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PANTALLA INTERNACIONAL

Incertidumbre sobre el futuro de la productora Miramax

Los hermanos Weinstein luchan por seguir al frente de una de las joyas de Disney

Hay títulos de la última década que pasarán a la historia del cine unidos al nombre que los ayudó a respirar: Harvey Weinstein. Pero el fundador, junto a su hermano Bob, de la productora y distribuidora Miramax, que, junto al Festival de Cine de Sundance, reinventó para el público y para la industria el concepto del cine independiente con títulos como Pulp fiction o Sexo, mentiras y cintas de vídeo, está en plena lucha por conservar el mando de una productora que en los últimos 15 años ha consechado 221 nominaciones al oscar.

Tras haber despedido a más de 100 empleados en dos meses, los rumores sobre el futuro del también conocido como Harvey Manostijeras (por su tendencia a cortar en la sala de edición las películas de sus directores) y de la modesta empresa de distribución que él y su hermano Bob fundaron en 1979 para vendérsela en 1993 a Walt Disney Inc. por unos 80 millones de dólares y convertirla en una de las productoras más poderosas de la industria, son cada vez más confusos.

En el centro del conflicto está el fin del contrato con Disney de los hermanos Weinstein como presidentes de Miramax, que expira en septiembre de 2005 y que ya se está negociando sobre un trasfondo que no se puede obviar: el odio acérrimo entre Michael Eisner, presidente de la multinacional, y Harvey Weinstein. "Harvey y Bob no necesitan a esos malditos tipos. El día en que rompan con Disney será como en las películas sobre la II Guerra Mundial cuando los americanos entraban a liberar París. Espero que ocurra desde hace mucho", declaró recientemente Quentin Tarantino en la revista Newsweek. Los hermanos le habían propuesto a Eisner readquirir Miramax por 450 millones de dólares, obteniendo un tajante no por respuesta, así que hasta hace dos meses parecía claro que los Weinstein iban a separarse.

Las malas relaciones con Eisner explotaron públicamente en mayo con motivo del estreno de Fahrenheit 9/11, el documental de Michael Moore producido por Miramax y que Eisner prohibió distribuir. Fue la gota que colmó el vaso. Harvey, además, acababa de atravesar una crisis personal, se había divorciado de su mujer y su salud se veía acuciada por su sobrepeso, su diabetes y sus subidas de tensión.

Sin embargo, en septiembre Harvey, nacido en Buffalo (Nueva York) hace 52 años, escuchó las palabras mágicas: Eisner anunciaba que abandonaría la presidencia de Disney en dos años. Eso significaba que si Harvey conseguía renegociar su contrato no tendría que volver a empezar fuera de Miramax, puesto que su odiado jefe dejaría de serlo en breve.

Al mismo tiempo Bob recibía una oferta por parte de Eisner, calificada por la revista New York de "patetica", en la que básicamente sus condiciones eran peores de las que se le ofrecen a cualquier principiante. A raíz de eso los hermanos Weinstein decidieron unir sus fuerzas y ahora sus abogados intentan que sea el Consejo de Administración de Disney el que decida.

Para los ejecutivos es todo una cuestión numérica. A Harvey le acusan de haberse estrellado con proyectos demasiado ambiciosos como Gangs of New York o Cold Mountain. Mientras se espera al desenlace, que debería producirse en los próximos meses, los directores que crecieron gracias al fervor cinematográfico de los dos hermanos siguen hablando en su favor. Para Kevin Smith, director de Clerks, "sin Harvey y Bob no habría Pulp fiction, Quentin Tarantino todavía estaría trabajando en un videoclub, Truly Madly Deeply sería la película más conocida de Anthony Minghella y Robert Rodríguez seguiría haciendo películas sobre mariachis en la Columbia".

Harvey Weinstein.
Harvey Weinstein.AFP
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