patrimonio, Ley del Instituto de la Restauración...); mientras descienden las irrisorias ayudas para ediciones y promoción de la lectura; mientras nuestros músicos valencianos reciben migajas del presupuesto anual; mientras nuestra Comunidad sigue por debajo de la media nacional en préstamo de libros, en gastos de adquisición y en número de volúmenes en las bibliotecas; mientras la cultura real sobrevive pese a la gestión del PP, existe otra exhibición cultural que ha crecido bajo las luces y las sombras de la derecha valenciana. Se resume en tres aspectos significativos:

1) se multiplica la creación de fundaciones que acaban usurpando el control público de la Administración y ocultando proyectos, decisiones y gestión económica.

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2) Se despilfarra en infraestructuras culturales que no se sabe bien dónde terminarán: un sinfín de ciudades artificiales que intentan suplantar a la verdadera ciudad (véase Ciudad de la Luz y demás acompañamientos).

3) La promoción de nuestra cultura acaba siendo sospechosa por ineficaz y despilfarradora: la Bienal se ha convertido en un desaguisado sin proyección ni fundamento; las exposiciones por Suramérica de Vangelis no tienen pies ni cabeza (y como ésa, una larga infinidad); el Consorcio de Museos acumula deudas en carpetas que nadie sabe cómo pagar.

Y qué hace ahora Camps. Estoy convencida de que envidia a rabiar a su predecesor, porque aquél gastó su parte y las deudas que le deja en herencia. A Camps se le acumulan los déficits, los impagos, los proyectos ruinosos, las subvenciones partidistas y clientelistas, las promociones y viajes sin sentido, y además, apenas puede presumir de hacer nada novedoso, en parte, porque a su carácter no se le atribuye gran inventiva e imaginación, y, en parte, porque está y estamos arruinados.

Con tijera en mano ha empezado a hacer recortes en proyectos y en programas; a cambiar uno tras otro a consellers y secretarios autonómicos, generando inestabilidad y falta de credibilidad; a decir y desmentir un idea varias veces; pero el problema sigue y persiste: ¿sabe Camps a dónde va? ¿Existe un proyecto cultural en el PP?

Porque si Camps necesita también de ocurrencias para terminar su mandato como a los del PP les gusta hacer, cual si de emperadores se tratara, veremos las Torres del Marítimo elevarse en el cielo y la recuperada Esfera Armilar plantada en alguna rotonda de nuestra ciudad.

Ana Noguera es diputada autonómica del PSPV-PSOE.

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