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Reportaje:

Por qué el alcohol altera la conducta

Científicos españoles encuentran nuevas pruebas de cómo actúa el alcohol en el cerebro y provoca adicción

El alcohol actúa, en cierto modo, como un ilusionista. Sus efectos son bien conocidos pero el mecanismo que utiliza para producirlos son un misterio. Un equipo de investigadores de la Universidad Jaume I de Castellón ha dado el primer paso para desvelar el truco al demostrar que el alcohol no sólo se metaboliza en el hígado, sino que en algunas zonas del cerebro también se procesan cantidades importantes de etanol y que la sustancia derivada de esas reacciones, el acetaldehído, está implicada en muchos de los cambios de conducta tradicionalmente asociados al consumo de alcohol. Uno de esos cambios está relacionado con el efecto reforzante que lleva al individuo a seguir bebiendo.

Quizá puedan usarse sustancias inhibidoras de la catalasa para tratar el alcoholismo

Hace años que se conocen los efectos del acetaldehído. Experimentos con roedores en los que se administraba acetaldehído directamente al cerebro demostraron que esta sustancia modifica el comportamiento del mismo modo que lo hace el alcohol. Pero había un inconveniente para aceptar el papel del acetaldehído en los cambios neurofisiológicos asociados a la ingesta de alcohol. ¿Cómo llega el acetaldehído al cerebro si se crea y se destruye en el hígado? Los científicos de la Universidad Jaume I han respondido a la pregunta corrigiendo su formulación.

"Efectivamente, el acetaldehído no viaja del hígado al cerebro, sino que se genera en el propio sistema nervioso central a través de un proceso independiente del metabolismo del alcohol mediante la acción de una enzima llamada catalasa", explica Carlos González Aragón, catedrático de Psicobiología de la Universitat Jaume I y responsable de la investigación.

El equipo de científicos ha demostrado in vitro que la catalasa es capaz de producir acetaldehído a partir del metabolismo del etanol en el cerebro y que si se reduce el nivel de catalasa, administrando fármacos inhibidores o anulando en ratones la expresión de los genes que regulan la catalasa, la cantidad de acetaldehído disminuye. En cambio, si se potencia el nivel de catalasa, la acumulación de acetaldehído aumenta.

"De todas formas, para nosotros lo que tenía importancia era ver si ese metabolismo, por pequeño que fuera, tenía alguna relevancia conductual. Porque si resulta que el acetaldehído que se produce en el cerebro sólo causa un efecto tóxico en las neuronas sin relevancia conductual, entonces no es más que una curiosidad científica. Nuestros experimentos nos han señalado, sin embargo, que el acetaldehído sí tiene importancia en la conducta", explica Carlos González Aragón.

Diversos experimentos con ratas y ratones han permitido al equipo de González Aragón identificar aquellos efectos del consumo del alcohol que se pueden atribuir a la acción del acetaldehído. La estimulación de la actividad motora y el efecto ansiolítico son algunos de ellos, pero tal vez el más relevante sea el efecto reforzante del acetaldehído que motiva al individuo a repetir el consumo. Así, el consumo de alcohol también parece relacionarse con los niveles cerebrales de acetaldehído. Mientras que la reducción de dichos niveles con inhibidores de la catalasa o con desactivadores del acetaldehído hace que la rata disminuya considerablemente la ingesta de alcohol, su incremento por inducción de la enzima potencia el consumo de la droga.

"Creemos que beber alcohol es un modo enmascarado de obtener el acetaldehído, que es el que verdaderamente nos produce el efecto hedónico y placentero. Si no bebemos directamente acetaldehído es porque es una sustancia muy reactiva que no se encuentra en la naturaleza. En cambio, el alcohol es mucho más estable. No obstante, parece que el etanol sí tiene otro tipo de efectos como la incoordinación motora y el efecto narcótico", explica González Aragón.

Los investigadores han obtenido los mismos resultados en distintos experimentos empleando sustancias inhibidoras de la catalasa, ratones transgénicos a los que se les había anulado la expresión de los genes que regulan la catalasa, y sustancias, denominadas secuestradores, que se adhieren al acetaldehído y lo degradan. En todos los casos se ha observado que los ratones dejan de interesarse por el consumo del alcohol. "La única prueba que nos falta por desarrollar es medir el acetaldehído que se produce en el cerebro en vivo, porque hasta ahora lo hemos medido in vitro y lo hemos correlacionado con los efectos observados en los animales", señala González Aragón.

Las implicaciones de la investigación del equipo de la Universitat Jaume I en el desarrollo de futuros tratamientos para el alcoholismo (o acetaldehísmo, como algunos han propuesto) es evidente. El desarrollo de sustancias inhibidoras de la catalasa o secuestradoras del acetaldehído podría ayudar a combatir la adicción al alcohol.

Por otra parte, dado que unos individuos producen más catalasa que otros, la tendencia a fabricar mayores cantidades de esta enzima podría servir para detectar de manera precoz personas especialmente propensas al alcoholismo.

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