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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La discapacidad no nace, se hace

Mucho se está hablando de accesibilidad. Incluso la concejala de turismo afirmaba el lunes 24 en una radio local que esta noción debe aplicarse al turismo. Esto me anima a exponer mi perplejidad ante lo que nos ocurrió a mi hermana, a mi madre y a mí misma el pasado 1 de enero.

Aprovechando el solecico y el microbús, nos dirigimos tan ufanas hacia el Albaicín. La ida fue regular, pero soportable, gracias a un amable señor que ayudó a mi madre, que en breve será flamante octogenaria, a subir al microbús. La vuelta, por el contrario, fue penosa, tanto al principio como al final. Mi madre tuvo que subir de rodillas, porque el escalón le quedaba demasiado alto. Evidentemente, tanto el conductor como los pasajeros presenciaron la penosa escena. Para salir, como estaba indicado en la parte trasera del microbús que el vehículo era accesible para las sillas de ruedas (supongo que también se habrá pensado en los cochecitos de bebés), le pedí al conductor que bajara la plataforma, y por toda respuesta tuve que oír un entre sorprendido y hosco "no hay de eso". Así que, de nuevo gracias a un amable señor, pudimos bajar. Para colmo, como era una parada de la Gran Vía, el conductor no ocultó su impaciencia.

Excuso decir que mi madre pasó un mal rato que le aguó el disfrute del primer día del 2005, al ser transformada en discapacitada por el mal funcionamiento de los servicios públicos de una ciudad donde, pocas horas antes, parecía que por fin el ayuntamiento había comprendido que los sordos también tienen derecho a la fiesta, inventándose el ingenio de las campanadas audiovisuales.

Al mal rato de mi madre se sumó la indignación de las tres, por constatar que la falta de respeto al ciudadano es norma de la casa.

De poco sirven los años europeos por esto o contra aquello, ni las soflamas que algunas de nuestras autoridades lanzan cuando toca, ni proclamar el "respeto a la diferencia". Seamos menos diferentes y apliquemos mejor las normas y valores que decimos defender. Hablemos menos del cariño y comprensión debidos a los ancianos y permitamos que éstos puedan subirse a un autobús sin sentir todo el peso del olvido en su alma y en sus rodillas. Decencia obliga.

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