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EL POETA DEL RUIDO

Traduciendo a Tom

Diego A. Manrique

DENTRO DE la industria musical, es un tópico afirmar que Tom Waits hace extraordinarias canciones pero que son saboteadas comercialmente por sus interpretaciones, sus hirientes envolturas. Algo muy parecido a lo que se decía de Bob Dylan antes de Like a Rolling Stone.

Varios artistas han grabado discos completos dedicados al cancionero lobuno: la canadiense Holly Cole hizo un Tom Waits de club nocturno en Temptation (1995) y John Hammond, amigo y colaborador, le moldeó en blues para elaborar Wicked grin (2002). Sin olvidar Step right up (1995), un homenaje colectivo realizado por figuras del indie rock.

Como todo gran repertorio, las canciones de Tom han servido para artistas tan opuestos como los Ramones (I don't wanna grow up) y los Blind Boys of Alabama (Jesús gonna be here). Más allá de las celebradas interpretaciones de Bruce Springsteen (Jersey girl) y Rod Stewart (Downtown train), el cancionero de Tom Waits se ha multiplicado en el campo de las damas confesionales como Diana Krall, Norah Jones y Marianne Faithfull, y en el indefinido territorio del americana, con versiones firmadas por Johnny Cash, Lucinda Williams o Los Lobos.

Grabar a Waits tiene sus riesgos. Fue pionero Tim Buckley, con Martha, pero los primeros cheques carnosos llegaron con los Eagles, tras su lectura de Ol' 55. Tom no se mostró agradecido: "Lo único que tiene bueno un elepé de los Eagles es que evita que te entre polvo en el giradiscos".

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