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Una biografía destaca la lealtad republicana del general Rojo

En sus libros anteriores, Javier Fernández López (Zaragoza, 1954) se ha ocupado de diversas cuestiones relacionadas con su profesión de militar. Ha escrito sobre el 23-F (en 2000), se ha ocupado de la Unión Militar Democrática (en 2002), ha abordado la figura de Sabino Fernández Campo (en 2000) y ha tratado de El Rey y otros militares (1998). En Militares contra el Estado (2003) estudió la sucesión de pronunciamientos que marcaron la historia de España durante los siglos XIX y XX, y hace poco ha publicado General Vicente Rojo: mi verdad (Mira Editores), en el que propone un acercamiento biográfico a uno de los protagonistas de la Guerra Civil.

"Con el nombramiento de Vicente Rojo como jefe del Comando de la Defensa de Madrid, cuando el Gobierno sale a Valencia, se produce un cambio decisivo en el rumbo de la Guerra Civil", comenta Fernández López. "Durante una noche, la del 6, y un día, el 7 de noviembre, es capaz de reorganizar las unidades del ejército, de redistribuir los medios materiales, de designar a los jefes y, sobre todo, de infundir moral a las tropas". El resultado es conocido. El Ejército de África, que pretendía arrasar Madrid, se encontró con una tenaz resistencia.

Antes de la guerra, Rojo ya destacó como un militar atípico. "Porque no fue africanista, aunque estuviera durante un breve tiempo destinado en África, y porque descubrió que aquella empresa colonial era un disparate", dice Javier Fernández López. "Y también por dedicarse al estudio. Sólo por haber impulsado la Colección Bibliográfica Militar, que acercó textos fundamentales sobre la Primera Guerra Mundial a los estudiantes de la Academia de Toledo, ya merecería pasar a la historia del ejército español".

Defensa de la legalidad

Cuando estalló el conflicto, Vicente Rojo fue fiel a su juramento de fidelidad a la República. "Fue una decisión totalmente consciente y no tuvo ninguna duda a la hora de defender la legalidad". Su trabajo durante el conflicto fue siempre en el Estado Mayor. "Lo suyo fue asesorar, las decisiones las tomaba el ministro. Con todos ellos se llevó bien, aparentemente, aunque hay textos del exilio que muestran cierta animadversión por Prieto y una gran complicidad con Negrín".

Salió al exilio al terminar la campaña de Cataluña. "También fue en esto atípico, pues terminó por instalarse en Bolivia como profesor de su academia militar". Ya enfermo, Rojo decidió regresar a España para morir. "Lo juzgaron, condenándolo a reclusión perpetua (luego fue indultado) por rebelión militar (matizaron después, y sólo lo juzgaron por 'auxilio a la rebelión'). Fue la forma más brutal de humillarlo y de amargarle sus últimos años de vida". Murió en junio de 1966.

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