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Crítica:ÓPERA | 'Vizi d'arte'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una comicidad previsible

De las diferentes maneras de acercarse a Rossini, el barítono-bajo Bruno Praticó (Bartolo en el próximo El barbero de Sevilla del Real) se decantó en el recital de anteayer en el Café de Palacio junto a la pianista Rosetta Cucchi, por lo que Alberto Zedda denomina comique absolu, es decir, por el lado más bufo, en una suerte de surrealismo que lleva inevitablemente a la caricatura. El disfraz tiene en este planteamiento una importancia fundamental, y así toda la segunda parte del recital es un encadenamiento de indumentarias, una encima de otra. Qué calor debió pasar el cantante, sobre todo al comienzo. Salió vestido de monja. Después de despojarse del primer nivel de ropa era un bebé entonando una de esas bromas rossinianas a ritmo silábico pipí-mamá-papá-cacá. Debajo del bebé apareció una prima-donna con peluca pelirroja incluida y, como plato final, enfiló La partenza con vestido de lunares y anchos brazos al aire.

Vizi d'arte

Canciones de María Malibrán, Gaetano Donizetti y Gioachino Rossini. Con Bruno Praticó (barítono-bajo) y Rosetta Cucchi (piano). Director de escena y figurinista: Pier Luigi Pizzi. Navidades en el Real. Café de Palacio. Madrid, 22 de diciembre.

En la primera parte y sin despliegue de disfraces, Praticó había cantado con oficio una selección de canciones de Donizetti y María Malibrán. En la construcción del programa no hay ningún armazón teórico o una línea de continuidad que no sea la sucesión de efectos y sorpresas. Poca cosa. Praticó es un cantante que desprende mucha simpatía pero su comicidad es previsible. Entretiene más que divierte. Es un sentido del humor antiguo, casi sin ironía. Requiere complicidad previa con el artista o es idóneo para una reunión de amiguetes. En Pésaro, por ejemplo, en una fiesta después de escuchar una ópera. En el Real no acaba de tener pegada. Se lo pasan de miedo los italianos -y no solamente por la comicidad del lenguaje- y los homosexuales -en su fascinación por el disfraz-. Lo mejor, a mi modo de ver, fue la propina, un Rossini sin afectación, cantado de calle, con un blusón negro. Es ahí donde la naturalidad del cantante -y la pianista- se impone sobre el artificio. El recital fue breve, afortunadamente. Con propina y descanso incluido, duró una hora.

Comienza así una programación especial que, bajo la denominación Navidades en el Real, incluye la reposición de Tardes con Donizetti, un espectáculo dirigido por Enrique Viana que ya fue comentado -muy elogiosamente- en marzo en este diario y una vuelta de tuerca más sobre El dúo de la Africana. Desde luego, no es un ciclo para tirar cohetes.

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