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Extranjería, islam y miedos

Ya se ha clausurado la excelente exposición Mediterraneum en el Museo de Historia de Cataluña, que, como otras del Fórum Ciutat, no ha tenido el éxito de público que se merecía. Y al verla por última vez no podía quitarme de la cabeza las opiniones antagónicas mostradas en Estados Unidos por José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero sobre las relaciones con nuestros vecinos del otro lado del Mediterráneo. Zapatero pedía alianzas, mientras que Aznar advertía de la hostilidad del islam y hacía un gran favor a Bin Laden al ascenderlo a sucesor de los califas Omeyas de Damasco que expandieron el islam por África y Europa.

Escuchando a Aznar entendemos muchas cosas: los atentados del 11-M estaban escritos hace siglos y la ocupación de Irak no se debió únicamente a las armas de destrucción masiva o a las supuestas conexiones entre Sadam y Bin Laden, sino a que tal vez se debía repetir una nueva batalla de Lepanto preventiva contra los infieles. Pese a salir Aznar victorioso en el combate, como el nuevo manco de Lepanto, no perdió el brazo, sino el poder.

La batalla de Lepanto la ganó Juan de Austria, y se puso freno a los turcos en el Mediterraneo, pero a la vez se decidió expulsar de Andalucía a los moriscos, a quienes se consideraba desleales por seguir hablando árabe en la intimidad y por haberse sublevado en las Alpujarras cuando se clausuraron los baños.

Por paradojas de la vida, quienes hace cuatro años, en El Ejido, desataron su cólera incendiaria contra los inmigrantes marroquíes, llevan en sus venas mucha sangre morisca, puesto que la mayor parte de la población de El Ejido procede de las Alpujarras.

Y mientras se debatía en el Fórum, en la calle y en los círculos políticos qué reglamento debe tener la Ley de Extranjería que aprobó el PP -con el consentimiento del PSOE-, aparece Jordi Pujol alertando del peligro que representa la inmigración, especialmente la musulmana, que no se identifica con nuestros valores y nuestra lengua, y que, como los moriscos de las Alpujarras. puede que nunca sea fiel del todo a la sociedad en la que vive. Tal vez porque Pujol habla alemán, se sentirá muy cerca de los alemanes y muy lejano de los vecinos musulmanes del sur. Pero yo que no hablo dicha lengua podría comparar la proximidad cultural basándome en otras cuestiones, por ejemplo la comida. Y así como explicaba una antropóloga me pregunto: ¿qué está más cerca de la paella que aquí se come los jueves, el chucrú alemán o el cuscús que en Marruecos se come los viernes?

Quienes ven el islam como un peligro a nuestras costumbres aluden a una diferencia evidente: el machismo que impregna las sociedades islámicas. Sí, eso es cierto, pero también lo fue nuestra sociedad, esa que desciende de los castillos e iglesias del Pirineo que repobló Cataluña a medida que los árabes retrocedían. ¿Tal vez hemos olvidado que los nobles y muchos de los obispos que descansan en los sepulcros de nuestras iglesias ejercían el derecho de pernada en su territorio? ¿Era eso menos machista que la lapidación de la adúltera o la inferioridad jurídica de la mujer en tantos países musulmanes? En el Corán como en la Biblia podemos encontrar fragmentos maravillosos que llaman a la toleracia y la concordia, y fragmentos que incitan al odio hacia el otro. Y con políticas como las que ha tenido Bush ante Palestina e Irak, sólo dan razones a los más intolerantes.

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Dejémonos de utilizar el miedo identitario y la diferencia cultural para justificar leyes de extranjería que dificultan la obtención de papeles y provocan la exclusión social. Ahora el Gobierno de Zapatero, sin tocar la ley que es el problema, quiere servirse del reglamento para hacer una regularización y dar papeles a aquellos que demuestren un arraigo laboral. Pero puesto que parece que sigamos teniendo miedo de la inmigración, pese al nuevo reglamento, la mayoría de quienes lleguen en el futuro no podrán regularizarse.

Parece que es electoralmente incorrecto reconocer que necesitamos casi 200.000 inmigrantes más cada año. La política restrictiva de el PP, que el PSOE apenas cambiará, no sólo no ha frenado la inmigración, sino que ha generado más y más irregulares. Y tener cientos de miles de personas al margen de ley eso sí es un peligro y genera conflictos, sean árabes, eslavos o latinoamericanos.

Xavier Rius-Sant es periodista.

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