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'Diguem no', con perdón

Me gustaría recordaros que el referéndum del domingo no es para entrar en Europa, que ya estamos, sino para votar un texto que pretende convertirse en Constitución. Es un texto que no se ha elaborado por el procedimiento democrático propio de las constituciones, sino por el procedimiento, mitad técnico, mitad burocrático, de los tratados entre estados. Un texto que consagra los estados frente a pueblos o naciones sin Estado, pero que no consagra los estados frente a los grupos monopolistas y las empresas transnacionales, que no garantiza mínimos de remuneración ni derechos humanos, sino que expresa muy buenas intenciones sin concretar, dejándolo todo al arbitrio de la legislación de cada Estado. Es un texto sospechoso de querer una mano de obra adaptable para juego del capital y un ejército vinculado a la OTAN, es decir, a intereses no claramente europeos. Es un texto que no anuncia la necesaria experimentación de formas de producción más solidarias, lejos del socialismo burocrático estalinista, ni experimenta en la creación de una gran sociedad basada en la paz y no en las armas. El presidente Zapatero dice que, si no es para unos bastante de izquierdas y para otros bastante de derechas, es porque en ella cabe todo el mundo. Un error. En esta Europa no cabemos los que somos ecologistas, pacifistas, simpatizantes con el movimiento libertario, críticos con la cultura patriarcal y no solo con los maltratos, amigos de todos y cada uno de los pueblos y de ningún Estado, precisamente los que tal vez hemos idealizado la Europa de la libertad y la rebeldía.

Cuando las constituciones se elaboran al margen del pueblo, no hay forma de que el pueblo las comprenda. Para que se vote positivamente, sólo se puede insultar o caricaturizar a los que la hemos leído y no nos gusta, declamar un recital de afirmaciones seleccionadas de las maravillas de Europa, como si muchos de los que pedimos el no a este texto no fuéramos europeístas más antiguos que ellos. O hacer dilemas que recuerden precisamente el maniqueísmo que la democracia quiere excluir. Unidad o división. Progreso o destrucción, orden o caos, sí o no, de modo que votar no equivale a caos, división. Ni tan solo los propagandistas del sí eligen explicar un poco de tan farragoso y largo texto. No hay tiempo, ganas ni humor para estudiar 450 artículos, cuatrocientos cincuenta. ¿Por qué una constitución tres veces más grande de lo normal si no es para que usted no pueda leerla? Que los partidos favorables al sí no aprovechen el espacio electoral para resumir y hablar seriamente de las discrepancias es un hecho que me ha reafirmado en el voto negativo.

Escuchando una y otra vez los espacios publicitarios de televisión, me da enormemente la impresión de que lo que proponen es que nos afiliemos o apuntemos a Europa. No es eso lo que se discute. En Europa ya estamos. Lo que queremos es que Europa adopte otro texto constitucional; un texto que dé el derecho a la autodeterminación a los pueblos, que anime las nuevas formas sociales a crear tras el hundimiento del comunismo, que garantice, y no solo reconozca, los derechos humanos y que, si no propone la desmilitarización, al menos emprenda el camino de ella.

¿Quién es el estimable señor Zapatero para presumir de nuestra prioridad en otorgar de cabeza? ¿Quién es el señor Rajoy para decirnos que el sí o el caos, Menéndez o Pelayo? Votad no. El aprobado nos lo echarán en cara.

Josep Vicent Marqués es escritor.

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